Dos fuerzas actúan en contra de los valores.

Lo que está sucediendo con los combustibles en el mundo embiste contra la firmeza de los precios agrícolas.

La gran producción de petróleo en términos de la demanda del momento empuja los valores del combustible hacia abajo. Por ende, sucedáneos directos como el maíz y la soja reciben el impacto sobre sus valores.

Un elemento negativo en la formación de los valores de todos los granos es la paridad a nivel mundial del dólar respecto a las demás divisas.

Como esta moneda continúa su tendencia a la depreciación, los países cuyas monedas no son el dólar, registran una apreciación en sus divisas. Ello disminuye su capacidad de importación y, por ende, los precios de los granos se ven presionados a la baja.

Sin embargo, la tendencia general tiene una clara excepción: el trigo.

Su precio, hasta el momento, se mantiene fuera de la tónica negativa.

Presiona fuertemente a favor de su firmeza internacional, los inconvenientes de producción, derivados de las inclemencias climáticas que presentan tres grandes jugadores como Australia, Rusia y Ucrania.

La región del Mar Negro es la que está particularmente castigada. Se habla de una posible reducción de embarques en Rusia a fin de mantener su capacidad de autoabastecimiento.

Distintas noticias procedentes del Norte de Europa dan cuenta de fundados rumores sobre posibles interrupciones en el suministro del cereal por parte de este país.

Además, EE.UU. sufre acentuadas nevadas y ha tenido heladas muy tempranas que han acelerado la evolución de los trigos de invierno en desmedro de su productividad.

Estos problemas de productividad son los que mantienen la firmeza del precio del cereal. La realidad es que el valor internacional se ubica hoy en el nivel más elevado del actual semestre.

Por algo, el Concejo Internacional de Cereales acaba de disminuir su estimación de producción global 2014/15 en 1 millón de toneladas en tanto que los privados ya prevén una mayor rebaja aún.

Como se advierte, el cuadro mundial para el trigo está de parabienes. Pero quienes no lo están son los agentes del eslabón agrícola argentino.

¿La razón? La política de restricciones a la exportación quita valor al trigo en el mercado interno. No se trata ahora de falta de idoneidad por parte de la autoridades. Más bien parece un fraude.

Es que no se entiende cuál es la causa de tal dislate. Porque aún en el peor de los escenarios productivos, habría sufriente mercadería para abastecer el mercado interno, cumpliendo con la exportación en un marco de libertad de comercio.

Veamos. Si en lugar de 12 millones de toneladas, la cosecha sólo llega a 10 millones, con un carry in de más o menos 1,30 millones de toneladas, el saldo exportable sería superior a 5 millones de toneladas. Obviamente, si la cosecha fuese del nivel estimado oficialmente, tal número superaría el volumen de 7 millones de toneladas. Increíble, pero real.

A consecuencia de ello, hoy en el mercado interno, luego de deducidos los derechos de exportación (retenciones), el cereal se cotiza con un castigo de aproximadamente u$s 55 por tonelada.

Así están las cosas. El mercado interno se mueve bajo la presión de una gran oferta, pues la cosecha está en plena acción y una demanda extremadamente débil.

La debilidad proviene de la política triguera: la industria molinera se encuentra con sus necesidades relativamente satisfechas y el sector exportador ha comprado, a la fecha, más o menos el doble de mercadería que, de acuerdo a las disposiciones del Ejecutivo, podría embarcar a partir del presente mes.

Lógicamente: a río revuelto, ganancias de pescadores…