El jueves de la semana pasada, la presidente anunció un par de medidas para, supuestamente, reactivar la economía. Una de las medidas consiste en la fabricación de transportes de corta distancia para renovar las unidades existentes y la otra es un subsidio a los salarios, disfrazado de planes sociales, para intentar frenar la desocupación que se viene por la recesión que ha generado el gobierno. Es decir, una vez más el kirchnerismo recurre al aumento el gasto público como solución mágica para solucionar los problemas que ellos mismos van generando vía el desorden fiscal.
Si uno presta atención a los largos y frecuentes discursos de Cristina Fernández, tienen una característica: suelen anunciar aumentos de gasto público pero nunca dicen cómo se va a financiar esos aumentos del gasto estatal. Es decir, es como si para el kirchnerismo los recursos no fueran escasos. Como si el Estado tuviera la varita mágica para crear riqueza con la cual pagar las mayores erogaciones.
Días pasados escuchaba al ex ministro de economía Roberto Lavagna decir que el tren venía muy bien y en 2007 cambió de vía. Algo así como que cuando CFK asumió el poder hizo un perjudicial cambio de política económica. Francamente no comparto esta visión que, por cierto, es sostenida por muchos analistas y periodistas que suelen argumentar que con Néstor Kirchner no se hubiera llegado al punto en que llegamos. Afirman que hubiese cambiado de rumbo antes. Que si bien tenía tendencias autoritarias sabía corregir el rumbo antes de estrellarse. La realidad es que mi visión es que en el 2007 el tren no cambio de vía. Siguió exactamente el camino del populismo iniciado en 2003 por Néstor Kirchner y el tren terminó como tenía que terminar: descarrilando.
Ni la presidente ni Kicillof parecen entender que no se puede vivir haciendo barbaridades económicas. Uno puede hacer barbaridades económicas durante un tiempo, lo que no puede hacer es vivir haciendo barbaridades económicas en forma indefinida como si fueran políticas de largo plazo porque en algún momento se estrella.
Si bien la fiesta populista de todos estos años se financió mediante diferentes mecanismos, lo que hay que evaluar es si no se agotaron las fuentes de financiamiento para sostener el aumento artificial del consumo. Aunque a esta altura del partido hay que aceptar que ya no se trata de aumentar artificialmente el consumo, sino mantener artificialmente el que tenemos ahora o evitar una caída más brusca. Pero repasemos las opciones que tiene el gobierno para sostener este populismo y veamos si es válido mi argumento de que el tren no cambió de vía y se terminó descarrilando como inevitablemente iba a pasar aunque viviera Néstor Kirchner.
El primer dato a considerar es que ambos, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, siempre buscaron el poder hegemónico. Intentaron instaurar una dictadura pero utilizando el voto. Para eso necesitaban tener contenta a la gente con la fiesta de consumo. Y para sostener la fiesta de consumo había que disponer de recursos. A Néstor Kirchner le tocó en suerte solo iniciar el proceso de destrucción económica, consumiendo stock de capital. No es que Cristina Fernández cambió de vía en el 2007. Ambos seguían el mismo camino, la diferencia estuvo en que al inicio había más recursos para sostener el consumo artificial, y el inicio le tocó a Néstor Kirchner. Con la muerte del santacruceño, Cristina Fernández tuvo dos períodos consecutivos para terminar de descarrilar el tren. Veamos algunos ejemplos para comprender por qué cualquiera de los dos descarrilaba el tren.
Uno de los mecanismos que usaron para financiar el aumento del gasto público fue el consumo del stock de capital en infraestructura (trenes, rutas, sistema energético, etc.). Dinero que habría que haber destinado al mantenimiento y renovación del stock de capital fue desviado a financiar las falsas políticas sociales para estimular el consumo a costa de destruir el sistema energético. Lo que impulsó Néstor Kirchner primero y CFK después fue el consumo de celulares, televisores, etc. a costa de tener trenes que iban cayéndose a pedazos hasta que un día no frenaron y produjeron una tragedia. La suerte de Néstor Kirchner fue que a él le tocó el período en que se rompían las luces de los trenes o los vidrios de las ventanillas. A CFK le tocó el período en que se rompían los frenos. Esa es la única diferencia entre Néstor Kirchner y CFK. El que empezó con la destrucción tuvo más suerte que al que le tocó seguir con la destrucción. ¿O ahora me van a venir con la historia con este descarrilamiento del país no pasaba con Néstor Kirchner?
Pero siguiendo con los ejemplos, algo parecido puede decirse los otros mecanismos de financiamiento del gasto. Por ejemplo, la emisión monetaria para financiar el gasto genera inflación, lo que ocurre es que en todo proceso inflacionario al inicio la gente percibe los aumentos de precios como transitorios y puede frenar algunas compras esperando que los precios dejen de subir o bien bajen. Luego, cuando con el correr del tiempo ve que los precios no solo no bajan sino que siguen subiendo, el comportamiento monetario cambia. En vez de demandar más moneda y menos bienes esperando que los precios bajen, la gente demanda menos moneda antes de que los precios suban. A CFK le tocó el período de huida del dinero en esta asociación por el poder absoluto que tuvo con Néstor Kirchner.
Con la presión impositiva pasó lo mismo. Al comienzo a la gente no le ajustaban el mínimo no imponible pero no le era de un gran peso la presión impositiva. Ahora las cosas cambiaron. ¡Hasta los camioneros y docentes protestan por el impuesto a las ganancias que tienen que pagar!
Fuerte emisión monetaria, aumento descomunal de la presión impositiva y consumo del stock de capital han sido utilizados al máximo por el kirchnerismo y cristinismo y ahora solo queda margen para generar un proceso inflacionario cada vez más elevado. Sin acceso al crédito internacional por razones obvias, sin stock de capital para destruir y con la carga impositiva que deja fuera del mercado a muchos productores, sostener este desborde de gasto público tiene como contrapartida más inflación, caída del tipo de cambio real, menos exportaciones, mayores restricciones externas que impiden importar insumos, menos actividad económica, más recesión y desocupación.
En definitiva, lo que no parecen entender ni CFK ni Kicillof es que no pueden disparar el gasto público hasta el infinito. Creen que lo que les sirvió ayer para hacer populismo en el corto plazo y de esa manera acumular poder, ahora puede transformarse en una política económica de largo plazo. Se equivocan. Podrán ser cada vez más autoritarios, pero lo que no podrán es lograr que las políticas económicas populistas que ayer les dieron resultados para alcanzar sus fines políticos, hoy les sirvan para sostener esta economía que tambalea peligrosamente.
Fuente: Economía para Todos