Un día en 2003 estaba tomando algo con unos amigos luego del partido de tenis y uno de ellos, banquero, tuvo la amabilidad de decirme que le había gustado mucho un artículo mío con una crítica que había publicado a propósito de algunas medidas que estaba adoptando el gobierno. Le agradecí y le pregunté porque ellos, por los directivos del banco, no lo decían también. Porque no salían a cuestionar a viva voz lo que se estaba haciendo. La repuesta fue algo que no me sorprendió pero sí me indignó. Me dijo: no, lo que pasa que tenemos que tener cuidado con lo que decimos. No podemos ponernos en contra al gobierno porque tenemos muchos empleados y pondríamos en riesgo su laburo si nos cierran.
Sorprenderme no me sorprendió porque a lo largo de mi vida profesional de economista de más de 30 años he visto al mismo dirigente empresarial aplaudir a Sourrouille, a Cavallo, a Machinea, a Lavagna, a Menem, a De la Rúa, a Kirchner y ahora a CF. Los tipos son aplaudidores profesionales. En realidad no son verdaderos empresarios que buscan el favor del consumidor para ganar plata, solo buscan el privilegio que les puede otorgar el gobierno de turno. Por dar un ejemplo, su negocio no es vender buenas camisas a precios competitivos, sino conseguir que el gobierno les subsidie la producción de camisas y les frene la competencia.
Ya sabemos que la gran mayoría de los empresarios y dirigentes empresariales argentinos no son tipos que se jueguen por las ideas. Conozco algunos pocos que sí se juegan, pero son contados con los dedos de la mano y los conozco desde hace años. Aunque no lo conozco personalmente, pongo en la lista a Juan José Aranguren, presidente de Shell Argentina porque, en soledad, luchó contra los atropellos del gobierno. Pero luchó cuando era complicado hacerlo. Ahora que la cosa está más complicada para el gobierno, hay mucho jarabe de pico. Hacerse el valiente ahora es fácil, la cuestión era ser valiente en el momento de esplendor k.
Pero volvamos a mi conversación del inicio de esta nota con el banquero. Hay dos temas a considerar. Uno es, ¿por qué los profesionales independientes tenemos que salir a jugarnos en la lucha por las ideas y el empresario no? ¿Acaso nosotros no corremos riesgos también? Personalmente, allá por el 2007. perdí un contrato con una empresa, no voy a decir el rubro, por decir que los precios relativos estaban distorsionados. Se suponía que me habían contratado no para decir lo que creía que iba a pasar, sino para entretener al público tipo Piñón Fijo. No me pagaban para que hiciera un análisis profesional, me pagaban para que le mintiera a la gente. Obviamente preferí seguir mi camino que rifar mi prestigio profesional por un contrato.
También puedo contar como, cuando Clarín estaba en buenas migas con el gobierno, a los que teníamos programas en el canal P&E, primero nos tiraron hacia los canales más altos y luego directamente cerraron el canal. Nos barrieron sin piedad. A propósito, al empresario que me descontinuó el contrato en 2007, poco tiempo atrás el gobierno lo persiguió sin piedad. No es que me alegra que a este falso empresario lo hayan perseguido, pero me da pie a plantear un tema que, a mi juicio, es relevante.
La pregunta es: ¿debe el empresario, las empresas o los accionistas de las empresas meterse en el tema político? No estoy hablando que hagan política partidaria, sino defender ciertos valores. Determinados principios que hacen a la calidad institucional del país.
Aquí tenemos dos opciones. Una es que el falso empresario consiga una renta extraordinaria y luego la gire al exterior. Es decir, se apropie de rentas extraordinarias en un país de baja calidad institucional y luego se lleve la plata a países con elevada calidad institucional. En ese caso, a nivel microeconómico está haciendo un buen negocio personal, pero sabiendo que destruye el país. Puede ser que, una vez destruido el país, el falso empresario se mude a un país con alta calidad institucional y viva de las rentas que obtuvo en el país de baja calidad institucional. Si ese fuera el caso no dejaría de ser un despreciable delincuente que aprovechó el robo legalizado para hacer su fortuna personal. Usó sus relaciones con el gobierno de turno para apropiarse de rentas que jamás hubiese obtenido en condiciones de libre competencia y luego se fugó con las rentas.
Pero tomemos el caso del empresario que en realidad no quiere irse del país pero considera que no debe meterse en temas políticos. ¿Le conviene a la empresa que sus directores se mantengan al margen de los desvíos del poder? En mi opinión no porque las empresas valen, entre otras cosas, por las oportunidades de crecimiento que tienen en un determinado país. Si el país tiene instituciones de buena calidad aumentan las posibilidades de crecer de la empresa y de obtener mayor rentabilidad para sus accionistas, además la empresa tiene más valor de mercado y, por lo tanto, el accionista también gana por ese lado.
Por el contrario, si el país tiene baja calidad institucional, la empresa estará sometida a las arbitrariedades del gobierno de turno, sus utilidades disminuirán o desaparecerán y el valor de la empresa caerá. ¿Qué es lo que hoy se comenta en el mundo económico? Que hay inversores del exterior que están mirando la Argentina porque consideran que una vez que termine el kircherismo el país mejorará y, por lo tanto, hoy las empresas están baratas en el caso que en el 2015 termine este nefasto régimen autoritario. Exactamente lo que acabo de describir en el párrafo anterior. En la medida que los países tengan buena calidad institucional, mejora el valor de las empresas. Puesto de otra manera, para el verdadero empresario es buen negocio luchar por tener calidad institucional. Para el oportunista que se apropia de rentas extraordinarias haciéndose pasar por empresario pero en realidad vive del lobby con el gobierno, es más negocio expoliar a los consumidores y luego girar las utilidades al exterior que ser un empresario eficiente.
Pero no es cierto que los empresarios verdaderos tengan que mantenerse al margen de los problemas institucionales y políticos de su país. Insisto, no es necesario que hagan política partidaria. Personalmente no hago política partidaria, pero si participo de la vida política del país escribiendo, yendo a programas de TV, atendiendo radios y manteniendo un portal. Lo mismo pueden hacer los empresarios. Participar criticando al gobierno cuando se violan derechos que, incluso, pueden no afectarlos en forma directa e inmediata, pero a la larga también van a ir por ellos. ¿Qué sector productivo no está hoy amenazado por el autoritarismo k? Empezaron por el campo, pero terminaron yendo por todos.
Finalmente, no encuentro ninguna razón por la cual el gran empresario ponga en juego más que un simple profesional al momento de defender las instituciones.
Personalmente estoy cansado de recibir una palmada en la espalda, que me feliciten por decir lo que pienso enfrentando al gobierno, mientras veo como ellos van contando los billetes que acumulan. Ellos hacen la guita y los profesionales independientes la guerra. Lindo negocio.
En síntesis, al momento de defender la democracia republicana, las disciplinas fiscal y monetaria y el respeto por los derechos de propiedad, nadie puede argumentar que a ellos no les toca esa responsabilidad. Grandes empresarios o profesionales independientes deberían poner en juego todo lo que tienen para defenderse del atropello autoritario y, al menos, dejar un país más racional que el que le tocó vivir a mi generación.
Si no estamos dispuesto a hacer ese esfuerzo, entonces no demos más vueltas y digamos la verdad: Argentina no tiene futuro como país y lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos es recomendarles que se vayan y busquen su futuro en otro lugar, porque acá no tenemos coraje para enfrentar a los que destrozan la Argentina.
Fuente: Economía para Todos