La abrupta caída del precio del petróleo tiene consecuencias para lo inmediato, que no resultan favorables a los precios de los granos y, obviamente, de la Soja.
Con el petróleo en estos valores - nivel que podría extenderse por dos o tres años - la realidad es que la viabilidad económica de la industria aceitera dirigida a producir biocombustibles ha ingresado en un terreno incierto. La industria de biocombustibles se resiente y, en consecuencia, la demanda de soja tiende a caer.
Por si no fuera suficiente lo dicho, por el contagio del fenómeno del precio del petróleo, los precios de los demás combustibles también podrían bajar.
En este contexto, los fondos acentúan las caídas al precipitar ventas, en buena parte por una irracional salida del mercado. Para peor, aunque con marchas y contramarchas, la apreciación del dólar sigue su curso.
Esto todo malo? No. El panorama podría ser diferente una vez digerido por los mercados. Hablamos del mediano plazo.
Para lo mediato la baja del petróleo significaría una sustancial reducción de costos en el transporte, sea marítimo como fluvial y terrestre. Tal cuadro promovería una mejora en los precios de la soja. Es que, además, los países importadores de petróleo y de commodities agrícolas, tendrán mayor capacidad financiera para importar soja. Porque el petróleo les resulta más accesible.
Vale mirar también a nuestro país, recordemos que el combustible representa un costo enorme no solo en el transporte, sino también en la producción y la cosecha.
Así las cosas, el lobby agrícola debería apuntar a la reducción del precio interno del gasoil. En definitiva el precio internacional del petróleo esta muy por debajo del nivel de pocos meses atrás.