RÍO GRANDE, Tierra del Fuego.- Una serie de ataques de perros salvajes azota a esta provincia hace años y cada vez son más. Hay al menos 30.000 canes en el distrito, según cifras oficiales, que no se actualizan hace tres años. No se sabe cuántos son "asilvestrados" y los productores ganaderos locales consideran que los números que se manejan son conservadores. Mientras tanto, los animales se desplazan en jauría por campos y ciudades, muerden, transmiten enfermedades, matan vacas y ovejas y afectan la actividad turística.

El problema empezó en los 70, pero creció en paralelo con el aumento de la población. La falta de diagnósticos certeros y políticas públicas concretas empeoró la situación. Recién el año pasado se definió un presupuesto específico, de 2 millones de pesos, que será destinado a evaluar la situación y paliar los efectos más graves. Los productores ganaderos, que siguen de cerca el tema por las pérdidas monetarias que implica, consideran que es insuficiente.

Los expertos trabajan con distintas categorías de perros: con dueño y restringidos; sin dueño y no restringidos; vagabundos o callejeros; y asilvestrados. Estos últimos "viven en estado libre sin comida o refugio directamente proporcionado por humanos, no mostrando socialización con el hombre, evitando continuamente el contacto directo humano y con un estilo de vida restringido principalmente a ambientes naturales". Así los caracteriza el estudio Poblaciones caninas asilvestradas: impacto en la producción Pecuaria de Tierra del Fuego, Argentina, que toman como base las autoridades locales.

Allí se detalla que los asilvestrados no consumen los animales que matan, sino que los hieren o matan en grandes cantidades. Principalmente eligen a las ovejas, por su tamaño y forma de escape.

En Tierra del Fuego se mueven en jaurías por el interior y a veces avanzan sobre zonas urbanas.

"Los perros asilvestrados son un problema hace 60 años, pero la población aumentó en la última década, producto del aumento demográfico desordenado", aseguró el secretario de Ambiente local, Kevin Colli.

Varias personas son mordidas cada semana en las ciudades de Río Grande, Ushuaia y Tolhuin, y en los campos, donde los productores exigen medidas concretas desde hace 12 años, cuando detectaron el mayor daño en su producción.

El problema no parece tener una solución sencilla: mientras que para la provincia estos animales son considerados fauna exótica, lo que les quita la protección que tienen los perros domésticos (hay una norma que impide sacrificarlos), las sociedades protectoras de animales protestan ante la posibilidad de que matarlos sea considerado una opción.

Sin diagnóstico

Las comunidades de Río Grande y Ushuaia crecieron en los últimos 50 años partir de la creación de puestos de trabajo en fábricas electrónicas. Durante las vacaciones de verano, muchos retornan a sus provincias de origen y dejan sueltos a sus perros, que se reproducen en un ámbito salvaje, sin contacto humano. Mientras más aumenta la población humana, más crece la cantidad de perros asilvestrados.

En 2015, el Comité de Emergencia Agroganadero y de Alerta Sanitaria de Tierra del Fuego, creado a raíz del problema, pidió un informe al Conicet sobre perros asilvestrados, considerándolos parte de una "emergencia socio-ambiental, sanitaria y agroganadera derivada del impacto de los perros sin control presentes en los ámbitos urbanos y rurales de la Tierra del Fuego".

El informe se realizó durante varios meses y concluyó que los perros transmiten infecciones y parasitosis como la rabia, la brucelosis canina, la leptospirosis, la hidatidosis, la equinococosis quística, la toxocariasis, entre otras. Además, se detalló que afecta gravemente a la producción ganadera e incluso a la actividad turística: "Los perros constituyen una amenaza para los visitantes", dice el texto.

Los perros asilvestrados atacan a las ovejas, pero no se las comen. Los productores aseguran que es parte de un "juego" instintivo Los perros asilvestrados atacan a las ovejas, pero no se las comen. Los productores aseguran que es parte de un "juego" instintivo
La cantidad exacta de animales es desconocida -las autoridades hablan de 30.000 perros hace tres años-, pero los productores aseguran que son más y que están esparcidos por la totalidad del territorio de la provincia. "Es un indicador totalmente indirecto, basado en una encuesta en los colegios, que daba 1.4 perros por hogar. Dicen 30 mil para no decir que no se sabe cuántos perros sueltos hay", sostuvo un ganadero.

El gobierno provincial recién este año se apresta a hacer un diagnóstico oficial propio. El secretario de Ambiente admitió que el problema debería haberse controlado antes: "Los tiempos del Estado no acompañaron y se corre el problema por detrás. Pero este año, con el presupuesto, se compró una camioneta exclusiva para el tema, y se está eligiendo gente para crear una brigada de control. Planeamos también continuar con las tareas de difusión, colocación de trampas y cámaras, colocar alambrados y brindar capacitaciones".

Mordidas

"Otra mordedura de un perro, esta vez a una nena de 3 años". "Una jauría atacó salvajemente a una mujer en Ushuaia". "Siguen los ataques". Los titulares de los diarios locales son elocuentes. Cada cierta cantidad de días, sale una noticia sobre la mordedura de un perro con una foto que muestra una cara, una pierna o un brazo marcados con cicatrices, puntos y hematomas y el tema vuelve a las conversaciones de los vecinos de las ciudades o las estancias.

El año pasado, una mujer de 55 años fue atacada por quince perros salvajes. Estuvo tirada en el piso entre 5 y 10 minutos, mientras los animales la mordían. La salvaron dos vecinos que escucharon sus gritos. Los perros le provocaron más de 30 heridas en piernas, brazos y cabeza. Estuvo sedada con morfina para soportar el dolor y permaneció tres días internada en la sala de cirugía del Hospital de Ushuaia.

El Hospital Regional de Río Grande informó que atienden casos de ataques de perros una vez por semana. El problema, destacaron, es más grave en el campo, de donde llegan más víctimas. "La mayor parte de las mordeduras que recibimos en el hospital son de animales que andan sueltos. Es raro que un animal que tiene dueño muerda a otra persona", sostuvo el doctor Hugo Cuevas, director del centro médico hasta abril, quien destacó también que las mordidas de perros salvajes son más graves porque no están vacunados.

"Matar perros no es la solución"

La solución del problema no está clara y hay distintas propuestas. A nivel municipal y provincial se realizan operaciones de castración y colocación de chips para que los perros estén identificados con sus dueños. Los coordinan las áreas de Zoonosis locales. Además, hay programas de concientización de la población fueguina. Pero la cantidad de perros aumenta sin cesar.

El año pasado, los perros asilvestrados fueron declarados como "fauna exótica" y por lo tanto, no estarían protegidos por la norma local que declara a la provincia como "no eutanásica" e impide sacrificar animales domésticos.

Uno de los perros protectores de la estancia Guazú-Cué Uno de los perros protectores de la estancia Guazú-Cué
Las sociedades protectoras de animales ponen el grito en el cielo cuando las autoridades o productores locales hablan de matar animales. "Hoy sólo se están castrando perros que tienen dueño, no callejeros. Zoonosis no se encarga del problema como corresponde. Cuando dicen que estamos en emergencia, es para justificar que los están matando sin usar otros métodos más efectivos para controlarlos", dijo la presidenta de la Asociación Pocas Pulgas, Judith Avalos. "Entendemos cuando se sacrifica a los perros mordedores. Pero peleamos por el perro comunitario, amiguero. El que está controlado, pero no tiene casa".

Tierra del Fuego fue declarada provincia no eutanásica en 2005. "La realidad es que existen los perros en la calle desde siempre. Al decir que estamos en crisis, justifican que los están matando", agregó Avalos, sobre la ordenanza que en 2014 declaró a Tierra del Fuego en emergencia sanitaria por los perros. Como otras organizaciones de la zona, sus voluntarios salen a castrar perras -en su caso, aproximadamente 20 por mes- y reúnen fondos para financiar los cuidados de los animales en veterinarias.

En Río Grande funciona una Coordinadora de Tenencia Responsable de Mascotas, mientras que el departamento de Zoonosis tiene programas de castración y colocación de chips a los perros, para que estén identificados. Aseguran, en sus campañas, que la solución a largo plazo es que la comunidad tome conciencia.

Las autoridades se cuidan cuando se habla de soluciones a corto plazo, más allá de la concientización de la población y la castración. "Le ley no habla de matar perros. Pero sí diferencia al callejero, que se escapó y tiene dueño, del perro asilvestrado, que se declara como especie exótica invasora. Este es el puntapié para tomar las medidas que haya que tomar. En esta etapa sólo se plantea generar un diagnóstico certero. Tenemos que ir consensuando con las sociedades protectoras de animales", dijo Colli.

De ovejas a vacas

Los perros matan a las ovejas de forma masiva. Al punto de que en los últimos diez años, los estancieros se vieron obligados a modificar su tipo de producción. Ahora crían cada vez más vacas. En la estancia Huemul Cué ya trabajan en un 50 por ciento con ganado bovino. Los productores aseguran que matan a las ovejas "por diversión", pero no se las comen. Y que no distinguen que no deben atacar a las personas.

Según el informe del Conicet, entre 2006 y 2008 se perdieron 33.000 cabezas ovinas y unas 78 toneladas de lana, que representaron 4,5 millones de pesos, equivalentes a una pérdida del 13,7% del ingreso total para los establecimientos rurales.

"Los más afectados fueron los establecimientos cercanos a las ciudades de Río Grande y Tolhuin y [la cantidad de tierras plagadas] se ha incrementado sostenidamente, de un 2,5% en 1990 a un 69,3% en el 2012-2013", reza el informe.

"Parece mentira que una provincia haya tenido que reconvertir su tipo de producción ganadera por la presencia de perros, pero hoy esto es un hecho", dijo a LA NACION Sebastián Cabezas, dueño de la estancia Huemul Cué. Hace 15 años se queja ante las autoridades del Municipio de Río Grande y de la Provincia y denuncia que el problema se escapó de las manos de las autoridades por "negligencia".

Heredero de la estancia de sus padres e ingeniero agrónomo, empezó a notar la merma de la producción en 2007. Ante la falta de respuesta estatal, junto a otros productores realizó encuestas y estudios propios para evaluar el impacto de los animales en el sistema productivo. Descubrieron que el problema eran los perros asilvestrados.

Durante la última década tomaron medidas propias. Desde salir a matar perros con sus rifles, a colocar cebos con veneno en los campos, a instalar cámaras trampa para evaluar sus comportamientos.

Hace dos años, Cabezas cría una raza de "perros protectores", modificados genéticamente y domesticados para que cuiden al ganado. En el terreno de Cabezas pueden verse carteles que advierten sobre su presencia. Hoy tiene 23 perros protectores, gigantes blancos que se crían entre las ovejas desde cachorros.