En un rápido raconto y partiendo desde un invierno muy benigno y húmedo en 2017, progresivamente se ingresó en una sequía que solo se quebró a finales de marzo de este año. En los cuarenta y cinco días posteriores, se sumaron lluvias que en gran parte del país repusieron los faltantes del trimestre previo. En el último mes las lluvias se moderaron significativamente, primero recostándose sobre el este y en lo que va de junio en forma más generalizada. Ambiente frío, irrupciones de aire polar y lluvias que pierden volumen recostándose sobre el este, son típicas señales de normalidad para el comienzo del trimestre frio. En este sentido el arranque de este invierno ya se posiciona más frío que el del año pasado, lo cual no anticipa condiciones ambientales de rigor persistente.
Si evaluamos la anomalía de las lluvias del trimestre otoño, encontramos una rápida respuesta a la situación que se presentaba a finales de marzo. Para este análisis, el trimestre de otoño es considerado desde marzo a mayo, pero como sabemos, las lluvias más importantes se observaron desde finales de marzo hasta la primera década de mayo.
Cuando marzo finalizaba proyectando la sequía hacia el mes de abril, comenzaron a llegar masas de aire tropical que se volvieron dominantes hasta muy avanzado el mes de mayo. La recuperación pluvial fue contundente y abril se transformó en marzo, sobrando los acumulados normales del mes y compensando las deficiencias de marzo. La primera parte de mayo hizo lo suyo a la hora de configurar estas anomalías.
En el mapa queda claramente configurada la zona tributaria de Rosario como muy beneficiada en la recarga de perfiles para la fina. Paradójicamente, el mismo beneficio fue u perjuicio para finalizar la cosecha, con pérdidas que se sumaron a las que ya se habían producido por la sequía. El aumento de área para la fina busca encontrar compensaciones económicas en este inicio de una nueva campaña.
En la configuración que muestra el mapa, también se destaca como el trimestre de otoño dejo deficiencias pluviales en una vasta zona mediterránea que va desde el sudoeste de CB hasta el sudoeste de BA, con algunas excepciones en áreas reducidas. También se observaron lluvias pobres en el extremo noreste de la Mesopotamia y en las áreas productivas del NOA.
Esta seguidilla de irrupciones de aire frío, facilitadas por el viento pampero, constituye una gran diferencia respecto de lo observado durante el invierno pasado. Como resultado, el trimestre frío ha comenzado bastante más seco y evita que los excesos hídricos reaparezcan. Por otra parte, el ambiente frío marca un paso menos apurado para el desarrollo de los cultivos de invierno, algo que también resulta favorable.
En cuanto a disponibilidad de humedad, claramente el gradiente entre las áreas agrícolas del este y la franja mediterránea está presente. Sin embargo estas diferencias son prácticamente normales en esta época del año. Aparecen algunas áreas en el sur de BA donde las reservas debieran ser más altas, sin embargo considerando el contexto que imponía la salida del semestre cálido, la recuperación de las reservas ha sido contundente. Hace falta que lleguen lluvias en julio, no en gran volumen, pero se necesitan acumular unos treinta milímetros en la franja central.