En la última edición de A Todo Trigo, que terminó hace unos días en Mar del Plata, se advirtió que el repliegue del trigo durante las últimas campañas, una consecuencia lógica de las políticas comerciales que desalentaron el cultivo, no solo implicó menor sustentabilidad, también impactó en la estructura económica de las empresas agropecuarias y en la lucha contra un problema que crece: la resistencia de las malezas al glifosato y a otros herbicidas.
“Menos trigo es menos cobertura, menos materia orgánica, peores estados nutricionales de los cultivos, más resistencias y más costos”, dijo el asesor CREA Jorge González Montaner, al analizar los escenarios técnicos y económicos de la próxima campaña triguera junto al especialista Gustavo Duarte.
El asesor advirtió que el sistema está en crisis. “En la Argentina venimos con una participación creciente de soja y decreciente de cereales, muy potenciado por lo político, aunque el Gobierno no sea el único responsable. Y eso refleja que es un problema sacar el trigo de la rotación, ya que es un cultivo que es generador de servicios”, insistió.
Montaner le pidió a los productores que piensen alternativas considerando todo el esquema agronómico, en el que el trigo debe jugar un rol clave. “Nos quedamos esperando a ver cuál será la nueva molécula. Si no abordamos el problema de nuestro sistema vamos a volver a caer en una nueva necesidad de producto”, avisó.Para que los planteos sean más viables, dijo que es necesario revisar el costo y los plazos de los arrendamientos, ya que la superficie bajo alquiler representa el 60% del área sembrada. “Nadie puede planificar nada si el alquiler es anual. Además de la renta inmediata, nos mata la rentabilidad. Tiene que haber una caída en los precios de los alquileres. El negocio está prácticamente quebrado para cualquiera de las actividades”, advirtió.
En su disertación, Duarte reconoció que en el escenario actual solo le cierran los números a los productores que están a menos de 150 kilómetros de los puertos. A una distancia mayor, hasta 300 kilómetros, la ecuación es positiva solamente si el campo es propio. “Y en regiones como la Pampa Arenosa es totalmente inviable por una cuestión de costos. De hecho, el grado de representatividad que el cultivo tiene en esa zona apenas alcanza el 10% entre trigo y cebada”, contó.
Para Duarte, el camino es hacer del cultivo una oportunidad. La calidad es el nicho que aún no ha sido evaluado ni profundizado por los productores. “Es es un tema importante porque en una situación de mercados contraídos la calidad puede ser una excelente opción para que los productores capturen valor”, aseguró el especialista, quien coincidió con Montaner en que para la sostenibilidad, el trigo es un aliado que no hay que olvidar, “salvo que encontremos otra forma de meter carbono en el sistema”.
En el congreso, Pablo Abbate, técnico del INTA Balcarce, dijo que en los últimos quince años se viene registrando un deterioro de los distintos factores que definen la calidad de los granos de trigo, a pesar de que la proporción destinada a la molienda pasó del 40% al 60%. “Si la expectativa de siembra de trigo es baja, conviene buscar la calidad que demanda el molino más cercano. El rendimiento de los cultivares actuales, además, no se relaciona con los grupos de calidad, por lo tanto se pueden elegir semillas que combinen buen rendimiento y buena calidad”, recomendó.
El asesor Pablo Calviño aportó que la planificación es la etapa de mayor peso en el éxito del cultivo. “Se puede obtener rinde y calidad, ya que contamos con herramientas para lograrlo, pero el éxito va a venir de la mano de utilizarlas junto con tecnologías de procesos”, concluyó.