A partir de ese momento el panorama comenzó a cambiar y las exportaciones argentinas se contrajeron desde un máximo de US$ 84.009 millones en dicho año, hasta un nivel de US$ 72.015 millones en 2014.
Esta caída es producto de un importante descenso en los precios de los productos primarios y agroindustriales que la Argentina exporta, de la prolongación de la crisis internacional, del ingreso de Brasil en una etapa de recesión y de la pérdida de competitividad de la producción nacional.
En la primera etapa posconvertibilidad las cantidades exportadas y los respectivos precios se movieron de manera ascendente en forma simultánea. El crecimiento de la oferta exportable argentina a causa, básicamente, de la mayor competitividad generada por la devaluación de 2002, se combinó con el ciclo ascendente de los precios de los productos primarios y agroindustriales.
A partir de 2007 las cantidades globales exportadas por la Argentina pasaron por momentos de estancamiento o declinación y, finalmente, tomaron un sendero continuamente descendente a partir de 2011.
Los precios promedio de los productos exportados, en cambio, siguieron una trayectoria ascendente hasta 2011/2012 y luego, también comenzaron a descender.
En consecuencia, el momento en que nos encontramos es de caída simultánea de precios y cantidades exportadas.
Con relación a los niveles de 2011, los precios promedio de exportación se encuentran por debajo en las siguientes magnitudes: carne bovina -24%; lácteos -35%; trigo, maíz y soja entre -20% y -30%; aceite de soja: -40%. Este panorama no parece llamado a revertirse en el futuro.
En el corto plazo, por añadidura, no puede avizorarse una recuperación de la economía mundial ni de nuestro vecino Brasil.
En consecuencia, con nuestra actual estructura productiva no se puede esperar un ascenso, a corto plazo, del flujo de exportaciones.
En ese contexto, la competitividad se convierte en un elemento central. En realidad, virtualmente el único, sobre el cual las políticas nacionales pueden influir.
Un tipo de cambio extraordinariamente competitivo fue erosionado por más de ocho años de inflación, conduciéndonos, una vez más, a un nivel de costos internos incompatible con una presencia vigorosa en los mercados externos.
Las tasas de interés elevadas, salvo la porción promocionada por el Estado, y la inexistencia de crédito a largo plazo alejan la inversión. El aislamiento internacional de la Argentina opera en el mismo sentido.
La lista de factores que afectan la competitividad de la producción argentina es extensa e incluye, desde luego, una excesiva carga tributaria nacional.
El resultado está a la vista. En los primeros cuatro meses de este año el saldo comercial externo fue de tan solo 420 millones de dólares. En el mismo período el año pasado había sido de US$ 975 millones, en 2013 fue de US$2.494 millones y en 2012 de US$ 4.743 millones.
Revertir esta situación será una tarea impostergable del próximo gobierno.
Por Jorge Todesca - Economista. Director de Finsoport Consultores Económicos.