En 2002, a Jorge Remes Lenicov le tocó hacer detonar la convertibilidad. Fue tal el caos en la economía y dentro del Gobierno que conducía Eduardo Duhalde, que no pudo lidiar con esa crisis, y se tuvo que ir cuatro meses después de asumir.
A su manera, Remes Lenicov hizo el trabajo sucio, pero los laureles los cosechó el equipo económico que lo sucedió. Se recuerda aquella tumultuosa etapa de Remes como “la devaluación sin plan”.
En abril Lavagna llegó con el peso hiperdevaluado y precios ascendentes de la soja. Con un poco de orden, aprovechó a pleno el famoso viento de cola.
Ahora, el tandem Kicillof-Fábrega liberó el tipo de cambio oficial y metió una devaluación que no se veía, justamente, desde los tiempos de Remes Lenicov.
Pero se teme, por lo que se vio hasta ahora, si no estaremos otra vez ante una nueva “devaluación sin plan”. Sobran elementos para sospecharlo.
La escapada del 33% del dólar desde que asumieron Kicillof y Fábrega (lo que implica una devaluación de peso del 25%) fue por ahora una medida aislada. Las tasas de interés de referencia del Banco Central están en el 20%, muy por debajo de la tasa de devaluación y de la inflación esperada.
Pero no hay noticias de recortar el gasto público, ni subsidios, ni achicar el déficit fiscal. Tampoco, de cómo se hará para bajar la inflación. Más bien todo lo contrario. El subsidio a los jóvenes de 18 a 24 años insumiría un gasto de casi 10.000 millones de pesos al año. Se financiarán con emisión.
Los precios están desbocados y la intención de ponerle un techo del 18% a la suba salarial parece haber quedado en la historia.
Por otra parte, tampoco está claro si esto de darle volatilidad la tipo de cambio atempera los ánimos de quienes están desesperados por comprar divisas.
Una clara señal de desconfianza es que pese a la bruta devaluación de estos días casi no logran achicar la brecha con el dólar blue, que sigue rondando el 70 por ciento.
Adicionalmente, el Gobierno enfrenta un serio problema de credibilidad, un elemento central para mejorar las expectativas. La aparición en público de la Presidenta, esquivando los temas que tienen en vilo a los argentinos, es un dato. Las declaraciones del Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, buscando culpables y denunciando conspiraciones, tampoco ayudan.
Así planteada, la devaluación puesta en marcha está dejando más costos que beneficios. Y una sensación de incertidumbre que pone a los actores económicos a la defensiva, a la espera de un nuevo sacudón. O un plan.