Contraste llamativo en las elecciones de ayer. La contundente reelección del ex kirchnerista y ex massista Alberto Weretilneck, en Río Negro, sobre el senador ultraoficialista Miguel Pichetto subrayó todavía más el resultado infartante de Santa Fe: un triple empate que encierra, en el matiz de pocos miles de votos, enormes consecuencias para la escena nacional.
La diferencia de unos 2000 votos entre Miguel Lifschitz y Miguel Del Sel, en una elección en la que quedaron sin resolverse casi 57.000 sufragios, demorará el resultado final hasta el escrutinio definitivo, como anoche advirtieron Mauricio Macri, el peronista Omar Perotti y el director nacional electoral, Alejandro Tullio.
En esa distancia ínfima entre Lifschitz y Del Sel, de Pro, anida la posibilidad de que el partido de Hermes Binner conserve el distrito que administró por años. Una base indispensable para Margarita Stolbizer. Para Pro, el desenlace tiene un significado territorial similar. Aunque, incluso cuando no capturara otra provincia, la performance de Del Sel confirmaría que Macri puede aspirar a un respaldo importante entre los santafecinos.
Lifschitz y Del Sel repitieron el final reñido que habían tenido sus agrupaciones en las primarias, cuando se distanciaron por 3400 votos.
La sorpresa de anoche la ofreció Perotti, quien salió tercero pero con 147.000 votos más que los que había sacado en las PASO. Un progreso que ayudará a Cristina Kirchner pero, sobre todo, a Daniel Scioli, su principal aliado, a atenuar la frustración santafesina. Y también una lección, tal vez tardía, para Sergio Massa: Perotti evitó una polarización que parecía fatal.
Las elecciones de ayer reforzaron varios rasgos que parecen inamovibles en la política argentina. De nuevo aparecen dos países, diferenciados por la complejidad del tejido económico y social y por sus distintas vinculaciones con el Estado. El kirchnerismo tiene enormes dificultades para imponerse en las regiones donde prevalecen los aportantes de impuestos. Las mismas que presentan las fuerzas de oposición para hacer pie en aquellas en las que predominan los consumidores de impuestos, condenados a depender de un subsidio para poder sobrevivir. Esta distinción, que estuvo siempre sugerida, se ha vuelto más marcada. Como si la Argentina tendiera a ser Brasil, donde Norte y Sur votan enfrentados. Es la fisonomía electoral del populismo.
En Santa Fe y Río Negro predominan las capas medias urbanas y rurales. Perotti hizo una buena elección, pero no consiguió la hazaña de salir segundo. A pesar de que fue el candidato que más venía creciendo en las encuestas y de que representa al entramado productivo que hace centro en Rafaela. Pichetto fue arrasado.
La Presidenta y sus candidatos pueden leer los cómputos de anoche de un modo mucho más alentador. Quien controla el Estado disfruta de una ventaja descomunal. Weretilneck ganó por el 53,4% y dejó a Pichetto a 20 puntos de distancia. Y en Santa Fe el candidato más votado fue el gobernador, Antonio Bonfatti, que compitió por una diputación provincial. Del Sel y Pichetto enfrentaron a los gobiernos de sus provincias con la considerable masa de recursos que les proveen sus partidos. Pero, aun así, descubrieron que hoy el Estado, en todos sus niveles, ejerce un oligopolio de poder. Una lección para Macri y su aventura de enfrentar a Goliat siendo más y más David. La receta que ensaya Martín Lousteau en la ciudad de Macri.
El socialismo santafecino logró una excelente elección, cuyo triunfo se atribuía anoche por un puñado de votos. Los herederos de Juan B. Justo desean que su éxito sea visto como el triunfo de un proyecto colectivo frente al qualunquismo de Del Sel, presentado como una versión duranbarbesca de Beppe Grillo. Los socialistas demostraron que esa contraposición puede inspirarles una intolerancia reñida con el pluralismo: el gobierno de Santa Fe utilizó todos sus medios para triturar la imagen de Del Sel.
El candidato de Pro, que con alrededor de 1400 votos menos que Lifschitz también se adjudicaba el triunfo, se benefició con el desgaste del aparato al que desafiaba. Su figura alentó la fantasía de que las miserias de la política pueden ser redimidas con una racionalidad ajena a la política. Una propuesta más ligada al marketing que a su propia realidad. Del Sel sumó a su campaña a Carlos Reutemann, quien, como de costumbre, hizo lo justo. También llevó como vice a Jorge Boasso, un radical disidente. Y se sostuvo en una red de sindicatos entre los que están UPCN, camioneros, gastronómicos, plásticos y rurales. Una demostración de que, según sea el distrito y la ocasión, para el macrismo el PJ es un activo saludable. A propósito: sumando al candidato de Massa, Oscar Martínez (3,66%), ¿Pro no se habría quedado con la provincia sin discusión alguna?
Sin embargo, el principal aliado de Del Sel fue la boleta única, que permite a los candidatos prescindir del arrastre de sus propias maquinarias territoriales, sería imposible para Pro alcanzar los resultados de anoche.
En Río Negro cayó Pichetto, el rostro del oficialismo en el Senado y, acaso, su principal figura en la Patagonia desde que los Kirchner se volvieron bonaerenses. Arrasó el gobernador Weretilneck, cuya capacidad de supervivencia frente a la adversidad electoral sorprendería a Darwin. Procedente del Frente Grande, se ofreció como súbdito leal a la Casa Rosada apenas falleció, a manos de su esposa, el peronista Carlos Soria. Cuando advirtió que el malhumor de los rionegrinos con el Gobierno podía alcanzarlo a él, Weretilneck fluyó hacia Sergio Massa. Pionero en detectar la caída de Massa, cuando se verificó, él ya estaba afuera. Desde anoche se revestirá de otra identidad: un líder provincial autónomo que, al estilo de su vecino Jorge Sapag, negociará su apoyo con el candidato que le ofrezca el mejor horizonte.
La derrota de Pichetto es la de Cristina Kirchner, quien lo promovió a través de la cadena nacional. Pero también es un fracaso de Daniel Scioli, que visitó dos veces la provincia para auxiliarlo y, por si no alcanzara, envió a Karina Rabolini. El senador pagó el desgaste general del oficialismo, pero también debió afrontar algunos conflictos específicos de los rionegrinos con la administración central. El más enojoso se origina en el derrumbe de la fruticultura del valle del Río Negro, asfixiada por el retraso cambiario y las retenciones a las exportaciones. Un cuadro que se reitera en todas las economías regionales.
Weretilneck, en cambio, imitó al kirchnerismo en lo que tiene de astuto. Destinó 250 millones de pesos de los ingresos extraordinarios por renegociación de contratos petroleros a hacer obras y financiar una estructura electoral.
En Río Negro se representó también una escena de otro duelo de alcance nacional. El Frente Progresista de Stolbizer, representado por Magdalena Odarda, se impuso con el 10% de los votos a la UCR que postuló a Horacio Massaccesi y obtuvo un 3,4%.