“Las acusaciones que la presidente enderezó contra “la patria judicial” y contra la parte de la sociedad que confluyó en la marcha en homenaje al fiscal Alberto Nisman el pasado miércoles 18 no hicieron más que confirmar, por si faltasen pruebas, no sólo el grado de su desequilibrio emocional sino también el nivel de beligerancia al que ella y sus  íntimos  están  dispuestos  a  llegar. Como escribimos  la  semana  pasada,  caben  dos posibilidades: que lo dicho sea tan sólo un capítulo más de un discurso que el Ejecutivo repite incesantemente desde hace años o que sea el anticipo —como sostienen algunos— de la puesta en marcha de un autogolpe. Aun cuando sólo fue lo primero, igual de grave es”, aseguraron los analistas políticos Vicente Massot y Agustín Monteverde en su informe semanal.

Está  claro  que  a  los  K  les  cuesta  trabajo  asimilar  la  idea  de  que  deberán  abandonar  el poder en diciembre. No terminan de aceptar una realidad que no admite discusión y entonces, en su desesperación o miedo, reaccionan de manera desfogada. En ese espacio no hay lugar para el disenso. Sus personalidades más representativas —desde Carlos Zannini a Daniel Scioli, pasando por Julio De Vido, Waldo de Pedro, Axel Kicillof, Carlos Kunkel y tantos otros, además de los intelectuales de Carta Abiertay los periodistas de Página 12— entonan, de manera monocorde, una  letanía en  clave  cristinista  que,  aunque repetida,  no  parece  cansarles.

Acerca del miércoles 18, Massot y Monteverde aseguran que ya es historia. Es lógico, pues, que los movimientos en los distintos partidos no se hagan esperar. Para impedir que el kirchnerismo se alzase en los últimos comicios legislativos con un senador más, en la capital federal la siempre inquieta Elisa Carrió no trepidó en sumarlo a sus filas —electoralmente, se entiende— a Pino Solanas. Así le cerró el paso al candidato del oficialismo, Daniel Filmus, y logró sentar en la cámara de senadores al conocido cineasta, que sin su padrinazgo jamás hubiese llegado tan alto.

Asimismo, Lilita inició su acercamiento indisimulado al Pro y forjó una  alianza con  Mauricio  Macri  a  quien  en  años anteriores le había dicho de todo. Pino, por su parte, acaba de sacudir el libro de pases político y  parece decidido a acercarse a Sergio Massa.

En el mismo  momento  casi  en  que  el  director  cinematográfico amenaza asumir  la representación  del  Frente  Renovador  en  la  ciudad  de  Buenos Aires, en  Santa  Fe  Carlos Reutemann pegó un  salto  al  partido  de  Macri  y reforzó las chances de Miguel del Sel de ganar la gobernación de esa provincia. El de Tigre recibirá, si se concreta el pase, a un personaje mítico de la izquierda peronista de los setenta y perderá a un aliado que, más allá de su filiación justicialista, es uno de los políticos con mejor imagen en los sectores del centro y de la derecha en la Argentina.

Por  su  lado  José Manuel  de  la  Sota  se halla más cerca de su par bonaerense que del ex intendente de Tigre, y no sería de extrañar que acabase formalizando una alianza con Daniel Scioli, hoy el mejor posicionado de los referentes del Frente para la Victoria liderado por Cristina Fernández. Si a alguien le sonase rara  esta  danza  de saltarines, qué decir  de  Francisco  De  Narváez.

En el informe los especialistas aseguran que “ni Massa ni Macri ni Scioli están hoy en condiciones de enfrentar una elección a escala nacional. Fuertes en algunos aspectos y distritos, acusan una debilidad notable en otros”

Si Lilita llegó con un valor agregado al macrismo o si Solanas al final del día supone para Sergio Massa una ventaja o una desventaja es algo que, a esta altura del partido, no hay mortal que esté en condiciones de decirlo. Pero en términos tácticos —o sea, analizada su conveniencia hoy—el Pro necesitaba que alguien que no perteneciera a sus filas dinamitará UNEN y obligase a definirse a la UCR. La Carrió cumplió ese rol. En cuanto al Frente Renovador, supone poco menos que un suicidio presentarse en la capital con un candidato desconocido. El cineasta no piensa como Massa, de la misma manera que Carrió tampoco coincide en muchos aspectos con Macri. Aunque eso poco importa.

“Tanto Massa como Macri saben que, faltos de una organización capaz de satisfacer todos sus  requerimientos de cara a las elecciones provinciales y a  las nacionales que comenzarán en agosto, el radicalismo puede ser la tabla de salvación. En  todo  el  interior  el  radicalismo  está  en  proceso  de ebullición, decidido a jugar con Macri o con Massa. Falta ver que decide el 14 de febrero, en Gualeguaychú, la Convención Nacional”, aseguran.

Finalmente, Massot y Monteverde dicen que “es curioso lo que sucede con el más que centenario partido de Alem y de Yrigoyen ya que al borde de la extinción y sin posibilidad alguna de terciar en la carrera presidencial, se halla frente a una oportunidad de resurgir de la intrascendencia al que parecía condenado y convertirse de nuevo en un actor fundamental de la vida política”