Primero por la sequía y luego por la disparada del dólar, la suba de tasa de interés, la salida de capitales y la mayor inflación, hay una coincidencia unánime que se vienen meses de caída de la actividad económica. Su magnitud y duración dependerán de cómo evolucione la turbulencia financiera doméstica y mundial que también está afectando a la región y de los términos del acuerdo con el FMI.
Del 3,5% de crecimiento para este año que figura en el Presupuesto 2018, se pasó al 3%, luego al 2,5%, después al 2% y ahora las consultoras pronostican entre un 1 y 1,5% por “arrastre estadístico”. De mayo a diciembre, la mayoría prevé un crecimiento cero, apostando —si cambia el adverso panorama financiero internacional— a una recuperación recién para el primer semestre de 2019.
En marzo, el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) del INDEC registró una segunda baja consecutiva. En febrero, había caído 0,2% mensual y en marzo el 0,1% por el retroceso del sector agrícola y la desaceleración de la construcción afectada por el recorte del gasto público en infraestructura y obra pública. En abril, la caída habría sido mayor, superior al 1,5%. Así, ya antes de la crisis cambiaria, la actividad se deslizó hacia abajo, que el ministro Dujovne admitió como “más inflación y menos crecimiento”.
“Con este escenario esperamos al menos tres trimestres de menor actividad económica, comenzando a mostrar cierta mejora para fin de año y comienzos del que viene. Aunque recién en el segundo trimestre del 2019 veríamos una recuperación más evidente”, dice Fausto Spotorno, de Orlando Ferreres y Asociados.
Para Juan Luis Bour, economista de FIEL, “los datos del primer trimestre mostraron menor crecimiento del esperado (3,5% frente a 4,2%), a lo que seguiría un segundo trimestre con caída del PBI de 0,5 a 1% (interanual) principalmente por los efectos de la sequía y la desaceleración en la construcción, finanzas y comercio.
La segunda parte del año mostraría un tercer trimestre con crecimiento prácticamente nulo tanto en el PBI como en la industria. Se espera un freno en la inversión —caída en la inversión pública desde comienzos de año— y una desaceleración del consumo privado, tanto por el brusco ascenso de la tasa real de interés como por la caída de ingresos reales y el deterioro de expectativas. La política fiscal sería moderadamente contractiva. Menores importaciones, sin embargo, resultantes del salto cambiario y la menor inversión, serán un factor que ‘acolchone’ la caída del producto en esta parte del año y que permita comenzar a corregir el déficit externo”.
Jorge Neyro, economista de ACM, dice que “en el primer trimestre la economía se expandió un 1% contra el trimestre anterior debido al buen dato de enero y el arrastre que dejó 2017. No obstante, los datos de febrero y marzo mostraron número negativos de actividad”. Luego de reseñar la sequía y “corrida cambiaria”, Neyro espera para el segundo trimestre “que la actividad pueda llegar a ser recesiva luego de 7 trimestres al alza” y que en los siguientes trimestres se mantenga el estancamiento. “Por eso esperamos que este año la economía crezca poco, más allá de lo que dejó el arrastre estadístico de 2017”.
Con datos a marzo, de acuerdo al Ministerio de Trabajo el empleo formal se retrajo en los primeros tres meses de 2018. “En comparación con los datos semestrales de 2016 y 2017, el promedio del primer trimestre del año arroja un cambio neto mensual negativo de 1.900 trabajadores, explicado principalmente por la categoría de monotributistas y, en menor medida, por los autónomos y los asalariados del sector público”.
Bour reconoce que “Argentina enfrenta en 2018 múltiples choques domésticos y externos. La sequía genera una pérdida de producto agropecuario (unos 25 millones de toneladas en soja y maíz) que se acerca al 1% del PBI. Desde abril la salida de capitales derivó en una fuerte devaluación y suba de la tasa de política monetaria. Las autoridades solicitaron un acuerdo stand-by con el FMI, cuya negociación está en proceso. El monto y condiciones del acuerdo son relevantes para proyectar el sendero de la economía en los próximos 6 a 18 meses. A su vez, el contexto externo es más adverso a nivel financiero —expectativa de suba acelerada de tasas de interés por inflación norteamericana, con fortalecimiento del dólar— y en términos de actividad en el principal socio comercial —Brasil—, cuya economía también está afectada por factores externos y domésticos”.
Bour concluye que “con todo, se puede estimar que la economía crecerá en promedio en torno del 1% en 2018, aunque el rango de variación es muy amplio dada la incertidumbre sobre la evolución de parámetros externos y sobre la capacidad de la política doméstica (Gobierno y oposición) para enfrentar la crisis fiscal sin elevar la presión tributaria, corrigiendo el exceso de gasto y ajustando los desequilibrios de precios relativos que persisten”.
Sportorno reconoce que “entre marzo y abril la economía comenzó un proceso de desaceleración y de caída en abril, producto de la mala cosecha agrícola, lo que se traduce en menor actividad económica en sectores vinculados como el transporte, la industria del crushing, la de maquinaria agrícola, agroquímica etc. Todo esto antes de que experimentáramos la corrida cambiaría de comienzos de mes, que dejó un dólar más alto, mayores expectativas inflacionarias y una tasa de interés que tiende a frenar la economía”. Por eso, descuenta que “con este escenario recién el año que viene podremos observar un rebote en el agro, en el consumo —cuando se den renegociaciones salariales— y en la construcción”.