La semana pasada los sectores de la agroexportación le anticiparon a funcionarios de Hacienda y de Agroindustria que intensificarán la liquidación de divisas. No se trata de una decisión extraordinaria como respuesta a que finalmente no se avanzó en modificaciones al esquema de retenciones, como se habló en estos días. La razón es una cuestión de negocios: el sector deberá hacer frente al pago de la mercadería en manos de los productores o aún en el lote, esperando la llegada de las “corta y trilla”.
Como anticipó Clarín en su edición del sábado, los cálculos de las cerealeras hablan de que debería duplicarse el ritmo de desembolsos (US$ 1.677 millones) que se vio en mayo. Esto significa que podrían superar los tres mil millones de dólares, o más. Tal entrada de divisas aliviaría la presión sobre el tipo de cambio, que en las últimas ruedas se acercó -en su versión mayorista- al virtual techo de $ 25 que le fijó el Banco Central.
Uno de los factores que influyó seriamente en la escapada del dólar, aparte de los temores por la renovación de las Lebac y el clima político enrarecido, fue la escasez de los llamados “sojadólares”. Tanto que hasta la influyente Lilita Carrió salió al cruce del problema, reclamando a los productores que liquiden su soja, generando un encontronazo con el sector que más apoyó al gobierno de Mauricio Macri desde su arranque, en diciembre de 2015.
Muchos recuerdan que en aquel momento hubo un fuerte adelanto en la entrada de dólares en los primeros meses del año 2016, cuando el entonces flamante ministro de Hacienda Francisco Prat Gay pidió el apoyo al sector agroexportador para reconstruir las reservas del Banco Central y afrontar la salida del cepo cambiario. Macri había concretado en su primera semana de gobierno la apertura plena de los embarques, trabados durante toda el período K, o fuertemente grabadas con derechos de exportación. Eliminó de un saque las retenciones al trigo y el maíz, y redujo del 35 al 30 las de la soja.
La respuesta fue inmediata: entre enero y febrero del 2016 entraron US$ 4.000 millones, sin que hubiera llegado la cosecha. Ahora, cuando se avecina el acuerdo con el FMI, es probable que un ingreso fuerte de dólares le dé un empujón definitivo.
Igual, no hay mucho hilo en el carretel. En lo que va del año, el ingreso de dólares de este sector --que lidera por lejos las exportaciones argentinas con más de 20.000 millones de dólares anuales, y en consecuencia tiene enorme influencia en la salud macroeconómica del país—totaliza 7.700 millones de dólares, contra 8.800 a esta altura del 2017. La producción bajó de 55 a 35 millones de toneladas. A los precios de hoy, significan 7.000 millones de dólares menos que el año pasado.
El sector agroindustrial, a diferencia de otras actividades, no está integrado verticalmente. Hay productores que originan la materia prima (en su mayor parte soja), y procesadores que la elaboran y exportan. Para hacerse de la mercadería, los exportadores tienen que traer las divisas y venderlas en el mercado. Así se hacen de los pesos que necesitan para adquirir la soja, pagar los costos industriales, salarios, energía, impuestos, etc. Por eso es intrascendente el hecho de que puedan o no liquidar divisas a largo plazo: para que el negocio funcione tienen que hacerse de la mercadería y eso implica, necesariamente, traer los dólares .
Los productores, por su parte, tienden a manejarse con los granos como su moneda más confiable. Más, en tiempos de turbulencias financieras y cambiarias. En un marco de estabilidad, venden en la medida de sus necesidades, su visión de los mercados y la oportunidad de adquirir algún equipo o invertir en otro negocio. La irrupción del silobolsa como sistema de almacenaje temporario le permitió manejarse con más libertad que cuando tenía que entregar la cosecha en el momento de la recolección.
Los rumores de un posible cambio en las retenciones pusieron un freno en las ventas. Pero tras la confirmación de que era solo un rumor, las ventas de sojadólares fluirán.
Por Héctor Huergo