Miles y miles de personas han entrado en el predio de la Sociedad Rural de Palermo durante la 128a exposición anual que se clausura hoy. Ese único acontecimiento habría justificado por sí mismo el sentido de la convocatoria y abundado en razones sobre el éxito obtenido. El encuentro entre la ciudad y el campo, y la comprensión por las gentes que habitan los grandes centros urbanos del significado de las actividades agropecuarias, es un hecho político sin el cual el país perdería articulación, y las potencialidades de que dispone naufragarían antes de rehabilitarlo de una marcha de años en dirección endémica del fracaso.
Esto que dejamos expuesto ha sido entendido por fuerzas nihilistas empecinadas en un proceso de degradación institucional y de olvido de las grandes tradiciones nacionales previo al propósito de reducirlo todo a un tenebroso espejo de lo que sucede en escenarios como el de la Venezuela del legado chavista. Por eso, han arreciado en los últimos años los ataques a las entidades más representativas del campo cada vez que la ciudad ha acudido a su encuentro y se afina la sintonía ciudadana en el aprovechamiento de la sinergia entre las partes inseparables de un mismo país: la del mundo silencioso de la producción rural tanto agrícola como ganadera, por un lado, y por el otro, la del rumoroso mundo ajetreado entre los quehaceres del comercio, la industria y las finanzas, y los de la educación y las investigaciones que imponen, con la innovación y la creatividad, un sello multiplicador de riquezas.
Ha habido en ese sentido más anacronismo que originalidad en los impulsos del populismo colectivista que se recreó, bajo diversidad de hábitos pero con insuficiencias comunes para ocultar la antigua identidad, luego de la implosión del imperio soviético, en 1989/90. El empeño por destruir las libertades esenciales del hombre: de expresión, de tránsito, trabajo y comercio, de propiedad y de herencia de valores forjados en un sistema coherente y con mayor resistencia y lógica que el de sus detractores, se ha focalizado desde entonces en dos objetivos: la anulación del campo como interlocutor con personalidad vigorosa y de altísima valía en la sociedad contemporánea, y la descalificación del modelo de globalización, imperfecto como toda realización humana, pero que ha sentado bases aceleradas de progreso, que nada ni nadie puede ignorar, como se comprueba por los avances de Chile, Perú, Colombia, México y, desde luego, por los de China, la India, Corea y otros Estados del sudeste asiático.
El campo ha resistido, como apuntó en la inauguración oficial de ayer Luis Etchevehere presidente de la institución organizadora de la muestra, las plagas de la sequía y la inundación, que se concertaron para atacar la producción rural en diversos momentos de estos años y, la peor de todas, la de rehuir el diálogo de la tolerancia republicana en busca de consensos, porque se generó, agregamos por nuestra parte, en una determinación humana y no en los caprichos de la naturaleza. Las tribunas pobladas de Palermo dieron testimonio de la participación de representantes de diversas fuerzas políticas y de la militancia activa de la Mesa de Enlace, en la que convergen las cuatro grandes entidades agropecuarias, en un acto en el que se proclamó la necesidad de establecer coincidencias básicas en políticas de Estado. Se las requiere para poner fin a la desorientación política argentina frente al mundo y forjar acuerdos sobre cuestiones fundamentales que van desde la afirmación de la división de poderes hasta la recuperación de la excelencia en la educación pública. Se trata, nada menos, que de trazar un rumbo por el cual haya garantías razonables de continuidad sobre lo que pueden esperar del país sus habitantes y los extranjeros dispuestos a invertir dentro de las fronteras nacionales.
Si fue interesante anotar la presencia de representantes de la industria, del comercio y las finanzas que de un tiempo a esta parte han coincidido con el campo en el Foro de Convergencia Empresaria, no lo fue menos la de diplomáticos de países centrales y periféricos. De tal modo se constató la fuerza convocante de la entidad organizadora de la exposición, de la que estuvo ausente el gobierno nacional, pero a cuyo realce contribuyó, entre otras expresiones provinciales, el gobierno bonaerense.
Fue el del doctor Etchevehere un discurso de conceptos claros, con críticas renovadas por los padecimientos sufridos por el campo, pero con esperanzas sobre la capacidad de recuperar en plenitud sus fuerzas tan pronto se abandone el camino que ha llevado a la actual situación. Hizo una prolija mención de puntos negativos para la producción y el trabajo en lo que llamó la "década depredada": pérdida, por ejemplo, de 10 millones de cabezadas bovinas, desaparición de 14.000 productores ganaderos, 135 frigoríficos y 15.000 empleos en la industria de la carne; descenso de la Argentina, del tercero al décimo puesto, entre los principales países exportadores de carnes; 7000 tambos menos y una producción de leche estancada en los niveles de 1999; reducción del 40 por ciento en la generación de la lanas ovinas, y dos cosechas de trigo con la menor área sembrada de los últimos cien años.
Frente a ese cuadro se hubiera dicho inverosímil de no haberse anticipado hasta el cansancio las consecuencias en que derivaría una política plagada de errores y arbitrariedades, Etchevehere resumió en dos datos la capacidad del campo para potenciar sus contribuciones actuales a la producción nacional con que sólo se destraben los mecanismos burocráticos que perturban su desenvolvimiento: así podría aumentarse, de 440 millones a 710 millones el número de personas a que alcanza hoy la producción argentina de alimentos, y el total de granos cosechados al año lograría saltar, de aquí a 2020, de 100 a 160 millones de toneladas.
Uno de los hechos sintomáticos de la exposición ha sido el protagonismo de ganaderos paraguayos en la ronda de ventas de bovinos premiados de la raza Brangus, de especial adecuación a zonas subtropicales. Quedó, pues, de manifiesto el fortalecimiento de la producción paraguaya de carnes que, junto con la del Uruguay, ha colocado, en un hecho inédito en relación con nuestro prolongado liderazgo, sus exportaciones por encima de la Argentina. Sin embargo, por la presencia de delegaciones de varios países y la presencia de personal y alumnos de escuelas e institutos agrotécnicos y por los paneles en los cuales se profundizó el conocimiento de la sustentabilidad agronómica y de todos los aspectos concernientes a las mejoras genéticas en animales y la forma de conquistar mercados en el mundo, la muestra constituyó una lección sobre las calidades intrínsecas del campo argentino y del compromiso de sus actores con las mejores y más actualizadas prácticas agropecuarias.
De las tranqueras para afuera, como se puso de manifiesto ayer en Palermo, esos actores de la vida rural argentina no pueden, a pesar de todo, contener una angustia por la forma en que se resolverán, en los diecisiete meses que restan para el relevo gubernamental, temas tan acuciantes como los de la inseguridad física y jurídica, y la inflación que perturba sin excepciones a todos.