Es notable que cuando se habla de producción agrícola de Argentina, siempre se detalla lo que ocurre con el trigo, el maíz y lógicamente con la soja. Pero casi nunca se nombra al girasol como generador de movimiento en la aguja del amperímetro de la producción.
Esta oleaginosa fue perdiendo con el tiempo su fuerza desde el aspecto económico general, cuando otro era un cultivo considerado rentable no tan solo en las filas de los productores, sino también en las bolsas y mercados de futuros con buen tonelaje comercializado.
Para que tengamos una idea de cómo se fue perdiendo el interés de sembrar girasol en nuestro país, basta con ver los siguientes guarismos. En el ciclo 1998/99 se produjeron 7,125 millones de toneladas, en el ciclo 1999/2000 la producción fue de 6 millones de toneladas, el año pasado tuvimos una cosecha de tan sólo 3 millones de toneladas. Esto representa una baja de producción del 56%. Si vemos el área sembrada, también veremos que la baja fue importantísima. En el ciclo 1998/99 se sembraron 4.2 millones de hectáreas. El año pasado se sembraron 1,6 millones de hectáreas. Y las estimaciones para este año ya se hablan de un área no más de 1,3 millones de hectáreas con una posible cosecha de 2 millones de toneladas.
Según la Asociación Argentina de Girasol (ASAGIR) estamos en víspera de la peor cosecha de los últimos 40 años. Son muchos los motivos por el cual se siembra cada vez menos girasol en la Argentina. Debemos comenzar con la influencia de la falta de transparencia en los mercados. Desde hace años, los compradores son pocos, destacándose un “gran adquirente” cuasi monopólico que maneje a su gusto tiempos, condiciones y valores de compra. Si a esto le agregamos los precios de pizarra ficticios y formados aviesamente buscando valores bajos, los productores año a año vieron cómo el comercio de girasol carecía de total transparencia. Recordemos que con el girasol existía la costumbre de entregar la cosecha a las fábricas con la modalidad “a fijar”. Esto significa que se entrega el grano en una fábrica y más adelante se le va poniendo precio cuando el productor quiere vender. Ese precio se tomaba de las pizarras de las cámaras arbitrales.
Los países productores de girasol que compiten con la Argentina en el mundo son Rusia, la Unión Europea y Ucrania, siendo todos ellos mucho más eficientes y competitivos que nosotros, especialmente desde el aspecto económico. Hay que considerar que esa diferencia de eficiencia y competitividad está dada por factores como el clima, el tipo de cambio bajo, el fuerte impacto impositivo, la falta de transparencia del mercado, la lentitud y dificultad para poder exportar tanto semillas como aceite y subproductos, por trámites burocráticos exigidos por las autoridades nacionales.
También debemos tener en cuenta que en algunos casos, el girasol pasó a sembrarse en zonas no tan aptas para este cultivo, con inconvenientes en el clima y en los terrenos con poca capacidad productiva. Además, el maíz ha incursionado fuertemente en las zonas de la oleaginosa, desplazándolo a otras regiones. Cuanto más lejos de los puertos se siembra, más caro es el flete de camiones para enviar la producción. Consideremos que al no tener transporte por ferrocarril que abarate estos costos, el enviar la mercadería por camiones recorriendo distancias largas, hace inviable el negocio.
Y debemos considerar también un dato que no es para nada menor, que es el ataque de palomas que pululan en grandes cantidades por los campos de la Pampa Húmeda, haciendo estragos no tan solo con el girasol, sino también con el sorgo y el maíz. En algunas localidades de La Pampa y Córdoba se calcula que las palomas pueden llegar a producir una merma en los rindes de más de un 35%.
Menos producción de girasol, es menos producción de aceite (valor agregado) y son menos ingresos de divisas para el país, y menos dólares por retenciones a las exportaciones para el fisco nacional.
En definitiva, como siempre destacamos, al producirse menos girasol: Todos perdemos.