El informe que presentó el ministro de Economía en el Congreso, la semana pasada, tuvo, a mi juicio, un contenido más de barricada política que explicaciones de política económica que permitan visualizar un plan económico que explique cuál va a ser el rumbo económico.
Una vez más desde el gobierno sostienen la falacia que no pueden explicitar un plan económico hasta tanto no se resuelva el tema de la deuda pública. La razón sería que sin conocer la resolución de ese tema, no se puede hacer un presupuesto porque se desconocen los intereses a pagar y como el presupuesto es el plan económico, dicen, sin resolver el problema de la deuda, no se pueden calcular los intereses, sin esto no hay presupuesto y sin presupuesto no hay plan económico.
En rigor, al aprobarse la ley de emergencia económica, que es contraria al artículo 29 de la Constitución Nacional que dice: “El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria” el presupuesto deja de ser el centro de la política económica y, por lo tanto, de hecho, aunque ya estuviera arreglado el problema de la deuda pública, no habría presupuesto y, en palabras de algunos miembros del oficialismo, tampoco habría plan económico dado que el presupuesto es un monto que el gobierno puede gastar a su antojo modificando partidas presupuestaria. Un presupuesto así no es un presupuesto.
En un país con un gobierno con poderes limitados, el presupuesto es fundamental, el problema es que en Argentina se considera que el que más votos tiene, adquiere poderes tipo monarca porque la mayoría le da derecho a hacer lo que quiere. Es decir, una democracia ilimitada, como la denominó Hayek, que es un democracia que no respeta límites legales apelando a la mayoría de las urnas, cuando en realidad esa mayoría solo establece quién va a administrar la cosa pública dentro de los límites que le establece la Constitución Nacional.
En definitiva, no es cierto que para poder tener un plan económico primero haya que tener el presupuesto y eso depende del arreglo de la deuda externa. En todo caso, como lo he sostenido en infinidad de oportunidades, para poder resolver el problema de la deuda pública hay que explicitar un plan económico que le de cierta confianza a los acreedores que la economía va a crecer y, por lo tanto, van a poder cobrar al menos los intereses de la deuda pública.
Por ejemplo, parte de un plan económico sería una reforma laboral que no necesita pasar por el presupuesto o una propuesta de integración económica al mundo, que tampoco exige de una pasar por el presupuesto, o una regla monetaria que le de previsibilidad al poder al poder adquisitivo de la moneda. Como puede verse, un plan económico se compone de más elementos que el presupuesto.
El plan económico del gobierno, por el momento, se limita a licuar buena parte de las jubilaciones para ir igualando hacia abajo las jubilaciones hasta que todos cobren la mínima, licuar el gasto en salarios, congelar las tarifas de los servicios públicos por un tiempo y apelar a precios cuidados.
Dicho sea de paso, precios cuidados no empezó con buena estrella. En efecto, en enero el rubro Alimentos y Bebidas no Alcohólicas aumentó el 4,6% respecto a diciembre, cuando en diciembre había aumentado el 2,8% con relación a noviembre.
Pero hay otro tema a considerar del discurso de Guzmán. Dijo el ministro de Economía que no habrá equilibrio fiscal hasta 2023, es decir, todo el mandato de Alberto Fernández transitaría con desequilibrio fiscal. Si va a manejarse con déficit fiscal, el gran interrogante es: ¿cómo financiará el bache fiscal? Hay cuatro maneras de cerrarlo: 1) aumentando impuestos, 2) tomando deuda interna, 3) tomando deuda externa, 4) emitiendo moneda.
Aumento de impuestos ya hubo, salvo que tengan en mente seguir subiendo la presión tributaria.
El mercado crediticio interno es mínimo, así que si el Estado sigue tomando el escaso ahorro interno que hay, al sector privado le quedarán monedas para financiarse, acentuando la recesión.
Si no piensan tomar los US$ 11.000 millones que restan del FMI es de imaginar que tampoco saldrán a pedir prestado al mercado voluntario de deuda, aunque sin pagar los intereses dudo que esa puerta se vaya a abrir. Es decir, no es imaginable que financien el déficit fiscal con deuda externa.
Queda la emisión monetaria como último recursos para financiar el déficit fiscal, con lo cual se estará comprando un piso de inflación alto para los 4 años de mandato de Alberto Fernández y no sabemos si esa inflación no termina desbordándose.
El ministro también afirmó que en este contexto no es posible un ajuste fiscal porque produciría más recesión. El ajuste existe con el impuestazo que le aplicaron al sector privado y con la licuación de las jubilaciones y de los sueldos de la administración pública. Hay un feroz ajuste que recae sobre el sector privado, no sobre el sector público, como de costumbre.
En definitiva, el ministro Guzmán dio un discurso en el Congreso con más contenido político que con precisiones económicas y, por ahora, sigue mostrando que carece de un plan económico para empezar a cambiar el rumbo de la economía.
Curiosamente se da una situación parecida a la de Cambiemos. Macri nunca quiso tener un plan económico global. Siempre apelaron al gradualismo y al tratar de solucionar problemas puntuales. Era algo de ir viendo todos los días cómo solucionar algún problema. El kirchnerismo encara un proceso igual. Aplica gradualismo fiscal diciendo que hasta 2023 habrá déficit fiscal y no explicita un plan económico. Es una política, al igual que la de Cambiemos, de ir viendo.
Fuente: Economía para Todos