Es fácil comprobar que el tren argentino viene perdiendo velocidad en casi todas las actividades del agro mientras nuestros vecinos no dejan de apretar el acelerador. Las alarmas que suenan por esta situación anormal siguen sin alterar al Gobierno. En su relato, los problemas o fracasos nunca existen. Y llegan a convertir en éxito hasta las mínimas variaciones interanuales como sucedió con la última cosecha.
Pero lo cierto es que la producción agrícola hace tres campañas que se quedó estancada en los 100 millones de toneladas. Ahora sabemos la causa. Esta semana, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires le puso números a la caída en la aplicación de tecnología en los seis cultivos principales. En el ciclo 2012/13 sólo al 37% de la superficie sembrada se le aplicó un paquete de avanzada en insumos y manejo. En 2010/11 había sido el 47% de las hectáreas agrícolas las que tuvieron este planteo productivo. El Relevamiento de Tecnología Agrícola Aplicada (Retaa) de la Bolsa, que encuesta a 200 asesores y considera 62 variables para 17 zonas productivas, develó con cifras que la estrategia defensiva de los productores llegó mucho más lejos de lo que se creía al comienzo de la campaña. Hasta la soja, que muchos consideran el único negocio rentable, mostró caídas del 10% en la superficie sembrada con tecnología premium con respecto al año pasado. Por su parte, el trigo, el cultivo más vapuleado por las intervenciones del Gobierno, registró que con el paquete tecnológico de menor nivel se sembró un 12% más de superficie. Señal inconfundible que el productor toma como único incentivo sólo al precio lleno y volverá a apostar al cultivo en la medida en que se desarme la operatoria de cupos que mantienen el mercado sobreofertado con los consiguientes descuentos. Por eso suena hasta patético la devolución de los 200 millones de pesos que el Gobierno comenzó a pagar a los productores en concepto de devolución de las retenciones. No mueven la aguja de ninguna decisión.
El relevamiento que acaba de realizar la Bolsa desnudó con precisión la enorme pérdida de competitividad que está sufriendo la producción de granos. Se captura sólo una mínima proporción de las soluciones que ofrece la ciencia. Como se sabe lo mismo ocurre en otras actividades. Los equipos de ordeño en la Argentina tienen una antigüedad promedio mayor a los 20 años. "El grado de automatización es muy bajo con respecto a los principales países productores de leche y estamos por detrás de Chile a nivel regional. Países como Nueva Zelanda, caracterizados históricamente por un bajo costo de producción y una baja adopción de tecnología de ordeño, hoy en día es uno de los mercados más importantes en la robotización del ordeño bajo planteo pastoril", afirma Ezequiel Cabona, presidente de DeLaval.
La pérdida de competitividad se registra entonces no sólo en el deterioro de la infraestructura o en la decadencia del diálogo con el Gobierno: una muestra del desvarío es la idea del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, de que las entidades rurales tienen que presentarse a elecciones, y ganarlas, para tener derecho a opinar- sino en la falta de aplicación de la tecnología. Algo que nunca debió ponerse en juego.
Las condiciones de inestabilidad económica son cada vez más adversas para incorporar los adelantos técnicos. Después del default de la deuda ¿se aplicará más tecnología en la próxima campaña agrícola? ¿Se renovarán más equipos de ordeño? Difícil. Así la producción seguirá languideciendo mientras nuestros vecinos no dejan de acelerar.