“Tenemos lotes que estamos probando con intensificación de cultivos en los que hace más de un año y medio que no aplicamos herbicidas”. El dato es contundente. Porque no es un planteo orgánico, sino una apuesta a la incorporación de más cultivos en la rotación pero de manera responsable y sustentable. Luchando contra las malezas pero pensando en el suelo y el ambiente con la fertilización del sistema.
En ese sentiido, una de las charlas que se ofrecieron durante el XXVI Congreso AAPRESID “Sustentología” tuvo su eje temático en el trabajo que vienen haciendo en la Chacra Bragado-Chivilcoy donde están repensando la estrategia productiva para achicar las brechas de rinde (las chacras son un sistema a través del cual un grupo de productores de una zona en convenio con INTA plantean problemáticas comunes y trata de resolverlos de manera sustentable).
“Nos dimos cuenta que el promedio de rindes de los productores del grupo era inferior al que obtenían otros productores en la misma zona”, contó a Clarín Rural el gerente técnico de la chacra (y docente FAUBA), Ignacio Alzueta. Y agregó: “Paradójicamente, nuestro techo (de rinde) es el piso, la degradación del suelo producto de la simplificación de la agricultura que le imprimimos los últimos años ha limitado nuestro potencial”.
Para cuantificar el problema (la brecha) se analizaron resultados en 1300 lotes de soja de productores, 800 de maíz y 500 de trigo. Vieron que en trigo la brecha no es tan pronunciada (10-15% de gap), pero en soja y maíz si, hasta 25%. “Tenemos un muy buen ambiente para maíz, sin embargo algunos productores logran más de 11 toneladas por hectárea promedio y el grueso apenas está en torno a las 9, y en soja la brecha es de 3500 a 5000 kilos/ha.”, ejemplificó Alzueta.
Todo lo que tiene que ver con tecnología de procesos, densidad, elección de genotipos, fechas de siembra, etc, está bastante resuelto. El grueso de las limitaciones proviene de la nutrición. “Al estudiar las fuentes de variabilidad de los rendimientos se detectó que se subfertilizaba y que la solución es una nutrición sistémica, una fertilización pensada en conjunción con una rotación más intensiva”, explicó Martín Torres Duggan, especialista en fertilidad de suelos de TecnoAgro, miembro de la mesa de expertos de la Chacra.
Así, empezaron a probar diferentes rotaciones y grado de intensificación. La rotación más difundida en la zona es la de tercios: trigo/soja-maíz-soja (1,3 cultivos por año o 4 en 3 años). La otra es hacer dos cultivos por año. Trigo/soja-arveja/maíz-cebada/soja. O bien, hacer sólo cultivos de verano de renta, como maíz y soja, intercalados con cultivos de cobertura. “Lo que mostramos es que si tomamos como referencia la rotación de tercios versus una intensificada de 6 cultivos en 2 años, podemos llegar a producir en la misma cantidad de tiempo hasta un 20% más de granos”, resumió Alzueta.
Los cultivos de cobertura (antes llamados “puentes verdes” y ahora “cultivos de servicio”) permiten mantener el suelo ocupado todo el año aún en períodos cortos en los que no dan los tiempos para producir granos. Por ejemplo, cuando se quiere sembrar un maíz temprano luego de una soja de segunda. Allí, el cultivo de cobertura es una buena opción para generar raíces, actividad microbiana y prevenir la proliferación de malezas. “Estamos probando mezclar previo a maíz 9 especies entre gramíneas, leguminosas y crucíferas”, contó el gerente técnico.
Así, han llegado a tener un cultivo vivo permanente durante todo un ciclo y más. Sobre la soja de segunda se siembra la vicia, que está nacida antes de la cosecha de la oleaginosa. A su vez, sobre vicia viva se siembra maíz y luego se mata la vicia con un rolo.
Hay que tener cuidado, porque intensificar también obliga a repensar la nutrición. “Te encontrás que la mayoría de los campos son deficientes en fósforo, que aplican subdosis de nitrógeno, que no están manejando azufre en forma frecuente y no se consideran los micronutrientes... entonces, es una intensificación un poco asimétrica que hay que corregir”, advirtió Torres Duggan. Y agregó: “Hay que generar conocimiento porque en los modelos de fertilización tradicionales no están considerados estos cultivos de cobertura”.
Entonces, en el caso de los maíces tardíos están viendo que “si siembran una vicia villosa como cultivo de servicio que les ofrezca 5.000 kilos de materia seca pueden tener la provisión de nitrógeno suficiente para rindes aceptables de maíz, bajando el requerimiento de nitrógeno fertilizante”.
Por eso, para Alzueta, “son planteos que deben ser pensados por la reducción de costos directos, porque en ese caso del maíz tardío seguido de vicia versus un barbecho químico hay un ahorro de entre 20 y 40 dólares por hectárea”. Y eso que en la zona no hay grandes problemas de malezas. Pero además, por los beneficios indirectos como el aporte de nitrógeno al sistema que da la vicia y permite ahorrar tranquilamente hasta 40 kilos de nitrógeno que no vas a necesitar aplicar al maíz”, contó Alzueta.
Los beneficios llegan por todos lados: tienen medido que se reduce un tercio el uso de principios activos. Es la agricultura que viene… que ya llegó, de responsabilidades 360 grados.