Una vez más, Elisa Carrió tiene razón: si Mauricio Macri y los principales dirigente de UNEN no van juntos a las próximas elecciones nacionales, algunos de los dos peronistas, Sergio Massa, o Daniel Scioli, terminarán sucediendo a la presidenta Cristina Fernández. Por eso se levanta de su asiento, de manera intempestiva, en medio del discurso de Pino Solanas y vuelve a dejar sentada su ambición de acceder al poder para cambiar la cultura del país. Macri, ahora, sonríe. No solo los principales referentes de la centroizquierda se pelean y discuten por él. Además, sus asesores le aportan, cada dos o tres días, buenas noticias sobre un cambio de tendencia electoral que lo favorece.
Hace una semana le dieron la más inquietante: según los números de Jaime Durán Barba, el jefe de gobierno de la Ciudad estaría superando a Massa y a Scioli en todo el país. La supremacía sería casi imperceptible, pero demostraría que el crecimiento de Macri sería constante y no habría llegado a su techo. Casi al mismo tiempo, los hombres de Scoli hicieron públicos dos trabajos donde el gobernador aparece primero, por encima de Massa y Macri. Uno de Isonomía y otro de Aresco. En cuanto los leyó, el expresidente de Boca dio dos directivas concretas. Una: que su equipo de campaña, encabezado por el secretario general de Gobierno, Marcos Peña, mantuviera el estudio de Durán Barba bajo siete llaves. La segunda: que le pidiera al consultor ecuatoriano que revisara los resultados, una y otra vez. Mauricio está contento, pero todavía no lo puede creer, se escuchó decir cerca del jefe de gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, quien se reivindica como uno de los primeros dirigentes que previeron el importante crecimiento electoral.
Gabriela Michetti va todavía más allá: trabaja para terminar de convencer a Carrió, al ex ministro de Economía de Cristina Fernández, Martín Lousteau y al senador nacional Ernesto Sanz. Cada vez que puede les dice que el momento para integrarse no debe demorarse mucho más. Que de otra manera Massa terminará de chupar a otros valiosos dirigentes, como lo hizo con Adrián Pérez.
Carrió, Sanz y Julio Cobos preferirían no romper con Solanas, Hermes Binner y Margarita Stolbizer, pero ya están decididos a hacerlo, porque no quieren que UNEN termine siendo solo una fuerza testimonial. ¿Qué es lo que impide el avance de una alianza estratégica, más allá de las posturas ideológicas de quienes ven a PRO como un resabio de la derecha noventista? Antes que nada, los egos de los más importantes referentes. Carrió lo ha denunciado y ninguneado demasiado a Mauricio como para levantar el teléfono e invitarlo a tomar un café. Macri la invitó, en los últimos años, por lo menos cuatro o cinco veces, pero piensa que hacerlo ahora es bajarle el precio a una candidatura que está pasando por su mejor momento. La mutua desconfianza política y personal no es un tema menor. Lilita admite en privado que Macri es el jefe de gobierno que mejor administró la Ciudad desde 1983 en adelante. También acepta que todavía no fue salpicado por ningún gran escándalo de corrupción. Pero tiene la duda de si no sigue haciendo negocios y todavía se pregunta porqué no se enfrentó con Cristóbal López para quitarle el negocio de los casinos de Palermo y de Puerto Madero, o por lo menos de cobrarle un canon mayor y más impuestos de los que paga. Cuando sus socios de UNEN le preguntan para qué quiere compartir un espacio en común si tiene tantos resquemores, Lilita responde que PRO no es solo Macri sino también Michetti y sus votantes, que son los mismos votantes que me eligen a mi.
Macri, por su parte, coincide con Carrió en el diagnóstico político. Y en especial en la necesidad de construir una alternativa distinta a los profesionales de la política que estuvieron gobernando durante los últimos 30 años y dejaron a la Argentina patas para arriba. Apenas difieren en el lenguaje. Ella, más histriónica y titulera, los denomina narcoperonistas. Y mete, en grave categoría, a la presidenta, al expresidente Néstor Kirchner, a Massa, a Scioli y a la mayoría de los intendentes y exintendentes del Frente para la Victoria o el Frente Renovador que hoy mandan en la provincia de Buenos Aires. Macri sostiene lo mismo en privado. Repite: Son todos unos delincuentes y unos caraduras. Y tiene una aversión particular con Alberto Fernández y Aníbal Fernández: Son unos impresentables y se venden al mejor postor. Pero en público mantiene las formas y repudia el estilo denuncista de Carrió: No se puede ensuciar a la gente sin las evidencias suficientes Macri, por ejemplo, cree que con Hugo Moyano se puede dialogar. También asegura que sus votantes ven a ese diálogo como la prueba de que podría gobernar sin la amenaza constante de los sindicatos o el peronismo residual. En cambio, para Carrió, Moyano es parte de la mafia, los negociados y la gran corrupción estructural. Se tienen que sentar a tomar un café ya, para vencer los prejuicios mutuos y empezar a construir, sin negar las diferencias. De otra manera, el acuerdo va a morir antes de nacer, o va a explotar después, a los cinco minutos de empezar a funcionar me dijo un legislador que habla con ambos muy seguido.