Así lo indicó hoy Eduardo de Coulon, integrante del CREA Tierra Colorada y
miembro del Consejo de Administración de la Cooperativa de Productores de Yerba
Mate de Santo Pipó (Pipore), durante una conferencia ofrecida en el Congreso
Tecnológico CREA que se está desarrollando en Mar del Plata, Rosario y Santiago
del Estero de manera simultánea.
El empresario cuenta con un establecimiento de 680 hectáreas en Misiones.
Produce yerba mate y forestación (pino y eucaliptus) pura y silvopastoril. Tiene
900 cabezas de invernada en pasturas y en un corral de engorde. También elabora
compost.
“Cuando empecé, hace 24 años, la chacra producía unas seis veces menos que
hoy en la misma superficie: era una empresa básicamente yerbatera. En seis años
pudimos triplicar la producción para lograr un volumen que, para nuestras
necesidades como familia y empresa, alcanzaba”, explicó.
Posteriormente comenzaron a forestar: en seis años cubrieron una 350
hectáreas con el objetivo de producir madera de alta calidad de grandes
diámetros y sin nudos. “Casi al final de esta segunda etapa, en plena crisis
económica de 2002, no pudimos comprar fertilizante debido a la importante
devaluación del peso argentino; ahí tomamos la decisión de hacer ganadería bajo
las forestaciones en sistemas silvopastoriles”, comentó.
En el área silvopastoril se sembraron pasturas a mano. Todas las noches los
animales se encierran en un galpón con una cama de aserrín (residuo de los
aserraderos localizados en la zona) que se emplea para juntar las heces y el
orín a partir de los cuales se elabora un compost con el cual se abonan los
yerbales (los cuales hoy tienen una producción promedio de 13.000 kg/ha, versus
un promedio nacional de 4000 kg/ha). Con esto se evita en gran medida el riesgo
de incendios.
La implementación del sistema silvopastoril requirió poner alambrados y
bebederos para no arruinar el agua de las vertientes; incorporar personal con
cultura ganadera; manejar pastoreo rotativo en potreros de 5,0 hectáreas de
pasturas con árboles donde está prohibido galopar; aprender a encerrar animales
en un galpón a razón de una cabeza por cada tres metros cuadrados.
“Todas las opiniones decían que era imposible encerrar tantos animales. Pero
agregando aserrín cada semana vimos que funcionaba bárbaro. Para manejar el
estiércol logramos inventar un acoplado repartidor de un metro de ancho que no
compacta el suelo”, señaló De Coulon.
“Evidentemente fue mucho trabajo y mucho riesgo, pero cambió la empresa. Hoy
contamos con infinidad de variables y posibilidades. Hay más personas trabajando
y herramientas de todo tipo para potenciar en su máxima expresión a las
personas, la tierra, el capital ganadero y las plantaciones”, añadió.
Con la integración de las diferentes actividades la empresa logró estabilidad
económica dao que en muchas oportunidades los ciclos de la yerba mate y de la
ganadería se complementan. El modelo integrado, además, tiene un mayor equlibrio
ambiental al maximizar la producción y la generación de empleo por superficie
(producto del sistema silvopastoril) y reutilizar de manera eficiente residuos
(como el aserrín y el estiércol).
“En una oportunidad descubrí una planta de yerba mate al lado de la casa del
capataz, que, además de ser muy linda, daba una gran producción; el capataz me
dijo que estaba así porque la cosechaba y podaba él. Ese fue un hito, una
bisagra, un antes y un después: esa planta estaba allí hace muchos años y yo no
la había visto. A parrir de entonces fue el comienzo de la incorporación de
muchos cambios”, apuntó De Coulon.
Se introdujo la poda con tijeras electrónicas y posteriormente se realiza una
poda de saneamiento con serruchos especiales. Se separan las ramas gruesas con
una máquina desarrollada en la empresa. Y se retiran las bolsas fuera del lote
en un carro, además de cargarse el camión a granel con un guinche.
Esas mejoras de proceso permitieron quintuplicar la producción de los viejos
yerbales que habían sido plantados hace 90 años. Se redujeron los accidentes y
el costo laboral, al tiempo que se incrementó el ingreso de los trabajadores con
el aumento de la productividad.
“Dentro de este proceso de innovación hubo un hito fundamental, que fue mi
tesis de Maestría en Administración (en la Universidad Nacional de Misiones).
Consistió en el análisis del proceso de trabajo de cosecha con mi director de
tesis, que era un antropólogo especializado en trabajo rural. Allí me di cuenta
el tiempo que había perdido antes por no tener conocimiento del comportamiento
de las personas ni la forma en que se analizaba el trabajo. Debemos ser
profesionales y ser conscientes de lo que no sabemos”, dijo el empresario
misionero.
De Coulon indicó que es fundamental contratar a los mejores profesionales
para generar conocimiento. “Alejandro Socas, coordinador de la zona CREA Litoral
Norte, me pidió que estime cuánto conocimiento hay por hectárea en nuestra
chacra. Calculamos, para un período de veinte años, unas 2800 horas de trabajo
de antropólogos, especialistas en ergonomía, arquitectos, diseñadores
industriales, expertos en agricultura biodinámica, nutricionistas, técnicos en
seguridad y entrenadores de perros, entre otros. Y eso sin contar a mi esposa
que es psicopedagoga y doctora en neurociencias, a quien no le pagué, pero que
también me ayudó profesionalmente”, aseguró.
Otros de los aspectos clave aprendidos en el proceso son acostumbrarse a
recolectar datos (”lo que no se mide no se gestiona”); no perder tiempo y dinero
en cuestiones que tienen escaso impacto; no aflojar ante las personas que se
resisten a incorporar cambios; compartir los beneficios con los colaboradores;
compartir información y estar abierto es recibir opiniones de pares (esencial en
el método CREA); y salir de la zona de comodidad para generar mejoras
progresivas.
“Cuando hago reuniones con nuestro equipo de poda casi siempre pregunto: ¿Qué cambiamos para el año que viene? ¿Qué es mejorable? Es vital que el cambio forme parte de la cultura de la empresa”, concluyó.