Sería un error considerar que Daniel Scioli se salió con la suya para llegar a ser el único candidato presidencial del Frente para la Victoria, cuando debió admitir a un compañero de fórmula que no estaba en sus planes originales y deberá aceptar un pliego de condiciones de la Presidenta que incluirá una lista de diputados nacionales kirchneristas de paladar negro. Pero también sería equivocado afirmar que Cristina Kirchner ha terminado sometiendo a Scioli y ratificando absolutamente su liderazgo sin concesión alguna.
En un momento como el actual, en el que el cristinismo maneja la agenda política y parece controlar hasta el último resorte de poder, no puede dejar de llamar la atención que la primera mandataria haya tenido que rendirse ante la candidatura presidencial de un conservador popular, heredero de la cultura menemista, como Scioli, por la sencilla razón de que el oficialismo no pudiera crear en 12 años otro candidato con mayor intención de voto.
La primera reflexión que puede hacerse sobre el ungimiento del actual gobernador bonaerense como sucesor de Cristina es que si la fracción gobernante debió recurrir a Scioli es porque el modelo kirchnerista no está tan bien como señala el relato oficial.
Queda claro que la Presidenta no está dispuesta a arriesgarse a un traspié electoral ni a ser acusada de mariscal de la derrota. También, que no piensa facilitarle el camino a una alianza encabezada por Mauricio Macri, que pueda promover, con la presencia de Elisa Carrió, una potencial comisión que investigue delitos de corrupción del actual gobierno.
Un segundo aspecto de las últimas noticias en materia electoral ofrece otro signo de deterioro del liderazgo presidencial. Lo constituye el inesperado hecho de la negativa de Florencio Randazzo a la sugerencia de Cristina Kirchner de que se postulara a la gobernación bonaerense, carrera en la cual, según le confió la jefa del Estado, le podía ir muy bien.
El rechazo de Randazzo a ser precandidato presidencial frente a Scioli, tras el virtual apoyo presidencial a éste que significaba la nominación de Carlos Zannini como su compañero de fórmula, y también su negativa a convertirse en el único candidato del Frente para la Victoria a la gobernación provincial sorprendieron dentro y fuera del oficialismo. Su gesto habría amargado a Cristina Kirchner; no por nada, alguna vez, el propio Zannini llegó a decir que "a la Presidenta se la escucha y no se le discute".
A tal punto sorprendió la posición elegida por Randazzo que, de la noche a la mañana, el ministro del Interior y de Transporte pasó a transformarse en héroe de la oposición. No era para menos: hay que hacer mucha memoria para recordar a un funcionario que le diga que no a la Presidenta.
Es probable que las furibundas críticas que recibió ayer la primera mandataria en las redes sociales de parte de supuestos militantes vinculados con Randazzo hayan obligado a la Presidenta a indicarle al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, que señalara expresamente, en la conferencia de prensa ofrecida anoche, que Cristina Kirchner no ha cerrado la posibilidad de que "quien tenga vocación por participar" pueda presentarse como precandidato a gobernador o a presidente de la Nación antes del cierre de presentación de listas de mañana a medianoche.
Un dato adicional es que, con su opción, la Presidenta puso en un aprieto a muchos de sus acólitos que hasta no hace mucho denigraban a quien ahora es su candidato presidencial. La lista de dirigentes políticos, sociales, de derechos humanos y de comunicadores oficialistas es muy larga
Del lado de Scioli, su pedido de que no lo subestimen es comprensible, aunque no despejará dudas. Es cierto que en política se hace casi siempre lo que se puede y casi nunca lo que se quiere. Pero Scioli no podrá subestimar a quienes aspiran a condicionarlo desde el cristinismo si llegase a la Casa Rosada.