MAR DEL PLATA.- ¿Qué cosecha querés? La pregunta no es de un bodeguero mendocino que ofrece orgulloso una de sus botellas de vino, sino la de un productor triguero del sur bonaerense que mira apesadumbrado los silos bolsas que no pudo vender. La imagen que corrió con humor entre los participantes del último congreso "A Todo Trigo" que se realizó en Mar del Plata sirve para entender la falta de entusiasmo para sembrar el trigo de la nueva campaña.
Después de ocho años de políticas de fuerte intervención, el cultivo y toda su cadena de valor ya son un caso de laboratorio. Como ninguna otra actividad productiva está jugando en el límite de su capacidad de resistencia. Hay muchos indicadores que así lo demuestran. El más conocido es que las retenciones efectivas que sufrió el cultivo rondaron el 50%. Pero para entender cabalmente el nivel de expoliación que sufrió el sector vale el trabajo que realizó Raúl Dente, asesor de la Federación de Acopiadores, que demuestra que el sistema, al que calificó como "perversamente ineficaz e inequitativo", les quitó a los productores en ocho campañas 35,5 millones de toneladas. En igual lapso el consumo total de trigo fue de 37,7 millones de toneladas, es decir, los productores podrían haber regalado todo el trigo a los consumidores.
El sistema que sustrajo estos recursos de la producción hasta provocarle el quebranto y la falta de liquidez sigue vigente. Por lo que no es una sorpresa que la superficie sembrada vaya a caer con respecto a la del año pasado. Por ahora, la baja sería de por lo menos un 10%, según las estimaciones que circulan informalmente. Pero podría ser mayor, superando las 350.000 hectáreas.
A la caída de la superficie se debe sumar lo que se invertirá en el cultivo, que también seguirá cayendo. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires ya lo viene advirtiendo en sus relevamientos entre los productores. Son cada vez menos los que apuestan por el paquete de técnicas de alto nivel (28% de los productores en el último relevamiento) y más los que apuestan por lo más barato y de menor nivel (36% de los productores). Todo indica que esta tendencia se agudizará durante esta campaña.
De todas formas, y en tiempo de descuento, todavía quedan algunos productores que mantienen la decisión de siembra en el aire. Sobre sus cabezas pugnan los argumentos de la política, la agronomía, la economía, las finanzas de la empresa y hasta de los factores anímicos, quizá como nunca antes.
En opinión de especialistas consultados en "A Todo Trigo" estos factores pesan, pero al ser un año electoral la política juega el papel más determinante en la ecuación del cultivo. Un cambio de reglas a cosecha significa devaluar el peso, la quita total o parcial del 23% de retenciones y la eliminación del sistema de ROE. Es pasar del quebranto a la renta. Los 144 dólares la tonelada que cotiza el término de enero puede transformarse en 170 o quizá 200 dólares. Si gana la oposición este escenario es el más probable, según lo que afirmaron en Mar del Plata los referentes agropecuarios de Pro y del Frente Renovador, Guillermo "Willy" Bernaudo y Carlos Garetto, respectivamente. En cambio, si gana el oficialismo, con Daniel Scioli, las probabilidades de cambios son mucho menores.
El interrogante está abierto. Pero la sola posibilidad de que ocurra otra dirección en la política hace que el negocio sea necesariamente evaluado desde una perspectiva mayor. La película del trigo, con todas sus potencialidades, comienza a atraer algo más de atención que la pobrísima foto de la actualidad. Es lo que razonaban, y también predicaban, a lo largo de las jornadas del congreso, los presidentes de Argentrigo, Matías Ferreccio, y de la Federación de Acopiadores, Fernando Rivara. "Hay que saber esperar, tener la paciencia necesaria y manejar el riesgo", fue el mensaje de los dirigentes. En este sentido, la recomendación del consultor Enrique Erize, de Nóvitas, fue no vender trigo y financiarse con la soja. "Hay que hacer un puente a la espera de mejores precios, porque este es el peor año de los últimos cuatro, pero muy probablemente sea el peor de los próximos cuatro."
De ver sólo la foto, la siembra del trigo se restringiría en esta campaña a los campos con fletes no mayores a los 200 kilómetros. Sin embargo, la decisión de sembrar el trigo supone no sólo superar las dudas que impone la política sino el hecho de apostar al cultivo con los bolsillos vacíos. El grado de iliquidez ya no se puede disimular. La falta de plata es la que pone a prueba a buena parte de la agronomía. A pesar de que hay muchísima información disponible con libretos productivos muy confiables, como se pudo observar en los paneles técnicos del congreso, el negocio está en terapia intensiva. Esto plantea una fuerte contradicción entre lo que se debe hacer y lo que en definitiva se puede llegar hacer. ¿Cuántas empresas pueden bancar una rotación adecuada? "Menos trigo es menos cobertura, menos materia orgánica, peores estados nutricionales de los cultivos, más resistencias y más costos", afirmó Jorge González Montaner. No puede haber un mayor consenso entre los productores y técnicos de ver al trigo como un gran y necesario aliado de la sustentabilidad. Sin embargo, la evidencia demuestra que este papel protagónico se sigue postergando.
Con el fenómeno de las inundaciones que se vienen repitiendo en distintas regiones de la pampa húmeda, Esteban Jobbágy, investigador del Conicet, encontró para el trigo otro rol a desempeñar. En el trabajo que expuso en el congreso, reconoció "el papel estratégico que tienen los cultivos de invierno sobre la regulación hídrica regional y su impacto en la productividad".
El clima también es un factor que juega en la decisión. Las napas altas no dejan de ser una tentación para sembrar un cultivo que juega buena parte de su desarrollo con las reservas de agua acumuladas en el suelo. Para aprovechar esta circunstancia se plantearon modelos defensivos que buscan ahorrar 30 dólares por hectárea bajando dosis de fósforo y densidad de plantas. El único interrogante son las mayores temperaturas que puedan ocurrir durante el ciclo.
"A Todo Trigo" dejó como conclusión que el cultivo no es una excepción a las leyes del movimiento pendular: nada se puede mantener eternamente en un extremo. Ni el trigo.