El girasol viene en racha. En las últimas tres campañas, la producción creció y este año llegó a las 3,5 millones de toneladas, un volumen muy distinto al que se logró en 2013/14 -con retenciones-, cuando apenas se trillaban algo más de 2 millones de toneladas y el cultivo se replegaba.
El 35% de la cosecha argentina girasolera se levanta en el centro norte de Santa Fe, el NEA (sobre todo Chaco) y Santiago del Estero, y hay muy buenas oportunidades para que el cultivo siga ganando hectáreas.
Con este potencial en la mira, la Asociación Argentina de Girasol (Asagir) organizó esta semana, con la participación del INTA, técnicos y productores locales, dos jornadas: una en Sáenz Peña (Chaco) y la otra en Avellaneda (Santa Fe).
“A esta altura esta claro que el girasol es un buen negocio y en el último ciclo demostró porque debe estar en la rotación, ya que a pesar de la sequía se lograron los mismos rendimientos que en la campaña anterior”, le destacó a Clarín Rural Guillermo Pozzi Jáuregui, presidente de Asagir.
En el mediano plazo se proyecta que la demanda internacional de aceite de girasol va aumentar y va a ser necesario sembrar 1 millón de hectáreas más, a nivel global, para abastecerla. “El único país que puede crecer en esa magnitud es Argentina, porque tuvimos campañas en las que se implantaron 4 millones de hectáreas. Lo bueno es que sabemos que el mercado va a estar”, planteó Pozzi Jauregui.
En el último ciclo se sembraron 1,8 millones de hectáreas y las perspectivas para la nueva campaña son interesantes. “Hay que tener en cuenta que en dos años, el área creció un 46%. En el NEA y en el norte de Santa Fe hay humedad en los perfiles. De mínima, creemos que la superficie se va a mantener pero hay una buena probabilidad de que se incremente”, adelantó Jorge Ingaramo, asesor económico de Asagir.
Las cotizaciones van a depender de lo que suceda con la producción de Ucrania, un jugador de peso. “Se espera una buena cosecha pero aún faltan dos meses. En la Argentina influye que faltan vender 1,2 millones de toneladas de la cosecha por la incertidumbre cambiaria”, reconoció.
Con la ventana de siembra más cerca, Amelia Bertero de Romano, fitopatóloga y mejoradora de girasol, analizó el escenario sanitario. “Lo que hay que saber es que los patógenos están y dependerá de la interacción con las condiciones climáticas, que no las manejamos. Pero si podemos elegir el híbrido que mejor se adapta a cada región y que se aguanta estas enfermedades”, explicó.
En la frontera norte girasolera, las principales problemas suelen surgir con los agentes abióticos, por las altas temperaturas y el resecamiento del suelo, que producen pérdidas en el sistema radicular. “También está la roya negra, pero desde la campaña 2007 que no se registra un ataque intenso”, recordó Bertero de Romano.
El último frente son las enfermedades de fin de ciclo y hay muchas diferencias según el híbrido que se elija. “Es importante que los productores se asesoren con los técnicos y en la página web de Asagir también está toda la información sobre cómo funcionó un híbrido en una determinada región”, indicó.
En La Pampa y en la provincia de Buenos Aires, donde se produce el grueso de la cosecha argentina (65%), las enfermedades más comunes son downy mildew (enanismo del girasol), sclerotinia (podredumbre húmeda en la base del tallo o en el capítulo) y phomopsis (que produce quebraduras).
El concepto, para Bertero de Romano, es el mismo: elegir los cultivares con resistencia a estos patógenos.