El más serio es la actitud de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La semana pasada ella hizo trascender que se enojó con su inoportuno viaje a Italia y mandó al jefe de gabinete y candidato a gobernador, Aníbal Fernández a propinarle un doble mandoble.
Por un lado ni siquiera lo defendió cuando le preguntaron por su viaje y por el otro se mostró como el más alto funcionario que puso la cara frente a las inundaciones, por encima de todo el gabinete del gobierno de Scioli. La jefa de Estado debería mirarse unos minutos al espejo, y recordar su prolongada ausencia pública después de la masacre de Once. O su impropio festejo con baile incluido mientras se contaban los muertos como producto de la ola de violencia producida por la rebelión policial. Igual, su bronca es más psicológica que política. Tiene que ver más con su ego que con las cuestiones de la inundación.
Ella está sintiendo en carne propia como se va diluyendo su enorme centralidad. No fue la heroína ni el personaje principal de la película de esta elección. Los llamados y los pedidos de audiencia se van reduciendo de manera paulatina. Todos los días recibe informes de decenas de dirigentes que suponía puros y propios y que se están pasando con ropa y todo a la nueva escudería de Scioli para la Victoria. Por eso envió a Aníbal a poner la cara. Con el objeto de marcar la cancha. Para transmitirle un mensaje. Para sugerirle que de acá a octubre su capacidad de daño sigue intacta. Y que no va a tolerar que su manera de hacer política ponga el peligro el proyecto de Néstor y de ella misma. Para colmo, el jefe de gabinete entró en la misma lógica.
En las últimas horas le mandó a decir al gobernador que no se va a esconder durante la campaña, que no interrumpirá sus declaraciones diarias en la explanada de la Casa Rosada y que todavía espera una explicación lógica de cómo el equipo de Periodismo para Todos ingresó varias veces al establecimiento penitenciario desde el que el condenado Martín Lanatta lo acusó de asesino y narcotraficante.
El jefe de gabinete de Scioli, Alberto Pérez, trabaja a destajo para sanar las heridas que dejó la interna y le prometió a Fernández que tanto Fernando Espinoza como Julián Domínguez volverían a "caminar" el territorio para evitar que sus votos se vayan a Felipe Solá o María Eugenia Vidal. Contra el ataque de Cristina y Aníbal, Scioli y su equipo de campaña tienen un plan: atraer los votos de los argentinos que ya lo suponen ganador. Se trata de un corte bien transversal, entre los que están incluidos los votantes de todas las clases sociales, de La Quiaca a Tierra del Fuego. Ellos aceptan que el viaje del gobernador a Italia pudo haber diluido en parte el efecto arrastre, pero están seguros de que cuando bajen las aguas de los distritos más anegados la figura de Daniel volverá a emerger por encima de la de Macri y la de Massa. Scioli no está enojado con Cristina. Es más.
En el fondo cree que esas diferencias lo acercan más a los argentinos de clase media y clase media alta que están hartos del autoritarismo y la prepotencia de la Presidenta. Con el que se enojó de verdad es con Macri. El gobernador considera un ataque personal y un golpe bajo de parte de su amigo, el haber convocado una conferencia de prensa y ofrecer ayuda a los distritos de la provincia de Buenos Aires mientras regresaba desde Roma a la Argentina a toda velocidad.
El jefe de gobierno de la Ciudad no lo mencionó con nombre y apellido, pero dejó bien en claro que mientras durante su gestión se hicieron las obras necesarias para evitar más inundaciones, en la provincia no habían invertido lo suficiente ni activado los alertas tempranos. "¡Scioli, no te vayas! ¡Quedate y hacé las obras que se necesitan!" le gritó más de una vez el primer candidato a diputado nacional por el Cambiemos en la provincia, Fernando Niembro, y el equipo de Comunicación del gobernador se enfureció. También quienes asesoran a Macri le pidieron que ya no sea tan elegante. "Mauricio: si vos criticás sus políticas pero no lo nombrás se nos alejan los antikirchneristas más duros, y ahora los necesitamos más que nunca", le explicaron, desde la mesa chica, los que cuentan los votos de a uno.
Ellos no están pensando en un gran acuerdo con el Frente Renovador para que Massa se baje de su candidatura. Están pensando, más bien, en compromisos distritales para apoyar a los candidatos a intendentes que estén más cerca de ganar en su ciudad. Como si las PASO en la provincia hubieran funcionado como la interna de un espacio común. También trabajan en un documento programático que sirva para enviar a la sociedad una señal de que Cambiemos y UNA estarían dispuestos a gobernar juntos para corregir los graves errores institucionales y económicos que le achacan al gobierno nacional. Macri, Massa, José Manuel de la Sota y Ernesto Sanz esperan los resultados de las encuestas que se conocerán en dos semanas para saber dónde están parados, barajar y dar de nuevo. "¿Otra vez el círculo rojo con el latiguillo de que Scioli ya ganó? Me gustaría saber qué van a decir cuando en octubre sea Mauricio el que esté al borde de ganar en primera vuelta", me despidió, muy optimista, un dirigente del gobierno porteño que habla todos los días con Macri.