El semáforo de la economía comenzó a prender las tres luces simultáneamente y define un escenario en el que lo único objetivo claro es que el Gobierno intentará hacer el menor ajuste posible antes de finalizar su mandato en 2015.
La luz verde tomó fuerza esta semana en la que el Banco Central compró US$ 700 millones y dio por terminada la etapa de la escasez de divisas, al menos, por un tiempo.
Hacía meses que el titular del Central, Juan Carlos Fábrega, no terminaba tan aliviado con el dólar oficial en $ 8 y las tasas de interés bajando un escaloncito para ubicarse en torno del 27% anual.
El semáforo verde tiene una lógica financiera categórica: después de una devaluación y con la seguridad de que el tipo de cambio se quedará quieto en el intento oficial de serenar la violenta suba de los precios del primer trimestre, la tasa de interés en pesos se hace fuerte y los exportadores apuran las liquidaciones de pesos para aprovechar la ventaja del dólar oficial inmóvil.
En esta franja verde se inscribe también la visión de algunos empresarios y banqueros que apuestan a que después del recesivo 2014 vendrá un 2015 mejor.
Parte de esa visión toma cuerpo en la recuperación de los precios de los bonos argentinos que al ofrecer rendimientos de entre 9 y 11% anuales en dólares siguen siendo materia de análisis y compra de algunos fondos de inversión del exterior.
Esa visión esperanzadora también se relaciona con la idea de que en algún momento los argentinos puedan empezar a colocar en el país parte de los US$ 200.000 millones que tienen ahorrados en el exterior, en las cajas de seguridad o en los colchones.
Parte de ese optimismo se apoya en los fuertes déficits que hoy tiene el país, esencialmente en materia energética y de infraestructura, y la apuesta a que el exceso de capitales que hay a nivel mundial (basta tener en cuenta que la alicaída Grecia tomó fondos la semana pasada a menos del 5% anual cuando la Argentina pagaría más de 10%) buscará transformarse en inversión.
La luz amarilla está directamente relacionada con la carrera del dólar y la inflación.
Con el 2,6% de aumento del costo de vida de marzo, inferior al 3,7% de enero y 3,4 % de febrero, los funcionarios de Economía ya hablan de desaceleración de precios (el 10% del primer trimestre ya supera a todo lo que el INDEC antes medía para un año) y el jefe de Gabinete llegó a decir que hay una “tendencia descendente” de los precios.
El envalentonamiento que provoca poder “anclar” al dólar después de una devaluación de 55% en un año es muy potente.
El dólar inquieto de comienzos de año preocupaba a todo el Gobierno y ahora se sienten más tranquilos en la estrategia de durar.
El tipo de cambio fijo y quieto –hay muchas experiencias en la historia económica reciente, que comienza con Martínez de Hoz en los 70– es un elixir para poder pensar en aquietar las aguas de la inflación y soñar con una suba del poder de compra de los salarios medidos en dólares.
El problema, como también lo demuestra la historia, es que la placidez cambiaria no es para siempre; en algún momento, si el dólar se atrasa, la calma termina.
Fábrega dijo en varias oportunidades ante banqueros que no piensa dejar el dólar en $ 8 por mucho tiempo, pero la necesidad de serenar la inflación podría hacerlo cambiar de idea.
En estos días, el títular del Central pasa por el buen momento de tener los dólares oficial y paralelo aquietados y un exceso de pesos en el mercado que le permitió bajar la tasa de interés y seguir absorbiendo dinero.
Pero esa realidad es la que, en parte, hace encender las luces rojas del semáforo, que habla sobre la situación fiscal y la emisión de pesos para cubrir el déficit fiscal que cada vez apunta a ser más roja.
El déficit primario del primer bimestre, según Empiria, fue de $ 9.700 millones, más de cuatro veces el del mismo período del año anterior. Y el “rojo fiscal ajustado fue de $ 15.686 millones, casi el triple que el año pasado” Ese resultado se completa con que la emisión del Banco Central para asistir al Tesoro Nacional que maneja el histórico secretario de Hacienda Juan Carlos Pessoa, alcanzó un récord absoluto.
Según los cálculos de Marina Dal Pogetto, del estudio Bein, esa asistencia fue de cerca de $ 20.000 millones, de los cuales $ 6.000 millones fueron por adelantos y más de $ 13.000 millones correspondieron a giros de parte de las utilidades que el Central obtuvo por la devaluación del peso de enero.
Este año, el Central podría asistir al Tesoro con unos $ 150.000 millones para cubrir un rojo que lejos está de resolverse por la vía de un ahorro que el Gobierno ni piensa encarar con profundidad.
La baja de subsidios anunciada para los consumos de agua y gas está destinada a tener un impacto fuerte en términos de aumentos para los bolsillos de la gente, pero tiene un efecto fiscal muy bajo.
El trabajo de Empiria sostiene además que el ahorro fiscal por los anuncios de baja de subsidios, hasta el momento, alcanzaría un máximo de $ 7.150 millones que sería sólo 5% del total de subsidios económicos de 2013.
Faltan aún anuncios sobre la baja de subsidios de la electricidad (algunos economistas bromean con que vendrán en medio del Mundial de Fútbol, en junio) pero no se esperan grandes ahorros.
El Gobierno se inclinó siempre por conseguir financiamiento de donde sea antes que ahorrar y no se ve por qué habrá de cambiar a un año de irse.
El gasto público crece al 45%, bien por encima de la inflación, y con los pesos que le pase el Central tendría la primera parte del año cubierta.
Después, especulan en el mercado, el Gobierno intentará colocar un bono o mandar a YPF a que consiga dólares.
Las condiciones financieras internacionales siguen siendo favorables para la Argentina al punto que con la soja en US$ 550 la tonelada, varios funcionarios insisten en la necesidad de levantar el cepo cambiario para favorecer la llegada de capitales.
Creen que con las divisas de la soja, Fábrega puede empezar a normalizar los pagos de importaciones que están atrasados y que devaluando al ritmo de la inflación, flexibilizar el cepo que se aplica desde noviembre de 2011 será posible.
Desde el Banco Central, suena otra música argumentando que todos los deberes monetarios (devaluación, suba de tasas, retiro de pesos del mercado, etc.) ya se cumplieron y que ahora es tiempo de ajustar el rojo fiscal.
Desde Economía parecen responderle que ese ajuste, mientras haya dólares, no llegará nunca ni aunque la inflación galope aún más de lo que ya lo hace.