Primero fue el azúcar, después el papel, más tarde surgió la posibilidad de generar un combustible alternativo a la nafta petrolera, el bioetanol, algo que recién en la última década se está pudiendo aprovechar bien.
Mientras tanto, más cerca en el tiempo, casi de casualidad, haciéndose cargo de lo que había, empezaron a cultivar frutas, primero para consumo en fresco y ahora también como insumo de aceites esenciales, que tienen un futuro enorme a nivel global tanto para saborizar como para elaborar fragancias.
En medio del proceso, cada vez se hizo más necesario producir con mayor sustentatibilidad, lo que implica no sólo respetar el ambiente, con su flora y su fauna rica y diversa, sino también reciclar lo que durante mucho tiempo se consideró residuo... y hoy es eje de la ecuación económica de la empresa.
En ese sentido, no sólo hay que considerar al bioetanol, sino la biomasa que proviene de la malhoja de la caña de azúcar. Este es uno de los últimos grandes logros, y muy simbólico, porque en tiempos de escasez de energía, y precios altos, el gas que se obtiene a partir de los megafardos armados en el campo y luego procesados, permitió que la fabricación de papel siguiera siendo viable.
De ahí el título de esta nota. Por eso decimos que la bioeconomía es una masa, en un juego de palabras que con léxico juvenil explica la potencia de la agroindustria, tanto en términos de productividad, como de desarrollo con impacto social y sustentablidad medioambiental.
El caso que ejemplifica, como pocos en la Argentina, este paradigma cada vez más auspicioso, es el de la empresa Ledesma, una agroindustria que nació hace 110 años para aprovechar el clima subtropical del noroeste argentino, y desde entonces ha sido un referente indiscutido de empleo, arraigo y desarrollo económico.
Alguno podrá decir que en una gran empresa todo es más fácil, pero al visitar las instalaciones, aquí, en el sudeste jujeño, sorprende el esfuerzo de mucha gente oportunamente coordinada, la organización “de Primer Mundo” y la articulación de roles, con turnos de trabajo que se relacionan y se suceden sin parar. Y la multiplicidad de actividades, todas interesantes y cada vez más sustentables -en todo sentido- que se desprende de la caña.
Puede resultar conocido comprar un paquete de azúcar en el supermercado, pero quizás no nos demos cuenta del todo cuando abrimos una resma de papel en la oficina, en la escuela o en el hogar. Y mucho menos sabido es que aquí se producen cítricos (naranjas,limones y pomelos) que llegan a las mesas argentinas y se exportan.
Algunos números
-Superficie e infraestructura: En más de 40.000 hectáreas de campos de caña de azúcar se produce la principal materia prima de Ledesma. Más de 3.000 hectáreas de plantaciones de cítricos. 100.000 hectáreas de bosques protegidos en reserva. 1.500 km de canales de riego y 500 km de caminos internos.
Azúcar: Ledesma es la principal productora de azúcar de la Argentina, con un 17% del total nacional. El 35% se destina a consumo masivo, un 40% a industrias y un 25% a exportación.
Papel: Líder en el mercado nacional (40%), surgió como segunda actividad de Ledesma, hace más de 50 años. Actualmente elabora alrededor de 130 mil toneladas anuales de papel
Bioetanol: la capacidad productiva de Ledesma es de 100.000 m3. Con una tonelada de caña cosechada se obtienen 70 litros de alcohol hidratado.
Frutales: las más de 100 mil toneladas que se cosechan (68% de naranja, 17% de limón y 15% de pomelo) se aprovechan desde la cáscara (donde se concentran los aceites) hasta los jugos. Tienen 10 marcas de productos frescos de diferentes targets de calidad. Se embala un tercio del total, de lo cual un 75% se exporta.
Desarrollo social: el 81% de los empleados se concentra en la provincia de Jujuy y se han impulsado planes de vivienda con financiación accesible para el arraigo de la población.
Evolución y cambio
Uno de los aspectos más interesantes es que nada de lo que hoy se ha desarrollado estaba dado de antemano. A partir de la naturaleza, se ve la mano y la mente humana para optimizar el trabajo y aprovecharlo. Cuando nació Ledesma abrió una fuente de empleo que terminó dando vida a este pueblo, y fomentó el arraigo en una zona donde no sobran las oportunidades laborales. Más allá de los empleos directos, fue una factor dinamizador de otras ramas de la economía.
Y más destacado aún es el hecho de que se ha innovado y se sigue innovando, no por amor al arte, sino por necesidad y afán de crecimiento.
“El bioetanol, por ejemplo, hoy es clave para la industria azucarera. Empezó siendo un subproducto, como destino de los excedentes de la producción de azúcar, incluso como alcohol para vender en el mercado interno, pero hoy se convirtió en la vía fundamental del negocio, el que regula la oferta”, asegura Eduardo Nougués, director de Asuntos Legales e Institucionales de Ledesma.
El ejecutivo asume que “el azúcar era un sector muy maduro. Pero somos conscientes de que el azúcar es injustamente atacado, asociado a la obesidad y otros problemas alimenticios, aunque en realidad es sólo un factor relativo entre muchos. Algo similar en cuanto a declive de ciertas demandas sucede con el consumo del papel, debido a la creciente digitalización, por eso apuntamos a rubros productivos más sustentables, como una posibilidad de seguir creciendo y reinvirtiendo”.
El bioetanol es el futuro de los destinos de la producción sucroalcoholera, en el marco de las buenas perspectivas que tienen las energías renovables en todo el mundo.
En las cuentas de Ledesma todavía es un negocio que va detrás del azúcar, e incluso del papel, pero según destaca Nougués “la producción azucarera hoy es imposible de considerar sin el bioetanol, son como hermanos siameses. Porque están muy vinculados y cuando sufre uno, el otro también queda afectado. Tanto el bioetanol como la energía que proviene de la biomasa nos despierta muchas expectativas y hay muchas inversiones en marcha”.
En ese sentido, vale destacar que para no depender del gas que cada vez se encarecía más, en los últimos años se asumió el desafío de transformar malhoja hasta entonces desechada. Eso no sólo es energía más limpia, sino también regularmente más barata: ahora un 7% menos. Además, es un aporte virtuoso para la zona, porque demanda mano de obra.
El trabajo con biomasa es impulsado, entre otras, por la unidad de Innovación, Energía y Medio Ambiente, una de las diversas áreas de esta organización, que dirige Humberto Solá. "Los restos vegetales que quedan en el campo tras la cosecha nos permitió reemplazar con energía renovable más de un 18% del gas utilizado, tras una inversión de más de 15 millones de dólares", describe Solá.
La unidad de frutales es otro ejemplo de desarrollo. En Ledesma arrancó con la venta de productos en fresco en los ‘70, cuando se compraron unas fincas que tenían este tipo de plantaciones. En los ‘80 creció con la instalación de una planta de jugos, y la creciente industrialización tuvo su punto culminante, por ahora, con la inauguración, en abril pasado, de la planta de aceites esenciales.
En este rubro, el horizonte de posibilidades sigue abierto. Aunque hoy el mayor volumen lo aportan las naranjas -Ledesma es el principal productor del país; el tercero en cítricos- ya están planeando "una reconversión para el crecimiento, que para 2035 elevará el protagonismo del limón al 40%”, anticipa Hernán González Navarro, gerente de Producción en la Dirección de Negocios, Frutas y Jugos, que también adelanta los proyectos sobre cáscara deshidratada, un secadero de cáscara y la producción de jugos clarificados, para terminar de armar una red de clientes que van desde las verdulerías a la industria alimenticia y de cosmética y fragancias.
Claramente, van por más. La vocación de futuro se refleja en el proyecto Génesis XXI. Después de un estudio de varios meses, Ledesma elaboró este plan de largo plazo que enumera 67 iniciativas hacia un crecimiento sustentable e identifica las inversiones necesarias para lograrlo.