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(...) Ahora, Cristina Fernández debe decidir si realiza un nuevo cambio de Gabinete antes o durante el Mundial. Además, debe rogar para que la Selección Argentina avance a 2da. ronda, con el fin de dilatar el “efecto distracción”. Así, antes o en medio del fútbol, la Presidente de la Nación deberá decidir si paga el costo político y económico de no modificar su Gabinete o si paga el precio de reconocer que, otra vez, se equivocó. (...)": poca vida futura para Axel ministro.
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Mientras en el Gobierno creen que lograron controlar la crisis y aseguran que llegarán “tranquilos” hasta el comienzo del Mundial de Fútbol en Brasil, en los círculos del poder comienzan a preguntarse cuál será la agenda de la Casa Rosada para llegar a fin de año, la futura meta que fijaron en la Quinta de Olivos en esta carrera de etapas en que se ha convertido tratar de alcanzar sin sobresaltos el 09/12/2015.
 
No es la primera vez que el Gobierno siente una sensación de triunfo sobre la crisis. A mediados de marzo alentaron los rumores de haber logrado controlar la corrida cambiaria. La estrella del momento fue el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, pero luego todos esperaban que el ministro de Economía, Axel Kicillof, mostrara sus cartas y avanzara sobre los muy necesarios cambios fiscales que requiere la macroeconomía.
 
Sin embargo, toda la acción del Ministerio de Economía se concentró en eternas y no concretadas negociaciones externas con la carnada de que podría conseguir algunos miles de millones de dólares para las alicaídas reservas del Banco Central y en correr detrás de los “Precios Cuidados” como mecanismo para frenar la inflación, mientras exigía a Fábrega bajar la liquidez y subir las tasas de interés, que fueron claves para contener la crisis.
 
Pero después de un mes de “mentiritas” nada piadosas a la Presidente de la Nación, el Fondo Monetario Internacional hizo caer la cortina de falsedades que venía construyendo Axel Kicillof y su equipo para ganar tiempo. Por eso no fue casual que, el viernes 18/04, circularan fuerte rumores de su renuncia. Dentro del fin del ciclo kirchnerista, no son pocos los que consideran que ha llegado el fin del ciclo del economista neormaxista.
 
Quedó en claro que las relaciones con el Fondo Monetario Internacional no son buenas. Sin el FMI no se puede avanzar con el Club de París. Si las negociaciones con Respol fueron exitosas, eso implicará tener que emitir deuda por unos US$6.000 millones antes de fin de año, siempre que no haya que hacer un pago en efectivo que impacte sobre las reservas. Por fin, las  conversaciones con los holdout también fracasaron, lo que implica que los juicios en USA avanzan, y persiste el riesgo de un default técnico, algo que sería un “tiro de gracia” a tantos fracasos.
 
El Ministerio de Economía argumenta que, en 12 meses el Merval subió 80% y el riesgo país bajó de 1.300 a 800 puntos. Apuestan a los dólares de la soja, pero el Banco Central ha demostrado ser incapaz de retener las divisas que pasan por sus manos. Reivindican Vaca Muerta como una fuente de miles de millones de dólares. Y rejuran que las negociaciones externas se encuentran bien encaminadas. 
 
En el fondo, el accionar de Axel Kicillof se asemeja a lo hecho por Amado Boudou y Hernán Lorenzino en el pasado: venden un escenario de futuro esplendoroso para ganar 1 semana más de paz en los mercados. Se parece al trato que los pueblos originarios tenían con los conquistadores: cada vez que les preguntaban por la fuente de la juventud o las ciudades de oro, le decían que siguieran su camino, que más adelante las encontrarían.
 
En realidad, apenas 2 han sido las medidas que Axel Kicillof instrumentó para reducir el inmenso déficit fiscal:
 
> los cambios impositivos en el sector automotriz, que hundieron a la industria a una crisis que no ha visto en más de 12 años; y
 
> el retiro de subsidios a los servicios públicos, que implican un “ahorro” menor de 1% del gasto público, pero con un gran impacto en el poder de compra de las familias.
 
El notable efecto negativo de las 2 medidas (junto con la suba de la tasa de interés reclamada al Banco Central, que ha profundizado los signos de la evidente recesión) sólo ataca el síntoma (la suba del dólar blue), pero no las causas profundas del actual escenario económico. 
 
Por eso, todos apuntan hacia Axel Kicillof. Economistas ortodoxos y heterodoxos creen que la calma que se logró del blue es transitoria y que el problema no es si habrá una nueva devaluación en el corto o mediano plazo, sino si se podrá evitar no tener que hacer una o varias devaluaciones importantes antes de dejar el poder.
 
Axel Kicillof ha perdido confianza y credibilidad dentro del Gobierno. Saben que sabe, pero demostró que reinar en el mundo académico no asegura capacidad de gestión en la función pública. Por eso, dentro del Gobierno nacen los rumores de que los tiempos del joven ministro, acabaron.
 
Fuentes oficiales reconocieron que la visita de Axel Kicillof a Juan Carlos Fábrega al Banco Central podía leerse como el encuentro del ministro de Economía con el futuro ministro de Economía. Si bien los tiempos del recambio quedan en manos de la Presidente de la Nación, el encuentro, realizado por orden de Cristina Fernández, sería el comienzo del fin.
 
En noviembre, cuando la Presidente de la Nación ordenó el mayor cambio de Gabinete de la Era Kirchnerista, la medida trato de superar las luchas intestinas que había entre el mMinistro de Economía del momento, Hernán Lorenzino; el secretario de Comercio, Guillermo Moreno; la presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont; y el titular del Banco Nación, Juan Carlos Fábrega.
 
La elección de Jorge Milton Capitanich, Axel Kicillof y Juan Carlos Fábrega, para los cargos que ocupan hoy, el desplazamiento de Moreno y el eclipse de Débora Giorgi implicaban imponer un clima de paz entre los funcionarios económicos. Pero en menos de dos semanas, comenzaron, nuevamente las divisiones.
 
El resultado fue
 
> un Jefe de Gabinete que no participa más de las decisiones económicas y que, tal como ocurre con Axel Kicillof, también se especula en forma reiterada con su renuncia;
 
> un joven ministro de Economía que ha mostrado ineficiente, cuando no ignorante; y
 
> un presidente del Banco Central que reconoce que las herramientas cambiarias y monetarias se le agotaron.
 
Desde la muerte de Néstor Kirchner, Cristina Fernández ha cometido varios errores muy grandes. A la cabeza, la elección de su compañero de fórmula, Amado Boudou. Otro fue romper anticipadamente con Hugo Moyano. Luego, confiar en Axel Kicillof. También creer que Jorge Miton Capitanich es una marioneta sin voluntad política, tal como fue el caso de Juan Manuel Abal Medina.
 
Ahora, Cristina Fernández debe decidir si realiza un nuevo cambio de Gabinete antes o durante el Mundial. Además, debe rogar para que la Selección Argentina avance a 2da. ronda, con el fin de dilatar el “efecto distracción”Así, antes o en medio del fútbol, la Presidente de la Nación deberá decidir si paga el costo político y económico de no modificar su Gabinete o si paga el precio de reconocer que, otra vez, se equivocó.
 
Las encuestas confirman el retroceso de la imagen positiva y de la consideración sobre la gestión. Ahora, no hacer cambios, no revertir el actual clima recesivo, la inflación apenas contenida, la tasa en niveles prohibitivos y el blue agazapado para salta. El precio más caro pagaría si espera a la segunda mitad del año, cuando el Mundial haya pasado.
 
Hoy, la apuesta de la Casa Rosada es a sacar la discusión económica de los medios. Por eso Carlos Kunkel lanza un proyecto de ley contra piquetes y protestas sociales, el Congreso se apronta a aprobar el acuerdo con Repsol o se prepara la discusión sobre las modificaciones de los códigos Civil y Comercial y Penal. La idea es que la discusión política pase por los derechos humanos o la Justicia, no por la economía.
 
Nadie puede criticar la estrategia oficial desde el punto de vista del marketing político. Sin embargo, los problemas que no se solucionan hoy, terminaran por estallar, con más fuerza, más adelante, justo cuando el Gobierno entre en la recta final de su paso por la Historia y tenga el menor poder político en 13 años. Sería un error dilatar soluciones.
 
Sin embargo, el kirchnerismo responde a su ADN con fidelidad. Hacen el ajuste de la forma más inconsistente posible, lo que produce efectos negativos y no soluciona los problemas; realizan cambios cosméticos y que no alcanzan; y se desviven por ganar tiempo, cuando el tiempo se agota.
 
Si Néstor Kirchner hubiese combatido la inflación en 2006, Cristina Fernández no debería corrier detrás de los “Precios Cuidados”. Si Néstor Kirchner no hubiese cerrado las puertas a los holdouts, la Argentina no estaría a un paso del default técnico. Si Néstor Kirchner no hubiese elegido al campo como enemigo, los costos de la canasta alimenticia serían otros. Si Néstor Kirchner no hubiese cancelado la deuda con el Fondo Monetario Internacional, tendríamos 10.000 millones de dólares más en las reservas del Banco Central y no habría problemas de financiación y de inversiones.
 
Cristina Fernández debería comprender que haber “pateado” los problemas para adelante, por no tomar las medidas correctas, por no haber tenido un buen ministro de Economía en 13 años, por escapar hacia adelante; tiene sus costos. Hoy, tiene muchos caminos cerrados y el tiempo es un recurso escaso. Si no fuera así, la palabra “crisis” no debería figurar en la lista de preocupaciones que tiene el kirchnerismo de paladar negro.
 
Y el concepto “crisis” es total. No sólo económico, también político. En el oficialismo hay miedo del final de ciclo. Más allá del efecto distractivo que tiene el proyecto de ley de Carlos Kunkel, en la Casa Rosada, el “fantasma” de la caída de Fernando de la Rúa recorre los pasillos.
 
Un Gobierno que sumó militancia y adhesiones políticas por proteger e impulsar los piquetes como herramienta de coerción, negociación y acción política, sólo puede tener miedo de ellos si pueden ser usados en su contra. Así, el piquete deja de ser un instrumento político para convertirse en un mecanismo destituyente. Y ese es, hoy, el miedo mayor de la Casa Rosada: no al fracaso de Axel Kicillof, sino, a verse escapando en un helicóptero.