El escrito por el cual el Gobierno desistirá el lunes de apelar al fallo de inconstitucionalidad del memorándum sellado por Cristina Kirchner con Irán por la causa AMIA es mucho más que una carta de defunción de un polémico acuerdo: representa la reapertura al diálogo institucional de la Casa Rosada con la comunidad judía, un gesto de Mauricio Macri a Israel y a Estados Unidos, y la vuelta de página de una estrategia diplomática plagada de secretismos.

Quizá nunca se sepan exactamente cuáles fueron los motivos reales que llevaron a la ex presidenta Cristina Kirchner a firmar un acuerdo con un régimen como el de Teherán, que desde siempre se negó a colaborar con la justicia argentina por el ataque terrorista de la AMIA. Jamás había mostrado, tampoco, disposición para poner en el banquillo de los tribunales a los ocho iraníes acusados de perpetrar ese cruel atentado, entre ellos varios ministros.

¿Hubo una motivación económica de la ex presidenta detrás del memorándum, como dejó sentado en su denuncia antes de morir el fiscal Alberto Nisman? ¿Influyó en el acuerdo la posibilidad de dar de baja las circulares rojas de Interpol a los acusados a cambio de fondos frescos o petróleo? Nadie podrá responder, al menos ahora, esos interrogantes.

Macri decidió cumplir con una promesa de su campaña y encarar una nueva etapa de la política exterior, que ya adelantó la canciller Susana Malcorra cuando dijo: "No hay nada en las relaciones internacionales que se haga a libro cerrado".

En este sentido, el mensaje del nuevo gobierno se extiende mucho más allá de la derogación del acuerdo con Irán. Alcanza, también, a la actitud que existirá ante los acuerdos secretos firmados con China y Rusia; abre la posibilidad de establecer nuevas relaciones con Israel y marcan el camino de una nueva etapa con Washington, que desde un primer momento desconfió del interés real de Cristina Kirchner detrás del acuerdo con el régimen de Ahmadinejad.

Reclamo por Venezuela

La decisión de desterrar el acuerdo con Irán va en la misma dirección que la posición de Macri contra Venezuela en su reclamo por los presos políticos y marca, así, una ruptura del eje bolivariano, que también tenía ramificaciones con Irán. Todo es parte de una misma estrategia diplomática que se dispone encarar el presidente argentino en adelante, a contramano de lo que fue la diplomacia kirchnerista.

Ayer se deslizó la idea de que la derogación del acuerdo con Irán abriría ahora la posibilidad de avanzar con la denuncia de Nisman sobre la eventual connivencia económica de Cristina Kirchner con el régimen de Teherán. Pero ese camino también pondría en la mira la reapertura del comercio con Irán como anunció la canciller Malcorra, que ya genera ruidos en la comunidad judía.

Según datos de la consultora DNI, que dirige Marcelo Elizondo, el comercio entre Buenos Aires y Teherán creció entre 2007 y 2013 sustancialmente. Pasó de US$ 317 millones en 2007 a US$ 1159 millones en 2013. Aunque tuvo un pico de US$ 1400 millones en 2010, justo un año antes de la firma del polémico memorándum con Irán.

La autoridades de AMIA y la DAIA elogiaron ayer la decisión de Macri de terminar con el acuerdo con Teherán. Julio Schlosser, titular de la DAIA, destacó la inminente nulidad del memorándum y el presidente en ejercicio de la AMIA, Thomas Saieg, expresó a LA NACION que "reconforta que el memorándum llegue a su fin". Pero el propio Saieg también admitió que le preocupa que "se hable de negocios y no se hable de entregar a los imputados".

Los vientos de cambio que se inician en la política exterior ya son concretos. También resultan exentos de secretismos. Cualquier connotación extraña que se le quiera dar a la política exterior en adelante se alejará del rumbo que marcó Malcorra al hablar de una "desideologización" de la diplomacia y de pragmatismo extremo.