Gracias a ese encuentro se advertirán mucho mejor las posibilidades y los límites de las distintas expresiones de la oposición al kirchnerismo para constituirse en una alternativa de poder.
La cartografía política está experimentando una metamorfosis de desenlace muy incierto. El año pasado, Sergio Massa produjo un desprendimiento en el bloque oficialista. Pero Cristina Kirchner ha conseguido hasta ahora que la fisura no se expandiera a todo el edificio. El aspecto del mapa en esa zona es bastante comprensible. Fracasadas las fantasías transversales, el peronismo gobernante presenta, con variaciones mínimas, el aspecto que tenía cuando reinaban Menem o Duhalde.
El verdadero enigma sigue estando en el otro hemisferio, el del no peronismo. Allí se produjo el fenómeno más relevante de la vida pública en los últimos 13 años. Ese fenómeno no fue la emergencia de los Kirchner, sino el colapso del partido radical.
La propia vitalidad del kirchnerismo no se terminaría de entender sin la involución a la que fue sometida la UCR. El radicalismo fue durante más de un siglo el principal instrumento de intervención de las capas medias en la política nacional. Hoy su perfil se ha desdibujado aun para ese público. Pero esa retracción ha dado lugar a un relevo fragmentario. Parte de la vacancia radical fue cubierta en la Capital Federal, por Pro y la Coalición Cívica; en Santa Fe, por el socialismo; en Córdoba, por Luis Juez y, en la provincia de Buenos Aires, por Margarita Stolbizer . Sin embargo, ninguno de esos actores, y tampoco la UCR residual, fue capaz de reponer una organización que oficie de contrapunto al PJ en todo el país.
La segmentación es una restricción endemoniada para quienes aspiran a reemplazar al kirchnerismo. Esa dificultad pone en valor a la vieja estructura radical.
El radicalismo es el esqueleto sobre el que se monta UNEN . En Catamarca, Chaco, Jujuy, La Rioja, Córdoba, Mendoza, Tucumán, Santa Cruz y Tierra del Fuego ese partido tiene chances, como eje de coaliciones muy variadas, de desplazar al PJ. La verificación de este proceso, todavía hipotético, tendría proyecciones importantes sobre la organización del poder durante el próximo gobierno. Además de modificar la relación de fuerzas en el parlamento, inhibiría la constitución de una liga de gobernadores peronistas como oposición a un eventual gobierno de otro partido.
Esta reaparición federal convive con una insuficiencia: el radicalismo no ha encontrado todavía un candidato competitivo a la presidencia. La popularidad de Julio Cobos está estancada. Y el crecimiento de Sanz es demasiado lento para la urgencia del proceso electoral. Entre otras cosas, porque ninguno de los dos cuenta con la fortuna incalculable que están poniendo en juego Daniel Scioli , Sergio Massa o Mauricio Macri .
La estrategia de atenuar ese déficit con una competencia entre varias candidaturas en el marco de UNEN ha fracasado. Esa liga se parece cada vez más a la extravagante familia Adams. Desde que se fundó no pudo emitir otro mensaje que no sea el del conflicto entre sus líderes. Una táctica ideal para destruir cualquier candidatura.
Sin temor a un contagio, Macri y Massa se proponen colonizar al radicalismo. Ambos prevalecen en un solo distrito: Massa en la provincia de Buenos Aires y Macri en la Capital Federal. Fuera de esos feudos, son creaciones más o menos logradas del marketing, carentes de una red de distribución territorial. Para decirlo de manera figurada: en muchas provincias son productos Sprayette, y esa condición los condena a un tercer o cuarto puesto. La forma más práctica de ocultar esa fragilidad es sumarse a las coaliciones que encabeza la UCR. Macri y Massa necesitan también del radicalismo para compensar inconsistencias de sus candidaturas. No debe sorprender, entonces, que cada uno haya tratado de influir sobre la reunión de San Fernando a través de sus respectivos contactos en la UCR.
Macri cree que el radicalismo puede aportar o retacear los votos que le faltan para entrar en el ballotage. El líder de Pro tomó conciencia, un poco tarde, de las limitaciones de su tecnocampaña. Por eso dedicó las últimas semanas a explicar a radicales de todo el país las ventajas de una asociación. Sus interlocutores son Oscar Aguad (Córdoba), Eduardo Costa (Santa Cruz), Julio Martínez (La Rioja), Ricardo Buryaile (Formosa), Bernardo Calvet (Salta) o Aída Ayala (Chaco). Todos pertenecen a distritos donde Macri suma votos.
El martes pasado Macri expresó por primera vez su interés de aliarse con Carrió y Sanz. En Pro algunos lo imaginan compitiendo en las primarias, con Michetti como vice, contra una fórmula Sanz-Carrió. Otros, en especial Michetti, que aspira a disputar la jefatura porteña, auspician el binomio Macri-Sanz.
Macri invita a los radicales a formar una nueva fuerza, centrista, expresiva de las capas medias, para enfrentar al peronismo que representan Scioli y Massa. Supone, como Carrió, que existe una fatiga social en relación con el PJ. Aunque con Carrió Macri es cauteloso: tiene pánico de su corrosividad.
Massa también trabaja sobre el conciliábulo de hoy. Su principal aliado es Gerardo Morales, quien ofició de puente con el tucumano José Cano y el formoseño Luis Naidenoff. En la relación entre Massa y Morales intervienen Roberto Lavagna , a quien el jujeño acompañó en la fórmula de 2007, y un par de empresarios prominentes. La predilección de Morales por Massa esconde una rareza: si el objetivo es ganar Jujuy, ¿para qué aislar a Pro?
Seducción y promesa
Massa pretende seducir a la UCR con la promesa de un gobierno de unidad nacional que, en una segunda fase, restaure el juego bipartidista. Muchos radicales desconfían de esa oferta. Suponen que, si gana las elecciones, Massa tardará poco en conseguir la subordinación completa del PJ. Lo mismo sucedería si triunfa Scioli. Quiere decir que la Argentina estaría, en ambos casos, ante un fenómeno desconocido: un gobierno peronista que controla dos tercios del Congreso. La generosidad de Massa cobijaría, en ese caso, la semilla de una temible hegemonía. Otro intento de lograr la unanimidad que soñó Kirchner cuando, con la colaboración de Alberto Fernández, hoy en el Frente Renovador, se lanzó a la invención de un radicalismo K.
Massa ofreció a Sanz, sin éxito, la candidatura a vicepresidente. El ex intendente de Tigre necesita atenuar su inconfundible aspecto peronista, que sugiere una continuidad subliminal del kirchnerismo. Massa huye de esa caracterización. Pero corre el riesgo de acentuarla: su intervención en la interna radical precipitará un debate inconveniente sobre su verdadera identidad política. Para Massa la competencia electoral no debe organizarse sobre la contradicción peronismo-no peronismo, sino sobre el eje Gobierno-oposición. Apóstoles de esta tesis, Morales, Cano y Naidenoff propondrán a sus correligionarios una gran primaria entre UNEN, Pro y el Frente Renovador.
Cobos y Ricardo Alfonsín irán a la terapia de grupo de San Fernando a impugnar cualquier asociación que exceda a UNEN. Es una paradoja que los custodios de la castidad identitaria sean el ex vicepresidente de Cristina Kirchner y el ex socio de Francisco de Narváez. Para Cobos esa defensa tiene una dificultad práctica. Su aliado más importante en Mendoza, el intendente de Godoy Cruz y promisorio candidato a gobernador, Alfredo Cornejo, es uno de los más antiguos amigos de Macri dentro del radicalismo. Cornejo ya comunicó a Cobos que mantendrá esa relación.
El escenario de hoy es complejo para Sanz. Como presidente del partido defenderá dos criterios. Por un lado, evitar que las alianzas que se celebran en las provincias balcanicen al partido en su estrategia nacional. Una premisa a la luz de la cual su propuesta de realizar una primaria entre UNEN y Pro fue, por lo menos, prematura. Por otro lado, Sanz adelantó que propondrá un acuerdo parlamentario de toda la oposición para el año 2016, similar al que se llevó a cabo en México, país que visitó hace diez días.
El objetivo de Sanz es el mismo que se había fijado Raúl Alfonsín cuando, en 1993, en vísperas del Pacto de Olivos, sondeó a la dirigencia radical sobre la reforma constitucional que pretendía Menem, durante un asado en Ranelagh: ganar tiempo. La UCR está, como entonces, en la encrucijada. Su posición actual es una plataforma muy estrecha para acceder al poder. Pero, si la abandona, puede fracturarse. El dilema tiene tres soluciones posibles. Una, que interpela al propio Sanz, es alumbrar una candidatura competitiva, frente a la cual las ofertas de Macri y Massa pierdan encanto. Otra, acordar una regla ante la que todos se sientan obligados. La tercera es más exótica: resignarse al destino del PMDB brasileño, que renunció hace tiempo a disputar la presidencia para servir de base territorial al PSDB de Neves y al PT de Rousseff, en distintos estados, pero al mismo tiempo.