Con el operativo de trilla avanzando a tambor batiente, en los campos de soja, en primer lugar y en los de maíz, después, los rastrojos, secos y amarronados, van quedando como testigos mudos de una campaña plena de incertidumbres.
Algunos comienzan a preguntarse qué sembrar en la campaña 2016/17. Obviamente, luego de la modificación de las alícuotas en los derechos exportación, en diciembre pasado, que pasaron para el caso de la soja, del 35% al 30%, del trigo, del 23% a 0%, del maíz, del 20% al 0% y del girasol, del 32% al 0%, la estructura de superficies por cada grano cambiará.
No hay que ser mago para estimar un considerable aumento en el área destinada a trigo –gran parte de la cual se sembrará posteriormente con soja de segunda y eventualmente maíz de segunda- y de maíz. Acá, el beneficio no sólo será económico para el productor sino también para la sustentabilidad de la zona agrícola y el desarrollo de áreas postergadas en extremo por su imposibilidad de implantar soja. Por ejemplo, el girasol debería alcanzar un ímpetu desconocido en los últimos años.
A ello, se debe agregar el problema de la financiación de la nueva campaña.
Cuando las tasas de interés están tan elevadas y cuando muchos productores van a quedar “enflaquecidos” por las deudas en producto, contraídas en la campaña en finalización, el trigo se convierte en una excelente opción para hacer caja más rápidamente. Distinto es el caso de aquellos que pagaron los insumos con cheques post-datados o a través del sistema bancario. Merced a la devaluación y el nuevo cuadro de retenciones, los montos a afrontar son claramente menores.
Con este cuadro, es momento de reflexionar sobre la rentabilidad de cada cultivo y de la conveniencia de reanudar los programas de rotación, en muchas casos demorados a consecuencia de la anterior política tributaria.
Es cierto que, usualmente, la toma de decisiones sobre siembras, está muy condicionada por la relación de precios entre los distintos granos al momento de hacerlo.
Con tal encuadre, vale remarcar que la actual relación de precios puede cambiar en pocos meses. Nos referimos, fundamentalmente, a la soja.
La soja revela en la coyuntura del momento una buena relación.
Los precios, pese al inicio de la cosecha sudamericana, se vienen manteniendo o, al menos, las bajas han sido reducidas.
Una de las razones proviene de Chicago donde los fondos mantienen una posición comprada, algo que ha empezado a revertirse. En tal sentido, los fundamentos no son favorables desde el momento que el dólar sigue – obviamente, con vaivenes- revaluándose. Ello patea en contra de los valores. Y si no se advierte en el mercado es por la acción de los fondos.
Para peor, se estima que EE.UU. llegará a producir nuevamente un volumen de alrededor de 100 millones de toneladas.
Otra de las razones viene de los problemas logísticos que sufre hoy Brasil. Se habla de extremas demoras en los embarque de los puertos brasileños.
Muchas son las situaciones que muestran moras cercanas a 50 días.
Por esta razón, considerable cantidad de buques se dirigen a los puertos del Paraná en nuestro país. Así, graneleros de gran porte dejan de lado Brasil para embarcar en el Río Arriba. Por lo tanto, la demanda se acentúa más allá de lo pensado hace tan sólo un mes.
Como vemos, los precios de la soja están sostenidos por hechos más bien coyunturales. Es hora, entonces, de tomar en cuenta ello y no olvidar, al momento de planear la nueva campaña, las opciones ligadas a los cereales.
Los suelos de nuestra Patria contemplan el nuevo escenario con sumo beneplácito.