Ninguno de los dos pudo estar presente -por suerte para ellos- para escuchar a uno de sus ¿otrora? dilectos economistas. El premio Nobel Paul Krugman, el heterodoxo, el keynesiano. Estuvo en el país y habló en público en II Congreso Internacional de Responsabilidad Social y dijo -aunque no con estas palabras- que la Argentina una vez más repite la historia. Que si alguna vez abusó de los remedios ortodoxos, ahora se le fue la mano con la dosis de heterodoxia.
Krugman hace rato que lo dice. Que no siempre se puede emitir moneda sin respaldo para financiar déficits sin que se termine en un episodio inflacionario. El seminario fue el viernes por la tarde, pero desde la mañana ya había una nota anticipatoria en su blog en The New York Times. Que comienza (está allí todavía, http://krugman.blogs.nytimes.com/2014/11/14/inflation-truth-really/module=BlogPostTitle&version=Blog%20Main&contentCollection=Opinion&action=Click&pgtype=Blogs®ion=Body en inglés, claro) criticando a Paul Singer "el buitre", según la definición del gobierno argentino. ¿Por qué? Por decir que las estadísticas de inflación de los Estados Unidos, que dan un número muy bajo, están falsificadas.
Hasta allí todo bien. El problema es que luego el bueno de Paul se la agarró con la Argentina y contó que, ciertamente, las cifras de inflación oficial -aunque muchísimo más altas que las de los Estados Unidos- no son creíbles.
Krugman cita el trabajo de inflacionverdadera.com (fundado por Alberto Cavallo, hijo del ex ministro), que derivó nada menos que en un esquema que ahora desde el prestigiosísimo MIT permite contrastar estadísticas oficiales de precios con información de precios de millones (literalmente) de otras fuentes. El resultado es que a las cifras oficiales de los Estados Unidos les sigue dando bastante bien, para dejar a Singer sin argumentos serios, mientras que a la Argentina se la ve cada vez menos seria.
¿De quién es la culpa? Según Krugman, del exceso de gasto, del déficit fiscal financiado con impresión de dinero. ¿Se volvió partidario de los buitres? Los primeros párrafos de este artículo alejan esa sospecha tan atractiva para las conspirativas mentes kirchneristas.
¿Acaso no es Krugman el mismo que aconseja que los Estados Unidos sigan imprimiendo y con déficit para salir de la recesión? Él mismo lo aclaró en su blog: ¡obvio! Porque los Estados Unidos están en una "trampa de la liquidez" (se ruega a Kicillof releer a Keynes), que es aquel caso en el que los privados, aterrorizados del mercado y confiados en su moneda, no gastan dinero aunque se lo regalen porque creen que pronto valdrá más y los bienes y servicios, menos.
La Argentina, dijo Krugman, está en la situación contraria. Con una economía "sobrecalentada". A los privados el dinero les quema en las manos. Saben que pronto valdrá menos y los bienes y servicios, mucho más.
Lástima que cuando baje del lujoso jet el ex heterodoxo Kicillof no podrá consultar personalmente a Krugman. El economista, periodista y bloguero se volvió corriendo a los Estados Unidos para llegar con lo justo a ver unas presentaciones de su admirada Suzanne Vega y también contarlo en su blog en una interesante entrada.
Krugman no cambió súbitamente. En su libro End This Depression Now!, publicado aquí hace más de un año como ¡Acabemos ya con esta crisis!, discutió acerca de los efectos inflacionarios de la emisión monetaria. "Todo el mundo sabe que, por norma general, imprimir grandes cantidades de dinero resulta en efecto un factor inflacionario". Y explicó que sólo cuando hay trampa de liquidez no resulta así. Nada nuevo, es lo que dijo Keynes.
El equipo económico parece interesado en otras antigüedades: las que no funcionaron. Cepos, restricciones a las libertades y persecuciones.
Ayer, por intermedio de uno de sus habituales voceros de uno de los medios del aparato paraestatal, difundieron la amenaza de estatizar "un gran banco" de capital nacional al que acusan de fogonear corridas cambiarias.
Si el terror fuera la solución, hace 25 años los alemanes del Oeste habrían derribado el Muro de Berlín para huir al comunismo. Fue al revés. Los oprimidos por el terror y el totalitarismo huyeron a la libertad. La pregunta es si Kicillof no sólo dejó de ser austero y keynessiano, sino si también abandonó la democracia.