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s últimas gestiones para un acercamiento, o un eventual acuerdo, entre Daniel Scioli ySergio Massa han fracasado. El voto peronista camina, por primera vez desde 2003, hacia su propia división. Esa perspectiva, que es ahora la más segura para las elecciones presidenciales del próximo año, anuncia que habrá segunda vuelta. Sería, en tal caso, la primera vez que eso sucedería desde que se instauró en la Constitución el sistema de ballottage. El debate sobre la unidad del no peronismo, que abrió franjas diferentes en la alianza UNEN, es fomentado por la certeza de la división peronista y de la segunda vuelta .

Cristina Kirchner estaría más cómoda con la división peronista . La improbable unidad significaría la absorción de Massa por parte del peronismo. Massa es y será su enemigo permanente. La presencia de él en un acuerdo entre todos los peronistas pulverizaría, además, el proyecto presidencial de agrandar un bloque de diputados nacionales de absoluta disciplina al cristinismo después de 2015. Hasta legisladores no kirchneristas aseguran que la Presidenta tiene ahora unos 40 diputados, que continuarán hasta 2017, que le son muy leales. Cristina aspira a ampliar ese número con 20 o 30 más en las elecciones del próximo año.

Ese proyecto podría concretarse en las listas de diputados de Scioli, que ella pretende que sean compartidas por el resto de los candidatos presidenciales del Frente para la Victoria. En rigor, el único rival en serio que tendrá Scioli es Florencio Randazzo, el ministro del Interior y Transporte, que no objetaría la idea de listas comunes de diputados entre todos los candidatos del partido oficial. En síntesis, Cristina aspira a liderar la primera minoría de los diputados nacionales cuando ella ya no esté en el poder. Esa ambición cierra en la teoría y en la actual aritmética parlamentaria; habrá que ver si las lealtades pasan luego la prueba de un liderazgo político sin poder en la administración del país.

Massa llega por otro camino, pero converge con Cristina. Él también es absolutamente contrario a participar de las elecciones internas del peronismo y, mucho menos, del oficial. Cree que el mayor caudal de votos le vendrá siempre desde los que no quieren más kirchnerismo. Elige los temas más populares para distanciarse del cristinismo, como la seguridad, y los personajes más emblemáticos, como el juez Raúl Zaffaroni, para enfrentarlos. Massa contesta a muy pocos de sus críticos, pero no deja sin respuesta ninguna alusión a él por parte de Zaffaroni. Sabe que el juez es para importantes sectores sociales el referente y el maestro de una escuela judicial demasiado permisiva con la condena del delito.

El propio Zaffaroni suele aceptar que Massa lo eligió como su adversario. El debate del juez con el candidato presidencial molestó a sus colegas de la Corte. Una cosa es Zaffaroni hablando de política, al que siempre se considera como un expresión aislada del máximo tribunal de Justicia del país, y otra cosa es debatiendo públicamente con un dirigente político sobre cuestiones de derecho penal.

La Corte eliminó cualquier posibilidad de confusión: la mayoría de sus miembros decidió mantener firme la reincidencia como una carga para el condenado. Zaffaroni había propuesto, en el proyecto de reforma de Código Penal, todo lo contrario: la eliminación de la reincidencia como agravante de las condenas. Esa decisión de la Corte no fue una casualidad; fue, al revés, un claro mensaje para diferenciarse de Zaffaroni y de los fuertes debates que promovió dentro de la política.

Scioli prefiere un acuerdo con Massa, siempre que no incluya la lucha por la presidencia. ¿Scioli candidato a presidente y Massa candidato a gobernador? Esa sería una fórmula ideal para el gobernador, pero es la única que nunca será ni siquiera evaluada por Massa, que quiere la presidencia después de haber conocido el sabor de la victoria. Scioli nunca romperá con la Presidenta y ése es otro obstáculo, pero cree que Massa se volverá más flexible si ellos empataran en la intención de votos en las encuestas. Massa tiene la certeza de que eso no sucederá nunca.

Los dos tienen un conflicto. Reciben una enorme presión de gobernadores e intendentes peronistas. La división de ese voto pone en peligro la conservación de gobernaciones e intendencias, porque para ganar en esos distritos no se necesita segunda vuelta. Gana el que más porcentaje sacó en la primera vuelta. Pero, ¿qué pueden hacer los gobernadores frente a Massa si éste no quiere escucharlos?

La división del voto peronista y la eventual segunda vuelta no excluye, sin embargo, la posibilidad de que el ballottage se dirima entre dos peronistas: Massa y Scioli. Ese es el fantasma que sobrevuela sobre los que nos son peronistas. La pionera propuesta de Elisa Carrió de sumar a Pro de Mauricio Macri tuvo dos adhesiones importantes en las últimas horas. Una era conocida, la del dirigente radical de Córdoba Oscar Aguad; pero la otra es una novedad, la de Julio Cobos, aunque menos entusiasta. Cobos avanza con ritmo muy cauteloso. Esa misma posición es sostenida desde hace varios meses por el dirigente de la Capital Enrique Nosiglia, que suele conversar con Macri cuando la casualidad los halla juntos.

Otra parte importante del radicalismo, sobre todo la que proviene de la provincia de Buenos Aires, es francamente renuente al acercamiento con Macri. En una posición más prudente entre ambas posiciones se inscribe el presidente del partido radical, Ernesto Sanz, quien prefiere una gestión lenta. Consolidar lo que hay para después avanzar. Paso a paso. Lo que hay por ahora es el documento de UNEN, que se divulgará pasado mañana. Invocará las culturas perdidas (la del trabajo, la ética, el diálogo y el consenso) y promoverá la productividad de la economía. "Si pudiéramos ofrecer a Cobos o a Macri en una propuesta conjunta, la segunda vuelta será nuestra", se entusiasmó uno de los acuerdistas. Sanz teme que el apresuramiento por el final destruya el recorrido. Ésa es la diferencia más notable.

Macri espera. Entre tanto, se ocupa de construir una estructura nacional. Dirigentes radicales se manifestaron sorprendidos por el trabajo subterráneo del macrismo en todos los distritos del país. "Eso de que no tiene estructura es un prejuicio del pasado", dijo uno de ellos. Hay un delegado del macrismo en cada provincia y en casi todos los municipios. Los radicales cordobeses están trabajando en una prueba que se hará en septiembre en un municipio de Córdoba, Marcos Juárez. Podrían hacer una alianza con el Pro local. Aseguran que están en condiciones de ganarle a una vieja alianza peronista-vecinalista que gobierna esa ciudad.

El potencial acuerdo no sólo tiene ideólogos radicales. Hay dirigentes municipales y provinciales del radicalismo que presionan por esa alianza porque sería la única manera de vencer en sus distritos. Podrían ganar, aseguran, Córdoba, Tucumán, Formosa y Santa Cruz, entre otras provincias, si ellos se acercaran al macrismo. Pero la fuerza de los reacios no es menor. Los socialistas de Hermes Binner, una parte significativa de los radicales y la izquierda de Pino Solanas prefieren que UNEN sea una constelación progresista y no una alianza antiperonista.

El problema de éstos es que el péndulo social empieza a moverse. El kirchnerismo expresó un progresismo más falso que verdadero, más incoherente que consistente. Pero la idea de que eso se llama progresismo se instaló en vastos sectores sociales que quieren despedir en 2015 a la Presidenta, a sus ideas y a sus apariencias. La conclusión es injusta para el progresismo auténtico. No hay remedio. La política está hecha de injusticias y sinrazones..