A fines de los 70, la Argentina era el mayor exportador de carne, con casi un 1 millón de toneladas. Eso no implicaba que aquí no se comiera sino todo lo contrario: devorábamos 100 kilos anuales per cápita. Había entonces de todo y para todos. El stock de bovinos llegaba a 60 millones y nosotros éramos 26 millones. Cada uno de nosotros disponía de 2,20 vacas.
Pasaron 35 años y los argentinos hemos perdido una vaca entera cada uno.
La relación es ahora de 1,20, pues disponemos de 51 millones de vacunos para 42 millones de habitantes. El ajuste resultó dramático: exportamos menos, comemos menos y la carne nos sale más cara.
El valor histórico de la carne en pie (el famoso “kilo vivo”) ha sido de US$ 70 centavos. Pero hoy pagamos la carne a casi 2 dólares por kilo vivo. Es el proceso de fondo. Como consecuencia de los errores de la política ganadera, nuestro mejor alimento ha ido subiendo de precio, sin prisa pero sin pausa.
Nuestro principal error, según los expertos, ha sido siempre considerar a la carne como un “bien salario”. Sí o sí, debía salirnos “barata”. El último gran ejemplo lo dio Guillermo Moreno, que planchó las exportaciones para que quedara más carne en el país y los precios se deprimieran artificialmente. Durante un corto lapso (hasta 2009) fue una fiesta, pero después descubrimos que nos habíamos comido 10 millones de vacas y los precios subieron hasta 200%.
La Argentina exporta menos carne hoy que nunca: sólo 200.000 toneladas. Equivalen a 7% de su oferta, cuando lo habitual era mandar afuera el 20%. Hay suficiente evidencia sobre cómo la falta de estímulos externos deprime un negocio que sigue achicándose, y que provoca que los argentinos paguemos cada día más cara nuestra carne.
La devaluación actual es antipática, porque encarece todavía más un alimento que ya nos sale bastante. Pero un mejor tipo de cambio puede también ayudar a revertir la tendencia actual, y a volver a exportar. Exportar más, a la vez, podría ayudarnos a agrandar el negocio y a recuperar el stock histórico de vacunos.
Eso sí: no deberíamos dejarnos tentar nuevamente con una carne demasiado barata. Que por culpa de aquello de la “carne para todos”, cada uno de nosotros ya perdió una vaca.