Salvo en el supuesto de que en el curso de las próximas semanas la fiscal Viviana Fein, o quien fuese, lograsen develar el misterio en torno de la  muerte  de  Alberto  Nisman,  el  tema perderá interés  hasta prácticamente  desaparecer  de  las  portadas  de  los  diarios,  de  las  pantallas  de  televisión y  de  la consideración  pública.  No  otra  cosa  sucedió con Cabezas,  el comodoro Etchegoyen y María Lourdes DiNatale.

Lo expresado  antes  no  es  una  especulación  cínica  ni tampoco la  reflexión  del pesimista por naturaleza respecto de los vicios argentinos. Es un anticipo deducido menos por  iluminación  del  espíritu que tomando  en  consideración  cómo  funciona  nuestra sociedad. Conmocionada hasta las lágrimas ni bien se enteró de la defunción de Nisman, apenas se hizo  presente  cuando  debió  manifestarse  masivamente en  las  calles,  para  repudiar  cuanto  había sucedido.  Un  día  se  rasga  las  vestiduras  predicando  su  fastidio  y  al  otro  día  viaja a  los tradicionales lugares de verano como si tal cosa, olvidándose del tema.

Nunca nos enteraremos de lo que aconteció entre el 17 y 18 de enero pasados en el departamento  del  fiscal  que  había  levantado —contra  Cristina  Fernández  y  Héctor Timerman, básicamente una acusación tremebundade encubrimiento. Entre otras razones porque estamos en un paíssin instituciones sólidas y con un Estado tan extendido y elefantiásico como ineficiente.

Basta prestar atención a las andanzas y declaraciones del secretario de Seguridad, Sergio Berni; a la desaparición de la escena de la ministro, María Cecilia Rodríguez; ya las declaraciones de la presidente  y  de  los  custodios  de  Nisman,  para  darnos  cuenta  que, con  semejantes  funcionarios, determinar  si  fue suicidio  o  asesinato  resulta literalmente imposible.  La  chapucería  e improvisación, entre nosotros, siempre se hallan a la orden del día. No son características novedosas traídas por el kirchnerismo. En absoluto. Vienen de lejos y ninguna de todas las administraciones que nos tocaron en suerte soportar desde 1945 a la fecha está libre de culpa.

Cuando  estalló  el  coche  bomba  en  el  edificio  de  la  AMIA  todo  fue  confusión  e improvisación. En  esas  primeras  horas,  inmediatamente  después  del  atentado,  los servicios  de inteligencia y las fuerzas de seguridad que se hicieron presentes actuaron a tontas y a locas. Sin quererlo  y  por  su  propia  torpeza,  borraron  pruebas  para  siempre.  Si  a  eso  se  le  suma  la inconcebible falta de pericia de la investigación judicial —tanto en el caso de la embajada israelí como en el de la mutual judía—no es de extrañar que, a veintitrés años del primer hecho y veinte del segundo, todavía sigamos en ayunas respecto de sus responsables.

Conclusión: 1) nunca sabremos, a ciencia cierta, si Alberto Nisman se mató o si lo mataron  y  2)  las  repercusiones se  apagarán  a  medida  que  pasen  los  días.  Pero  aun  siendo  esto cierto, nadie podría negar que el hecho generó una serie de consecuenciasaquí y en el mundo.

Desde  el  punto  de  vista  del análisis  es  cuanto  nos  interesa. Se  trata  de  no  perder  de  vista  los efectos que ha producido la muerte del fiscal en términos políticos. Y en ese orden, el daño que le ha producido al gobierno es irreparable. Lo demás —estoes, las contradicciones flagrantes entre la  Fernández  y  Berni,  las  increíbles  diferencias  entre  los  testimonios  de  los  custodios,  los pasadizos secretos, las huellas digitales, las escuchas y las cerraduras—hay que dejarlo en manos de los expertos, si es que existen en el país. Emulara Agatha Christie y a Poirot es poco serio.

A  todo  esto,  ¿qué  opina  la  gente?  Según  la  consultora  IPSOS Mora  y  Araujo 70% considera que no fue un suicidio y que el caso quedará impune. Asimismo, 80 % de la población cree que es seria la denuncia del fiscal, contra Cristina Kirchner y el canciller Héctor Timerman por encubrir  a  Irán  en  el  atentado  a  la  AMIA  a  cambio  de  relaciones  comerciales.  No  es  todo.

Además de reprobar el tratamiento que el gobierno le está dando al asunto en una segunda encuesta aparece una minoría importante nada menos que 20 % de los encuestados que  sindica  a  la  administración  de  Cristina  Fernández  como  responsable  de  la muerte de Nisman.

En medio de esta situación, en febrero se desempolvarán las causas judiciales que la feria estival, como todos los años, paralizó por espacio de treinta días. Si damos fe a cuanto se repite en los corrillos de Comodoro Py, no sería de extrañar que en elcurso de este mes desfilasen por los juzgados federales con asiento en esa calle del barrio de  Retiro  el  vicepresidente  de  la  República,  Amado  Boudou;  el  principal  socio  económico  del matrimonio Kirchner, Lázaro Báez; y el hijo mayor de la jefe de Estado, Máximo.

Los tiempos de la justicia en la Argentina pueden,  según  los  casos,  favorecer  o  perjudicar  a  los  acusados.  No  se  necesita demasiada  ciencia  para  darse  cuenta  de  que, en  el  caso  de  los  funcionarios  gubernamentales sospechados  de  corrupción  o  encubrimiento  y  de  sus  cómplices,  la  posibilidad  de  contar  con magistrados  como  Norberto  Oyarbide  se  hace  más  difícil  a  medida  que  se  acerca  el  final  del mandato.

Los problemas que hoy preocupan a Cristina Fernández, después del 11 de diciembre se transformarán  en  verdaderas  pesadillas.  Sencillamente  porque  para  ella  se  habrá  acabado  la impunidad.

Más  allá  de  la  causa  Nisman  y  de  qué  tan  cerca  o  lejos  se  hallen  Amado  Boudou, Lázaro Báez  y  Máximo  Kirchner  de  ser  indagados  judicialmente,  la  carrera  presidencial  ha entrado en su fase final o poco menos. Es cierto que todavía no han sido oficializadas las alianzas; confirmadas  las  candidaturas;  definidos  los  compañeros  de  fórmula  de  Massa,  Macri  y  Scioli; cerrados los eventuales acuerdos que puedan tejerse entre la UCR, el PRO y el FR y substanciadas las PASO. Pero, en atención a que la fecha límite para presentar las listas y fórmulas nacionales es el 30 de junio, los próximos cinco meses serán decisivos.

La  primera  encuesta  seria  conocida  luego  de  la  muerte  de  Nisman —la  de  Carlos Fara—registra en GBA y CABA un descenso importante del gobernador de Buenos Aires y un repunte del jefe del Frente Renovador, con Mauricio Macri ubicado como el segundo con mayor intención  de  voto  detrás  del  de  Tigre.  Por  supuesto,  la  muestra  dista  de  ser  definitiva  pero anticiparía algo que parece haberse instalado luego del torpe manejo del gobierno en punto al caso Nisman: una caída en picada de la imagen deCristina Fernández que castiga también a Scioli en términos  de  su  intención  de  voto.  No  es  la  primera  vez  que  algo  así  sucede,  seguido de una recuperación del terreno perdido tanto por la presidente como por el mandatario bonaerense. De modo tal que conviene ser cautos en las proyecciones.

Ninguno  de  los  tres  presidenciables  está  en  condiciones  de  descuidarse. El  virtual empate  técnico  que  existe  entre  ellos,  al  menos  en  términos  de  la  primera  vuelta,  los  obliga  a pensar seriamente en tres cosas: 1) los posibles candidatos a vicepresidentes que pueden aportar tres  o  cuatro  puntos  claves  (si  Massa,  por  ejemplo,  logra  convencer  a  De  la  Sota  para  que  lo acompañe en la boleta electoral) o significar un salvavidas de plomo (si, por ejemplo, a Scioli lo obligan  a  ir  junto  a  Kicillof  o  a  Alicia  Kirchner);  2)  las  alianzas  que  puedan  forjarse  a  nivel provincial y —sobre todo—nacional, directamente vinculadas, en cuanto hace al PRO y al FR, a la  decisión  de  la  Convención  de  la  UCR  que  se  reunirá  a  mediados  de  marzo  en  la  ciudad  de Gualeguaychú;  y  3)  las  propuestas  de  gobierno  que,  de  momento,  brillan  por  su  ausencia.

El tic-tac vale para todos.