A Juan Pablo Ioele, técnico del INTA Corral de Bustos, le están llegando reportes de altos rindes en trigo en la zona de Inriville-Monte Buey. En esta última localidad, por ejemplo, un lote de 82 hectáreas marcó un promedio de 82,3 quintales por hectárea. Y tuvo un pico de 94,28 quintales.
En diálogo con La Nación, Ioele explicó los motivos de los altos rindes que se están conociendo en la región.
"Empezamos la siembra de los ciclos largos con condiciones muy buenas de temperatura y humedad en el suelo. Estas condiciones, de poseer el perfil lleno, eran las consecuencias de las dos últimas campañas húmedas y vimos en ello la oportunidad de poder transformar ese excedente hídrico en kg/ha de materia seca", expresó.
Según contó, los materiales implantados en mayo pudieron ir copiando el
perfil del suelo y desarrollaron un excelente sistema radicular.
"Los materiales largos sembrados durante estas fechas tuvieron el privilegio de
seguir recibiendo precipitaciones en implantación que lograron incorporar la
fertilización nitrogenada", dijo.
Esta situación no se repitió con los ciclos cortos sembrados después, ya que se sembraron "casi en el barro y luego no recibieron lluvias durante macollaje en julio y agosto necesarias para incorporar el fertilizante nitrogenado".
Otro punto clave fue la fertilización. Al tener un escenario favorable desde la relación fertilizante/grano se ajustaron estrategias de fertilización adecuadas para buscar potenciales zonales. La fertilización subió de 30 a 35 por ciento versus el ciclo pasado.
"Se pudo apuntar a rindes buenos porque agronómicamente las condiciones ambientales ayudaron mucho, principalmente el agua y por la ausencia de heladas fuertes. Se seleccionaron materiales mejor adaptados a la zona respecto de enfermedades. Además, se dieron condiciones fundamentales como la apertura del mercado y muy buenas relaciones insumos/productos, especialmente respecto de fertilización", precisó.