Tal fue el punto de partida de la charla que brindó hoy Santiago Fariña, coordinador de la Comisión de Lechería de Aacrea, en el Congreso Tecnológico CREA que se está desarrollando en Mar del Plata, Rosario y Santiago del Estero de manera simultánea.
“Nos hablaron de genómica y de cómo se logró que una vaca en Wisconsin lograra un promedio de 87 litros de leche por día. Nos hablaron de cómo un robot puede ordeñar 900 vacas por día en un sistema rotativo de tipo calesita. Nos hablaron de fertilización in vitro, de hormonas y de genética vegetal, orientada a lograr cultivares con mayor digestibilidad, resistencia a herbicidas y capacidad de adaptación a ambientes adversos”, siguió narrando Fariña.
“Pero cuando les preguntamos sobre el impacto de estas tecnologías, nos contestaron que ninguna de ellas será determinante para el salto productivo de las empresas que buscamos lograr. Entonces, nos quedamos recalculando el rumbo, porque esperábamos un producto tecnológico que, como una garrocha, nos permitiera dar ese salto”.
El disertante exhibió entonces una garrocha verdadera, de fibra de vidrio y 4,3 metros de altura: “Con esto, una persona logró saltar 6,14 metros. Pero yo, con esta misma herramienta, no podría saltar ni un metro. Porque no se trata sólo de tener, sino también de saber”.
Los especialistas consultados por Fariña y su grupo fueron claros: las tecnologías que tendrán un gran impacto serán aquellas que ayuden a saber. Pero, ¿saber qué? El disertante menciónó los siguientes ejemplos.
Saber qué pasa con nuestras vacas durante todo el día. “Estamos hablando de chips y de lactómetros individuales que nos permitan saber cuánto produjo cada vaca. Estamos hablando de realización de análisis de la leche en el momento para conocer sus propiedades, y de acelerómetros que nos permitan saber si la vaca está por entrar en celo o no”, expresó Fariña. “Estamos hablando de sensores dentro del rumen para conocer las variaciones de temperatura, y de balanzas automáticas a la salida de los tambos para saber la evolución del peso. Todos estos sensores, de forma integrada, nos pueden dar información para adelantarnos a los problemas”.
Saber cuánto alimento se está ofreciendo a las vacas a lo largo del día. Hay sistemas que permiten calcular el consumo en ámbitos de pastoreo, con haces de luz infrarrojos. Y está en desarrollo una versión robotizada, de manejo remoto.
Saber qué tiene que hacer cada área y cada persona exactamente dentro de la empresa. “Hay que saber qué meta, en números, tiene cada persona, y cómo está parada en cualquier momento del año en relación con dicha meta”.
Saber qué necesitan las personas y cada una de las vacas en nuestro sistema para producir con el mayor confort posible. Hay que reducir el tiempo que las personas pasan en tareas de ordeñe. Hay que mejorar la infraestructura de corrales de acceso, callejones y aguadas.
“Los especialistas coincidieron en que este tipo de tecnologías serán las que tendrán mayor impacto en nuestras empresas en los próximos cinco años”, dijo Fariña. Pero los mismos especialistas también les dejaron claras tres cosas:
1) Estas tecnologías no son para todos. Son para el 2% o 3% de los productores lecheros que están ubicados en el nivel superior de productividad.
2) Estas tecnologías no son de rápida acción.
3) Estas tecnologías no son inocuas para las personas… en muchos casos son positivas para las mismas. “El personal no manifestará cambios por el hecho de pasar a inyectar una hormona que permita a las vacas producir un 20% más de leche. Pero las tecnologías de mayor complejidad requerirán capacitación y tendrán efectos secundarios en la motivación de las personas, que en algunos casos tendrán más tiempo libre y podrán además estar mejor pagas”, señaló Fariña.
En síntesis, “las tecnologías que nos lleven a gestionar mejor nuestros sistemas serán las que nos permitan dar el gran salto cualitativo. Quizá en 4 años, cuando nos encontremos en otro congreso, podré dar un salto mayor con la garrocha, y ustedes habrán dado un salto cualitativo en sus empresas”.