Unos 3400 kilómetros al norte, en San Salvador de Jujuy, el desbaratamiento de la organización paraestatal Túpac Amaru y la detención de su jefa, Milagro Sala, ponen al descubierto una compleja trama de aprietes y fondos públicos con destino incierto.
En Buenos Aires, el Grupo Veintitrés dejó de pagar los salarios a los
trabajadores de sus medios a poco de que cesara de ingresarle una millonaria
pauta publicitaria estatal. En medio de esa crisis se anunció que sus
propietarios habían vendido la empresa a un comprador que se definió a sí mismo
como "un aventurero".
Estos repentinos derrumbes muestran que los millones derivados por el kirchnerismo no construyeron cimiento alguno. Eran carpas que volaron apenas perdieron el único punto de encuentro que tenían Milagro Sala, Lázaro Báez y Sergio Szpolsky: la billetera presidencial.
El hundimiento de Austral, como el quiebre de la Túpac y el colapso de los
medios propagandísticos de Szpolski no pasarían de ser casos aislados si la
crujiente estructura del peronismo no estuviese dando señales claras de
redireccionar su rumbo para quitarse de encima el liderazgo que durante 12 años
ejercieron Néstor y Cristina Kirchner.
Es ese peronismo que está al mando de 14 provincias (dos más si se incluyen a Córdoba y San Luis) y de centenares de municipios el que, mientras discute a puertas abiertas su nueva jefatura, orienta su búsqueda hacia la billetera perdida. O lo que es lo mismo: se encamina a establecer una relación con el poder político pero también económico y financiero que ahora tiene Mauricio Macri.
Al despuntar la "década ganada", una Argentina sin créditos externos pero con
recursos crecientes solo concentrados en el Estado, hicieron de la caja un arma
que Kirchner utilizó con singular audacia para convertir en sus "fanáticos" a
peronistas de todos los pelajes, de menemistas a duhaldistas. Esa "pasión" por
la familia Kirchner se derrumbó cuando, ausente Cristina, Macri recibió la banda
presidencial. No pasaron dos meses desde aquel 10 de diciembre y la ruptura del
peronismo con responsabilidades de gobierno y su antigua jefa está casi
transparentada. El arma que utilizó Kirchner puede ahora ser utilizada para
apuntar contra la estructura que heredó su viuda.
Es por eso que con un pragmatismo bien entrenado, los gobernadores peronistas se aprestan a tomar distancia de los dictados de Cristina como un paso que entienden inevitable para recibir favores de Macri.
Primero en bloque y en público, y luego individualmente y en privado, esos jefes provinciales establecieron un primer vínculo con el nuevo presidente. Todos terminan en el mismo lugar ante el ministro del Interior, Rogelio Frigerio: quieren fondos.
Desesperada por los piquetes que colapsan las rutas santacruceñas, Alicia Kirchner, confirmó la dimensión de una tragedia que ella disfrutó cuando era una comedia. "El 97 por ciento de las obras públicas que hay en Santa Cruz son financiadas por Nación y hoy están paralizadas", dijo, luego de asumir que todas esas obras están en manos de una empresa que fue próspera hasta noviembre pasado, la del amigo Báez. En esa cuenta, la gobernadora no incluyó la construcción de represas concesionadas a Electroingeniería, otra firma afín al kirchnerismo.
La ruptura de un grupo de diputados con la conducción kirchnerista del bloque es principalmente hija de las necesidades de gobernadores e intendentes. El funcionamiento del Congreso es una moneda de canje que el PJ comenzó a ofrecerle a Macri. Es más una certeza que un augurio que cada vez serán más los peronistas que abandonen "la resistencia" para reunirse a pronunciar a coro otra palabra: "sobrevivencia".