Por primera vez desde 2003 la totalidad del empresariado enfrenta una decisión del Gobierno. Mañana, en la sede de la UIA , se reunirá el Grupo de los Seis, del que participan las principales cámaras del país, para oponerse a la sanción de la ley de regulación de las relaciones de producción y consumo.
La novedad se debe a que Kicillof se propuso llevar la intervención del Estado sobre las empresas a una frontera no alcanzada en estos años. El kirchnerismo se venía conformando con controlar los precios finales de bienes y servicios.La nueva "ley de abastecimiento" pretende regir "todas las etapas del proceso económico". De modo que ahora no hay compañía que no quede sometida a la vigilancia oficial.
Otra peculiaridad: también por primera vez, un funcionario puede obligar a una firma a producir a pérdida una mercancía. La tercera variación es la aplicación de multas que pueden alcanzar el triple de la ganancia irregular de tal o cual empresa, calculada por quien aplica la multa. En consecuencia, los funcionarios pueden disponer la quiebra de una compañía con sólo incrementar su pasivo a través de penalizaciones.
Kicillof propone inaugurar otro régimen económico en el que la iniciativa privada sea sustituida por las decisiones de un burócrata. Su ley es brutal: no define las restricciones o sanciones con parámetros objetivos, sino que las hace depender de la sensatez de los funcionarios. Los subsidios se adjudicarán "cuando sea necesario". Y un empresario puede ser castigado si intermedió "innecesariamente", si vendió o produjo menos "sin causa justificada", si acaparó stock "más de lo necesario" o si obtuvo ganancias "abusivas". Misericordioso, el ministro advirtió que no incluirá sanciones penales. Ni falta que hace: el Gobierno ya desenfundó la ley antiterrorista.
Kicillof vive una ensoñación. La Presidenta colocó a sus pies la gran maquinaria peronista para que él ponga a prueba su tesis más controvertida: la que afirma que la Unión Soviética fracasó por un déficit de software. Para esta concepción, la inflación y la recesión no se deben a un desequilibrio impersonal de las variables económicas, sino a la perversidad constitutiva del mercado. El precio, para Kicillof, no es el resultado de la oferta y la demanda. Es el lugar donde se libra la lucha de clases. Donde el poderoso se apropia de la plusvalía del oprimido. Por lo tanto, es imposible que haya precio justo. Salvo que intervenga el Estado. En este caso, él.
La señora de Kirchner está hipnotizada por estas lucubraciones. Kicillof pone
en un pentagrama un tarareo que suena en su cabeza desde los fogones
universitarios de La Plata. Ella recibe del ministro argumentos para intuiciones
que tiene por seguras antes de cualquier verificación. La idea de que los
desarreglos de la economía se corrigen con más planificación estructura una
creencia atávica del kirchnerismo: la presunción de que no hay en la vida social
dinámica alguna que no pueda ser disciplinada por la voluntad del que manda.
Según esta premisa, todo es política. Por eso, donde muchos ven desequilibrios
sistémicos, Cristina Kirchner ve un complot.
Ante la adversidad, los seres humanos suelen emprender un repliegue defensivo hacia las convicciones más arcaicas. No debería sorprender, entonces, que las interpretaciones conspirativas de la Presidenta estén alcanzando una dimensión casi galáctica. El jueves, en la Casa Rosada, detalló cómo funciona la confabulación a la que está siendo sometida en estos días. Reconstruyó el rompecabezas, dijo, con el apoyo de la AFIP. El primer motor inmóvil es Mark Brodsky, del fondo Aurelius, que comunicó el final de las negociaciones de los holdouts con los bancos. Brodsky, que según la Presidenta hacía de "policía bueno" en las tratativas con el Gobierno, amenazó: "Lo peor está por venir".
La señora de Kirchner explicó cómo el plan se puso en marcha. La empresa Donnelley and Sons -que ella tradujo "and hermanos"- pidió la quiebra y echó a 400 empleados. La vinculación entre un hecho y otro, para ella, salta a la vista. Paul Singer, el titular del fondo NML, había tenido acciones de Donnelley. Es verdad, Singer no es Brodsky. Además, sólo tuvo el 7% de las acciones. Y en diciembre del año pasado, en vez de ampliar su participación para socavar mejor a la Argentina, las vendió. Pero aquí está la clave: se las vendió a Blackrock. Y Blackrock es un fondo. No "buitre", es verdad. Es un fondo de inversión. Tipo The Old Fund. Uno de los que apostaron a Miguel Galuccio y compraron acciones de YPF. Además, Blackrock se presentó como amicus curiae en Nueva York para defender a la Argentina frente a Singer y Brodsky. Pero son imperfecciones de la teoría, que para la señora de Kirchner corroboran lo del policía bueno y el policía malo. En este caso, serían el mismo policía. Lo relevante es que Blackrock, con el 7% de las acciones, dispuso el cierre de Donnelley "and hermanos" por orden del pirómano Brodksy. Un ataque terrorista cuyo objetivo es evidente: desestabilizar a un gobierno que se va dentro de 500 días.
La Presidenta dejó algunas hebras sueltas en este "entramado mafioso". No mencionó que los "buitres" consiguieron que la justicia norteamericana investigue los movimientos de dinero de Lázaro Báez, su socio patagónico. Es la táctica con la que estas aves de rapiña pretenden disfrazarse de adalides contra la corrupción. Ya lo hicieron cuando litigaron contra Congo, en otro caso de default. Filtraban en The New York Times los gastos de tarjetas de crédito del presidente Denis Christel Sassou-Nguesso y sus hijos, es decir, brothers, en Vuitton, Dior y Gucci.
A las preguntas del juez Cam Ferenbach, de Nevada, seguirían las de otro juez californiano. Singer recurrió a los tribunales de ese estado para revelar el contrato secreto de YPF y Chevron. Tal vez por eso la Presidenta llamó a "que venga todo el capital que tenga que venir a explotar Vaca Muerta antes que otros quieran quedarse con el yacimiento".
Creatividad presidencial
Invitar a invertir en el mismo discurso en el que se presenta una quiebra como un acto terrorista es de una gran creatividad. Porque "los que tienen que venir a explotar Vaca Muerta" corren el riesgo de ser vistos algún día como "los que se quieren quedar con el yacimiento". Más llamativo es que la señora de Kirchner se ufane: "Ya no tenemos superávits gemelos, pero estamos importando combustibles por entre 12.000 y 14.000 millones de dólares".
La afirmación es significativa porque demuestra el fracaso del decreto 1277, con el que Kicillof quiso regular la energía. Es la semilla de la ley de abastecimiento. El descalabro energético está en el centro del problema macroeconómico que Kicillof promete resolver interviniendo empresas. El déficit de hidrocarburos produjo una caída en las reservas monetarias que obliga a reducir importaciones. El miércoles pasado, por orden del Banco Central, una empresa debió repartir en dos días un pago de 600.000 dólares. Por esas horas, Juan Carlos Fábrega dijo a directivos de varias automotrices: "Si el swap de reservas con China no llega a funcionar, dejo el cargo; no quiero soportar otro enero". Los expertos sostienen que el swap no se activará por más de 2000 millones de dólares.
La inflación está garantizada: el gasto público interanual creció en junio 56%. El déficit se cuadruplicó y se financiará con emisión. Quiere decir que el deterioro del salario y del nivel de actividad adquieren una dimensión superior a la capacidad de Brodsky y de Blackrock.
El Gobierno conseguirá su ley de abastecimiento. Pero el malestar determinará el ajedrez electoral. En las compañías anotan las declaraciones de los políticos. Sobre todo una de la Presidenta: "No queremos que los empresarios nos fundan a los argentinos". A "patria o buitres" sigue ahora "empresarios o argentinos".
El G-6 podría pedir definiciones a los candidatos. Un problema para Scioli , Randazzo o Domínguez. Carlos Zannini sabrá esta noche lo que piensan los hombres de negocios. Su amigo Gustavo Cinosi convocó para hoy a varios. La oposición piensa sacar ventaja. En Pro, por ejemplo, planean la captura de Héctor Méndez, el titular de la UIA. Buscan a su Mendiguren.
En el PJ la preocupación se extiende. Kicillof ha tomado el gabinete y aislado a la Presidenta. Lo advierte un habitué a los actos oficiales: "Cuando ella habla de economía lo mira a él buscando aprobación". Como Fábrega, que ve otro enero en el horizonte, muchos gobernadores temen volver a perder las elecciones. Hay señales: el rionegrino Alberto Weretilneck acaba de sumarse a Sergio Massa .
Los mercados tienen miedo. Se cansaron de perder por no calcular las jugadas del Gobierno. Se parecen a Nicolino Locche, quien, cuando Abel Laudonio le infligió una derrota, dijo: "El otro peleó tan mal que no pude adivinarle un solo golpe".