La estructura del agro estadounidense establecida por el nivel de ganancias de sus unidades productivas es la siguiente, según un estudio del Departamento de Economía Agrícola de la Universidad de Purdue (Estados Unidos).
Las grandes unidades familiares, que son las que tienen un ingreso bruto de más de 1 millón de dólares por año, son sólo 2,9% del total, pero operan 23% de la superficie sembrada de Estados Unidos, y generan 42,4% del valor de la producción norteamericana.
Si se suma el valor de la producción de las grandes unidades familiares y no familiares, ingresos entre 1 millón dólares y 5 millones de dólares por año, o más, representan en conjunto casi 70% de la producción estadounidense, con este agregado: que sus niveles de ganancia nunca son inferiores a 15% anual (pueden ser de entre 20% y 30% por año), y están 8 o 10 puntos por encima de las ganancias marginales de las pequeñas unidades productivas.
Todo esto se refiere a la producción primaria, anterior a la fase industrial o de procesamiento, y se despliega fundamentalmente en los estados del medio oeste (los del “Corn Belt”, el cinturón maicero), que son Iowa, Kansas, Nebraska e Illinois.
Esto implica que hay una tendencia central a la consolidación y concentración del agro norteamericano, al menos desde la década del 60’, que hace que la producción la realicen unidades cada vez mayores, con niveles de ganancias netas significativamente superiores.
Es el resultado directo de la economía de escala de estas unidades, que es lo que ocurre cuando el costo promedio de producción por unidad de producto disminuye a medida que la producción aumenta.
Y esto se multiplica cuando a la economía de escala se une la especialización en determinados productos, dejando de lado una diversificación carente de contenido económico. La especialización es el canal fundamental de incremento de la productividad en el capitalismo.
Dicen los especialistas de la Universidad de Purdue que “la curva de aprendizaje lidera la reducción de costos, cuando el costo promedio declina a medida que el producto se incrementa a lo largo del tiempo”.
Agrega Purdue que en la industria manufacturera, capital-intensiva, el desarrollo del proceso de acumulación implica un aumento del capital fijo o hundido, con la consiguiente disminución de la tasa de retorno (nivel de ganancias netas), en lo que se denomina “alza de la composición orgánica del capital”.
En la actividad agrícola, en cambio, lo que sucede es prácticamente lo contrario: el incremento de la producción es acompañado por una disminución de la inversión fija o hundida por unidad de producto, lo que equivale a un alza de la productividad de todos los factores (PTF) de 15% anual o más; y esto sucede a medida que la superficie sembrada crece en 1.000 hectáreas por vez.
La tecnología es decisiva en la producción agrícola, pero con una diferencia crucial respecto a la manufactura, y es que la frontera tecnológica de la producción agroalimentaria se modifica rápidamente hacia arriba.
Las empresas (unidades productivas) que no se incorporan a ella por carencia de capital o incapacidad para captar lo nuevo transformado en oportunidad, retroceden vertiginosamente, y en el límite pueden incluso salir del mercado.
En definitiva, lo que demuestra lo que sucede con la vanguardia agroindustrial en Estados Unidos es que los saltos tecnológicos agrícolas destruyen el statuo quo. Es una lógica estratégica, también, para la Región Centro y la Argentina.