Albert Otto Hirschman publicó en 1970 un libro titulado Queja y salida, integrando la forma en que politólogos y economistas analizan la frustración humana.
La idea es muy simple e importante. Cuando a alguien no le gusta cómo sirven la pizza en su pizzería preferida, se va a otra, pero ningún católico disconforme con las ideas del papa Francisco se convierte al judaísmo o al budismo. En nomenclatura de Hirschman, la frustración con la pizza genera "salida" (la explicación de los economistas); la frustración religiosa genera "queja" (la explicación de los politólogos).
Frente a una frustración, los seres humanos elegimos salir o quejarnos, según
las posibilidades y los costos. A raíz del corralito-corralón, algunos
ahorristas consiguieron amparos (salida); quienes no lo lograron cacerolearon
frente a los bancos (queja).
¿Qué tiene que ver esto con la realidad actual? La congruencia de la política económica es importante y no debe ser meramente postulada, sino que tiene que ser demostrada, pero junto con esto está la "señal" que el gobierno de turno nos envía a quienes integramos el sector privado. Particularmente, al sector privado que trabaja, paga impuestos, estudia, asume riesgos, etcétera.
Señales
La señal está implícita en las medidas. Modificaciones salariales y
previsionales de suma fija, aumento de los impuestos a la exportación y a los
bienes personales, mayores trámites para operar un comercio o una industria, en
el sector formal de la economía, etcétera.
Adam Smith explicó, en La riqueza de las naciones, que el esfuerzo y la asunción
de riesgos, por parte de un ser humano, tienen que tener sentido para quien los
realiza. Una obviedad que parece estar ausente en las medidas recientemente
adoptadas.
Tal como era de esperar, a la luz de esto algunos argentinos se quejan (marchas de jubilados que cobran por encima de la jubilación mínima), mientras que otros salen (migran, piensan en migrar, tienen fondos fuera del sistema formal, etcétera).
¿Cómo va a crecer el país si desalienta la actividad de quienes, a través de su esfuerzo y asunción de riesgos, tienen la entendible pretensión de vivir mejor? Es fácil desacreditar a "los empresarios", citando la causa cuadernos. Pero también existieron Pedro Astori, Carlos F. Castro, Pascual Mastellone, Fulvio Pagani, Agostino Rocca y miles de desconocidos emprendedores. Solo en los papeles el talento empresario puede ser reemplazado por funcionarios o por robots.