La inflación desorbitada, el déficit energético, la desconfianza de los inversores y el deliberado aislamiento financiero.
Axel Kicillof supone que estos problemas no se deben a que sus medidas sean erróneas, sino insuficientes. Por lo tanto, exagera su receta. A los monotributistas que facturan menos de 96.000 pesos por año se les vedó la compra de dólares destinados al ahorro. Y el límite para las empresas que tienen que pagar importaciones se redujo a la mitad: desde anteayer es de sólo 150.000 dólares.
Como en la práctica se ha vuelto casi imposible conseguir esa autorización, las compañías abonan sus insumos recurriendo al contado con liquidación.
El dólar adquirido de ese modo llegó ayer a $ 13,50. Quiere decir que el mercado condujo a Kicillof adonde la señora de Kirchner no le había permitido llegar: un desdoblamiento "de facto" del tipo de cambio. Para importar, las empresas deben pagar $ 13,50 por dólar. Pero cuando exportan, les reconocen sólo $ 8,40.
Hay que recordar que el 80% de las importaciones son realizadas por compañías exportadoras. Quiere decir que la estrategia del Gobierno -si a esta dinámica inercial se la pudiera llamar estrategia- desalienta las exportaciones en un momento en que se requieren divisas. "Esto está profundamente estudiado", diría el ministro.
A esta escena complicada se le agregó otra perturbación: la penuria del sector agropecuario. La espectacular cosecha de los Estados Unidos ha derrumbado el precio de la soja y del maíz. Ese deterioro en los ingresos de los agricultores coincide con un aumento de los costos, sobre todo el de los combustibles.
Según Ernesto Ambrosetti, economista de la Sociedad Rural, "los márgenes brutos de todos los cultivos son negativos respecto del rinde promedio del país". El cálculo es anterior a las inundaciones bonaerenses. Se presume que hay cinco millones de hectáreas bajo el agua. La mitad corresponde a ganadería y la otra mitad a agricultura. Un millón y medio de las hectáreas anegadas estaba destinado a la producción de trigo.
La combinación de estos infortunios determinará, además de una caída de actividad, una menor oferta de dólares. Justo en el momento en que el Gobierno más reclama los dólares del campo. Los productores han sido conminados a localizar sus silobolsas con dispositivos satelitales. Y si quieren sacar el grano de sus establecimientos deben declarar ante la AFIP el stock de producto que conservan.
¿Los funcionarios están ejerciendo una mayor presión impositiva o recaban información para después intervenir el sector con la ley de abastecimiento? En otros términos: ¿Kicillof enviará inspectores a buscar los dólares que se almacenan, bajo la forma de oleaginosas o cereales, en la pampa húmeda?
Estos interrogantes comienzan a inquietar a los chacareros. Ayer se reunieron unos 800 en Bolívar y, bajo los auspicios de la Mesa de Enlace, propusieron la suspensión de la comercialización de granos y ganado, acompañada de movilizaciones. Es la señal de una sorpresiva ebullición.
No debe sorprender que la carencia de divisas fuerce a que los funcionarios vuelvan a hablar de una negociación con los holdouts. Carlos Zannini controla las conversaciones con un pequeño grupo de empresarios que se vuelven a ofrecer para adquirir los derechos reconocidos por Thomas Griesa.
A la cabeza del pelotón están Rubén Cherñajovsky, perjudicado en su calidad de gran importador por las restricciones cambiarias, y Eduardo Eurnekian. El experimento sigue siendo una quimera.
Kicillof sugirió en varias reuniones que, después de enero, cuando ya no esté vigente la cláusula RUFO, buscará un entendimiento. Pero mantiene su discurso intransigente. En la City porteña circula la versión de que el economista Mario Blejer confesó a la señora de Kirchner esta perplejidad: "Usted construyó la primera parte del puente hacia el financiamiento pagando el Ciadi, la segunda pagando a Repsol, la tercera pagando al Club de París y cuando iba a construir el cuarto tramo, lo dejó inconcluso". Lo interrumpió Kicillof: "La Presidenta sabe nadar".
El ministro insiste en que no reconocerá más que la mitad de lo que Griesa concedió a los acreedores. Los holdouts, por su parte, no admiten más que un 20% de quita. Es difícil encontrar hombres de negocios dispuestos a perder el 50% de lo que pagarían por el juicio. Hasta a filántropos como Cherñajovsky y Eurnekian les temblaría el pulso. Además, algunos dirigentes de la oposición comenzaron a controlar si el Gobierno no estará ofreciendo algún negocio en compensación por esas pérdidas.
Más allá de estas dudosas tratativas, Kicillof mantiene su estrategia: quitar a los holdouts su principal arma, que es la capacidad de arruinar las reestructuraciones de 2005 y 2008. Para alcanzar ese objetivo el kirchnerismo de la Cámara de Diputados se encaminaba anoche a sancionar la ley para cambiar el lugar de pago establecido en los canjes.
Ese camino también está obstruido. Las gestiones del secretario de Finanzas, Pablo López, en Washington y Nueva York, para persuadir a grandes tenedores de esos títulos de que acepten la propuesta del Gobierno fracasaron. Los financistas a los que contactó López sugirieron que el traslado del domicilio de pago a París debería contar con la autorización de Griesa. Los fondos que operan en los Estados Unidos temen ser denunciados por ayudar a la Argentina a eludir la jurisdicción de ese país.
El revés de López obligó a Kicillof en las últimas horas a solicitar a algunos inversores que se presenten ante Griesa pidiendo por su cuenta el cambio de Nueva York por París.
Las respuestas fueron negativas. Y apareció otro inconveniente: el contrato de los canjes fija requisitos muy precisos para el agente de pago. Nación Fideicomiso, la empresa designada en reemplazo de Bank of New York Mellon, no reúne esas condiciones. Por eso los funcionarios de Economía andan en busca de alguna entidad europea que pueda ejercer esa función y, al mismo tiempo, no esté alcanzada por los dictámenes de Griesa. No la encuentran.
Es curioso que Cristina Kirchner haya hecho el esfuerzo político de promover una ley como la que se aprobaba anoche, con tantas dificultades de aplicación. Se ve que esto no estuvo "profundamente estudiado". Salvo que, como esgrimió anoche Elisa Carrió, el único propósito sea que el Congreso convalide la gestión completa de la deuda, en beneficio de la Presidenta, de Roberto Lavagna y de Sergio Massa.
Los contratos con China también están en dificultades. Nadie puede asegurar que los fondos destinados a obra pública no sean embargados, ya que circularían por entidades que operan en Nueva York. Las divisas que, con cuentagotas, irán al swap de reservas, se acreditarían en Pekín, no en Buenos Aires. Tal vez haya que traerlas a nado, como le gusta a Kicillof.
La Presidenta volvió a encontrar, entre tantos sinsabores, la solidaridad del Papa. Ambos habían imaginado un posible encuentro cuando ella lo llamó para acompañarlo con motivo del accidente familiar. Francisco concretó la invitación, para el próximo sábado 20, al percatarse de que la Presidenta viajará el 21 a Nueva York para exponer en la ONU su posición frente a los holdouts.
La información sobre esos movimientos se la proporcionó el dirigente peronista Eduardo Valdés, principal vínculo entre él y Cristina Kirchner, quien participaba de actividades organizadas por el Vaticano. Valdés gestionó también la visita de Diego Maradona a Santa Marta. "Me alegra recibir a Maradona, que es una especie de hijo pródigo; cuando me lo traigas, te voy a dar una cartita", comentó Francisco a Valdés. Era la invitación a la Presidenta.
El Papa pretende respaldar a la señora de Kirchner en la discusión sobre la deuda. Es una actitud coherente con la condena a los mecanismos del mercado que publicó entre los parágrafos 53 y 58 de la exhortación Evangelii Gaudium. En marzo, al enterarse de que ella viajaría a Francia para hacer gestiones ante el Club de París, tuvo la misma reacción: "¿Por qué no pasa por aquí? A lo mejor la puedo ayudar", le sugirió. Almorzaron el 17 de ese mes. Diez días más tarde, el Pontífice recibió a Barack Obama y le manifestó su expectativa de que la Corte de los Estados Unidos aceptara la apelación de la Argentina.
Hay relevantes dirigentes de la oposición que apuestan a que el Papa alerte a la señora de Kirchner sobre las consecuencias negativas de su política económica. Tal vez les cueste aceptar que, en ese campo, entre Bergoglio y su invitada hay más coincidencias que conflictos. Aunque habría que registrar un detalle: antes de estar con la Presidenta, Bergoglio recibirá a un grupo de obispos argentinos que lo informarán sobre la situación socioeconómica del país.