La sustentabilidad es una preocupación central de los productores agropecuarios y de la comunidad agroalimentaria en general, ya que, además del sentido social y ambiental, la producción futura de alimentos y por lo tanto su rentabilidad dependen directamente de que se mantengan en excelentes condiciones el suelo y el agua. A un productor rural, a un dueño de un campo y a todas las empresas reunidas alrededor de las cadenas agroalimentarias son los primeros a quienes les afecta negativamente el deterioro del suelo o la contaminación del agua, por lo que son los principales interesados en mantener un sistema productivo agrícola sustentable, no contaminante, con correctas rotación de cultivos y aplicación de fitosanitarios.
Sin embargo, durante la última década se ha evidenciado un deterioro crónico de la rotación de cultivos, pieza fundamental en la sustentabilidad agrícola. Si tomamos los cuatro principales cultivos del país, soja, maíz, trigo y girasol, se ha pasado de cultivar soja en un 49% de la superficie en la campaña 2001/02 a hacerlo en un 69% en la campaña 2013/14. Esto determina que para la última campaña se hayan cultivado 4,7 hectáreas de soja por cada una de maíz, mientras que este índice es de 1,75 en Brasil y 0,90 en Estados Unidos. En resumen, una relación insostenible.
La interrogante que se presenta es por qué existe una brecha tan grande en la estructura productiva agrícola entre Argentina y otros referentes internacionales como Brasil y Estados Unidos, disponiendo de la misma tecnología y los mismos precios internacionales de referencia. De este análisis surge que, además de otras variables que intervienen, las mayores diferencias vienen dadas por el sistema tributario, el grado de libertad en la comercialización y la demanda de maíz.
En el caso de la demanda de maíz, Estados Unidos es especialmente conocido por la industria de bioetanol que genera una importante y estable demanda que incentiva el cultivo; y Brasil que en la última década ha incrementado su producción de carne en 2,2 millones de toneladas anuales y su producción de leche en 10 mil millones de litros, ambas actividades importantes consumidoras de maíz.
La última gran diferencia con Brasil y Estados Unidos son los Derechos de Exportación, o retenciones, que no existen en estos países y en Argentina generan ingresos para el Estado en torno a los U$D 10.000 millones anuales.
Para ilustrarlo, son el equivalente a 5.000 kilómetros de nuevas autopistas por año, mientras que en el país existen cerca de 1.900 kilómetros.
La mayor presión de los impuestos en Argentina, sumados a los costos de intervención, produce que el Estado tenga una participación en la renta agrícola del 73,9% en junio de 2014. Esto es, de cada $100 de renta que genera una hectárea promedio en Argentina, el Estado percibe $73,90, que se transforman en recaudación fiscal efectiva o en subsidios a otras actividades de la cadena al disminuir el precio de venta de los productos agrícolas.
Esta participación del Estado reduce los márgenes de rentabilidad de la producción agrícola, afectando la sustentabilidad económica del productor y generando incentivos al cultivo de soja. Esto se aprecia claramente en el hecho de que a medida que se ha ido afinando la rentabilidad agrícola, se ha incrementado la superficie.
Representan la diferencia entre el FAS teórico y el precio del disponible, principalmente en el caso del maíz, derivado de la intervención que el gobierno realiza en los mercados de soja en detrimento del trigo y el maíz. La razón radica en que cualquier tipo de empresa debe ser primero viable en términos económicos para poder ser sustentable en términos ambientales.
Los efectos en la rentabilidad y la previsibilidad que dan como resultado la combinación ROE-retenciones generan claros incentivos a que el productor deba encontrar una ecuación soja/maíz que le permita ser viable económicamente, aún en detrimento de la rotación de cultivos, la calidad de su propio campo y la productividad futura del mismo. De un universo de 30 mediciones trimestrales del índice FADA de los últimos 7 años, el maíz habría dado resultados nulos o negativos en 7 de esas 30, prácticamente 1 de cada 4; y el trigo en 11 de 30 de esas mediciones, una de cada 3.
En consecuencia, se deben tomar medidas de manera inmediata principalmente para aumentar la siembra de maíz y trigo y su industrialización y exportación, esto es comenzar a hablar de eliminar de forma inmediata los drterechos de exportación y los ROE y aplicar sistemas de amoización acelerada para sus cadenas. Estas medidas están desarrolladas en el trabajo de trigo publicado por FADA en diciembre de 2013.