No sólo está veinte puntos por debajo de la adhesión que obtuvo en 2011, cuando consiguió su reelección presidencial, y obtuvo menos votos que Aníbal Fernández dos años atrás. Hay que añadir las hecatombes en su histórico bastión santacruceño y en San Luis, donde los Rodríguez Saá, que nunca habían perdido en su provincia, no tuvieron mejor idea que unirse al cristinismo.
Con todo, hay quienes instan a no subestimarla. Es cierto que sus chances de
volver a conducir el peronismo han menguado. Pero cabe preguntarse si acaso
asoma en el horizonte alguien con suficientes apoyos como para liderar la
principal fuerza opositora. El peronismo afronta una crisis tan grande como la
de 1983, tras su derrota ante Raúl Alfonsín. Pero Cristina no estaría pensando,
precisamente, en conducir el PJ -o el pejotismo, como ella suele llamarlo
despectivamente-, sino en liderar una expresión de centroizquierda para
enfrentar el neoliberalismo que, según ella, representa Macri.
Se ha dicho que Cristina no tendría margen para luchar por el liderazgo del peronismo, pero sí para obstaculizar una renovación como la que este movimiento inició en 1985, de la mano de Antonio Cafiero. A la inversa, también podría decirse que el peronismo obstruiría el sueño de la ancha avenida de la izquierda que proyecta Cristina. Aunque, en rigor, la mayor traba que tiene la ex presidenta para liderar ese espacio es que cualquier proyecto verdaderamente progresista es incompatible con los grados de corrupción que puede resistir el termómetro de la sociedad.
Las caras largas y la bronca del kirchnerismo en la noche de Sarandí no se explican por la presunta picardía del macrismo en la manipulación de datos de las urnas para dar cuenta de una holgada victoria inicial de Esteban Bullrich. El desconsuelo era producto de que Cristina esperaba ganar las PASO por al menos cinco puntos para llegar confiada a octubre y enfrentar la fuerza del voto útil. Una frase de Cristina desnuda su desesperada jugada para los comicios generales: "El Gobierno planteó un plebiscito sobre el ajuste y lo perdió", interpretando que el 65% de los bonaerenses votó contra Macri. Un porcentaje que, curiosamente, se acerca al nivel de imagen negativa de la ex presidenta en las encuestas.