Y ese problema es: cómo va a ser considerada por la mayoría de los argentinos, de acá hasta diciembre del año que viene, en el instante en que entregue la banda presidencial. Y más aún: cómo va a ser valorada por los primeros libros de historia que hablen de ella.
La Presidenta tiene otro gran problema dentro de su grave problema original: el juez que decidió investigarla es Claudio Bonadio, el más duro e inclasificable de todos. Ni la dirigencia política ni los medios en general han terminado de comprender de manera cabal la serie de decisiones que tomó el magistrado. Significan que no va a dar marcha atrás en la investigación judicial. Al contrario. Va a agitar la causa hasta comprobar o desestimar la responsabilidad de los accionistas de la empresa Hotesur. Va a decidir, sin prisa pero sin pausa, si existen elementos para que Cristina Fernández, Lázaro Báez y Máximo Kirchner puedan ser imputados o procesados por lavado de dinero u otro delito. La jefa de Estado y sus incondicionales han reaccionado, frente a la postura de Bonadio, con el mismo acto reflejo e inapropiado de siempre: denunciándolo, acusándolo, embarrándole la cancha.
Esto demuestran que no lo conocen, o que lo conocen muy poco: si cuando recibió la denuncia de Margarita Stolbizer contra Hotesur por inconsistencias administrativas al no haber presentado los balances en tiempo y forma, Bonadio pudo haber pensado en investigar hasta ahí, ahora no queda la más mínima posibilidad de que no vaya a fondo, porque esa es su reacción instantánea cuando se siente apretado. Es decir: doblar la apuesta, para que ninguna persona a la que investiga pueda pensar que es presionable. O que no tiene lo que hay que tener. En cierto sentido, Bonadio es como la Presidenta: jamás retrocede. Ni para tomar impulso. Avanza, de frente, como una locomotora, a 200 kilómetros por hora. Pero ahora el juez cuenta con una ventaja adicional: toda la familia judicial a la que Jorge Capitanich llama corporación está de su lado. Y no solo eso. Se trata de un magistrado con la suficiente experiencia y conocimiento del derecho como para no caer en ninguna trampa que lo deje afuera de la causa que más quema.
Los amigos de Bonadio afirman que jamás le sucederá a él lo que le pasó a su colega, Daniel Rafecas, quien fue eyectado del juicio contra Amado Boudou después de chatear alegremente con el abogado defensor del vicepresidente, a quien suponía su amigo.
La caracterización que hacen los servicios de inteligencia del gobierno sobre el juez federal no es correcta. Bonadio no es un hombre del candidato a presidente Sergio Massa. Tampoco responde al gobernador de la provincia, Daniel Scioli. El primer equívoco tiene su origen en una foto de un acto académico donde el magistrado y el exintendente de Tigre aparecen juntos. Lo que pocos saben que esa imagen está mutilada. Porque al mismo tiempo, al lado de Bonadio, aparece un cuadro de La Cámpora adscripto a la agrupación Justicia Legítima. El segundo equívoco es típico de los cuadros de inteligencia que no comprenden los matices. Es verdad que Bonadio fue segundo de Carlos Corach cuando éste ocupaba la secretaría Legal y Técnica del gobierno de Carlos Menem.
También es cierto que Scioli recibe a Corach de vez en cuando. Pero más verdadero que todo eso es que Bonadio ya no responde a Corach ni tampoco a Scioli. Es más bien un lobo solitario que juega su propio juego, y siempre dentro de la ley. En cierta forma, se parece bastante a María Servini de Cubría. La jueza no ignora los tiempos políticos. Sabe dónde quedan los timbres de cada puerta. Pero no le tiembla el pulso para investigar a quien sea, aún cuando esa decisión pueda impactar en alguien a quien aprecia y admira. Servini, por ejemplo, no se va a detener hasta comprobar si los integrantes del matrimonio que crió Ignacio Guido Montoya Carlotto sabían o no sabían el verdadero origen del chico. "Lo vine haciendo desde el principio, con el primer nieto recuperado. ¿Por qué no lo voy a hacer en este caso?", se pregunta, aunque la presidenta de Abuelas, Estela de Carlotto, la haya querido recusar y le haya retirado el saludo.
Servini y Bonadio no piensan igual en todo. Pero sí en algo fundamental: ambos están convencidos de que el gobierno se quiere llevar puestos a todos los fiscales y los jueces federales que no les responden; los dos se juramentaron, junto a decenas de colegas que resisten estoicos, que harán lo que tengan que hacer, y todavía un poco más, para evitarlo. La desventaja de Cristina Fernández es que, a pesar de toda la artillería que utilizó para sacarlo de la cancha, Bonadio sigue vivito, coleando y con ganas de usar su poder de juez para llevar las cosas al terreno donde la Presidenta tiene más para perder. Y ese terreno son los detalles.
O las respuestas a preguntas sencillas. Preguntas como estás: ¿Cuál es la verdadera naturaleza del vínculo entre Báez y la familia Kirchner? ¿Cuándo Néstor y Cristina se empezaron a hacer ricos de verdad? ¿Dónde están los papeles que demuestran que el hotel Alto Calafate tenía casi plena ocupación? Las tarifas que figuran en la documentación que entregó la AFIP están infladas o son las de mercado? El expresidente nunca se caracterizó por presentar declaraciones juradas prolijas y transparentes. Es probable que Cristina Fernández tenga que seguir pagando por ese pecado original.