Dos técnicos del INTA y un productor pampeano expusieron distintos métodos para reducir los daños producidos por este flagelo.
La plaga de aves, una de las que más gravemente afectan al cultivo de girasol, fue uno de los temas calientes que se desmenuzaron en el 6to Congreso Argentino de Girasol –organizado por la Asociación Argentina de Girasol (ASAGIR), que está teniendo lugar en el Hotel Sheraton Retiro de la Ciudad de Buenos Aires, con 860 asistentes.
El técnico del INTA Sebastián Zuil explicó que los daños causados por las aves se producen de forma irregular en cada zona, y expuso tres tipos de estrategias para el control de la plaga, de acuerdo a tres escalas distintas: a nivel del lote y el cultivo, dentro de un establecimiento, y a nivel del paisaje. “En cada una de estas escalas hay estrategias desarrolladas que contribuyen a reducir el daño por aves, pero cada una de ellas está sujeta o es funcional al nivel de referencia”, manifestó.
A escala del lote, en zonas con alta población zonal de aves, Zuil recomendó seleccionar el híbrido por su inclinación, pericarpio, y luego por su rendimiento; a la hora de la siembra, reducir la densidad de plantas y fertilizar; y en caso de encontrar daño, realizar un secado anticipado del cultivo. Mientras que en zonas de baja población zonal, aconsejó seleccionar el híbrido priorizando el rendimiento; sembrar las plantas en su densidad óptima y fertilizar; y secar anticipadamente el cultivo en caso de encontrar daño. También aclaró que los híbridos de tegumento liso son más elegidos por las palomas que los de tegumento estriado.
Ampliando la mirada hacia el nivel del establecimiento, Zuil explicó que las poblaciones de torcaza están reguladas fundamentalmente por el alimento disponible, por lo que una estrategia de control apuntaría a reducir esa disponibilidad. “Es por ello que debemos aplicar estrategias de disminución de los daños en todos los cultivos de la rotación, controlando eficientemente las malezas en barbecho, pre y post emergencia, minimizando las pérdidas de cosecha –mediante una trilla oportuna y una adecuada regulación de la cosechadora–, y manejar los rastrojos de modo de disminuir la cantidad de granos disponibles en el lote”, advirtió.
En el caso de la escala paisaje, Zuil explicó que entran en juego distintas variables dependiendo de la plaga que se quiera controlar y los daños que presenten los cultivos. En el caso de la paloma, el especialista sostuvo que se debe mirar el estadio fenológico de los cultivos, el área afectada dentro del lote, y el porcentaje de pasturas, montes, rastrojos y otros usos en el paisaje en el radio de 1 km. Con estos datos, los productores pueden coordinar las fechas de siembra en las zonas de mayor incidencia, así como también tomar acciones conjuntas para reducir las pérdidas de grano durante el transporte.
El técnico finalizó indicando que el Manejo Integrado de Plagas promueve la combinación de varios métodos para disminuir los daños, e hizo hincapié que “no existen las recetas únicas”.
Horacio Allochi, un productor de la localidad pampeana de Embajador Martini, brindó su testimonio sobre el combate contra la plaga de paloma torcaza, un problema con el que convive desde hace 10 años. “Hacemos girasol desde hace 35 años, tanto común como confitero, y vimos explotar el problema en el año 2004. Creemos que vino de la mano de la Siembra Directa, una técnica que trajo mucho progreso a la zona, y que no vamos a dejar de utilizar por estos inconvenientes”, contó.
Para el productor, la disminución del daño debe plantearse no desde los momentos cercanos a la trilla, sino desde el instante mismo en que se planifica el cultivo: “Nuestra experiencia nos indica que si se logra un buen cultivo, de modo que parezca una selva, las palomas tienen más problemas para volar en su interior y termina comiendo menos”. Por eso, Allochi recomendó elegir bien el lote, cuidar que no contenga impedimentos radiculares, y prestando mucha atención al cultivo antecesor, el manejo del barbecho y el control de las malezas. “Además –planteó– hay que cuidar la fertilización de base y ajustar el nitrógeno”.
Allochi afirmó que para reducir los daños causados por la plaga, desde hace 5 años utilizan defoliantes químicos. “No deben pasar más de 6 días entre la aplicación y la cosecha, porque si no, se disparan los daños. Durante esos días no debe haber riesgo de precipitaciones, las aplicaciones deben hacerse con máquinas terrestres, y la humedad del cultivo debe ser del 15% como mínimo al momento de la cosecha”, recomendó.
El investigador del INTA Mauricio Farrell también se refirió al uso de defoliantes químicos para minimizar los daños por palomas en girasol y aumentar la eficiencia en la cosecha. “Desde que el cultivo llega a la madurez fisiológica, pasan de 18 a 22 días hasta la cosecha. Nosotros nos propusimos acortar ese período, para quitarle la disponibilidad del cultivo a la paloma”, explicó.
Farrell contó que en ensayos llevados a cabo en el INTA, se utilizaron mezclas de diferentes dosis de carfentrazone con glifosato, un testigo no tratado, y paraquat. Las aplicaciones fueron todas aéreas, por la mañana, con baja temperatura. “Habiendo comenzado con cultivos con 29% de humedad, al quinto día posterior a la aplicación teníamos 13% en los cultivos tratados, mientras que el testigo tenía 25%”, sostuvo.
El técnico concluyó que “el uso de defoliantes acorta la etapa de secado, permite una reducción del daño por menor exposición del cultivo –de 18 a 22 días, a sólo 5–”. También resaltó que “permite mejorar la eficiencia de cosecha y liberar antes el lote”.