Así lo indicó hoy Daniel Igarzábal, director del Laboratorio de Investigación, Desarrollo y Experimentación Regional (Córdoba), durante una conferencia ofrecida en el Congreso Tecnológico CREA que se está desarrollando en Mar del Plata, Rosario y Santiago del Estero de manera simultánea.
“La civilización humana lleva en el mundo unos 12.000 años, mientras que los insectos tienen 500 millones de años y, por lo tanto, tienen una experiencia bastante mayor que la nuestra. Ambos queremos lo mismo: alimentarnos y reproducirnos. Podemos pensar que, si ambos deseamos lo mismo, los insectos son nuestros enemigos y tenemos que declararle la guerra con un arsenal de productos químicos. Pero los insectos tienen sus propios mecanismos de defensa contra ese arsenal a partir de una experiencia mucho mayor que la nuestra”, explicó Igarzábal.
El investigador dijo que la mitad de los tratamientos contra insectos que se aplican en la Argentina no tienen respuesta económica porque se realizan de manera preventiva, en momentos inadecuados o con dosis incorrectas, entre otros factores. “Los tratamientos además no consideran el impacto que tienen en la fauna benéfica, que debería considerarse como un aliado”, comentó.
“Tenemos que trabajar pensando en el bien común, en un marco en el que nos beneficiemos todos, trabajando en una agricultura que funcione con un aumento ordenado de la biodiversidad como mecanismo de defensa natural contra las plagas”, añadió.
En Argentina, por ejemplo, solo el 2% de la superficie de maíz hace refugios para prevenir la resistencia de plagas resistentes a los materiales genéticamente modificados, mientras que en Uruguay esta cifra es del 99,8%.“Si usáramos la tecnología disponible como debe usarse, sólo con eso ya estaríamos dando un gran paso hacia la sustentabilidad”, aseguró.
Igarzábal señaló que el punto clave para el desarrollo futuro de la vida y el porvenir es la compatibilización inteligente entre ambiente y producción. “En el aumento inteligente de la biodiversidad está el futuro de la agricultura. Los sistemas biodiversos se defienden solos o al menos toman represalias en muy largo plazo”, alertó.
“Cada año aparecen más malezas tolerantes a glifosato. Y la respuesta es la misma: con qué herbicida la mato y en que dosis. Es un círculo vicioso del que no se podrá salir. Hace más de 50 años que se pregona el manejo Integrado de plagas y malezas, pero no hay un correlato real en la agricultura. Es una agricultura plaguicida-dependiente”, dijo el investigador.
Los cultivos son uno de las perturbaciones ecológica más impactantes que el hombre hace en el planeta desde hace miles de años. Pero se trata de una actividad absolutamente necesaria para su supervivencia.
“La producción agrícola activa mecanismos de defensa de muchos seres vivos. Surgen así problemas que pudieron ser prevenidos, como el desarrollo de malezas resistentes o de falta de susceptibilidad de los materiales genéticos a orugas en maíz; en un futuro cercano veremos la aparición de nuevas plagas de difícil control”, apuntó Igarzábal.