Por Néstor Scibona - LA NACION
Desde que el gobierno de Cristina Kirchner decidió, en los últimos meses de 2013, acelerar el ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial para tratar de cerrar la brecha con el dólar paralelo, debió resignarse a la ingrata tarea de correr detrás de los acontecimientos con magros resultados. La brecha cambiaria se amplió ayer a 66 por ciento, al tiempo que las reservas del Banco Central (BCRA) perforaron el piso de 30.000 millones de dólares.
Por lo general, la brecha cambiaria depende de la tasa de devaluación esperada en el mercado oficial y de la tasa de inflación esperada. Hoy esas dos variables son una incógnita. Pero claramente apuntan hacia arriba ante la ausencia de una política antiinflacionaria que poco y nada tiene que ver con los Precios Cuidados. Sobre todo, cuando sólo en los últimos dos meses del año pasado, el BCRA debió emitir casi una tercera parte de los 92.000 millones de pesos que imprimió con su "maquinita" para cubrir el gasto público electoral y el agujero fiscal de 2013.
Presiones previsibles
Con más pesos y menos dólares en el circuito económico formal, era previsible que en el arranque de 2014 se realimentaran las presiones cambiarias. Y que la táctica de "planchar" el paralelo rehabilitando el "dólar bolsa" (mediante la venta de bonos dolarizados de la Anses) tendría alcances limitados mientras no se acortara la brecha cambiaria. Siempre va a haber demanda por dólares más baratos que el paralelo.
Otro tanto ocurre con el "dólar turista", cuya actual brecha de 23%no elimina totalmente el incentivo de pagar con tarjeta o de tratar de comprar dólares en el mercado oficial antes de viajar.
Pero también hay demanda por el dólar blue porque resultó uno de los mejores refugios frente a la inflación y la consecuente desvalorización del peso. Hace un año cotizaba a $ 7,10; o sea que el peso perdió 36,6% en ese lapso. A la inversa, quien atesoró dólares tuvo una mejora de 58% de su poder adquisitivo en pesos. Casi el triple de lo que hubiera obtenido en un depósito a plazo fijo con la mejor tasa del mercado financiero. A su vez, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, que entonces alcanzaba a 42,5%, se amplió ahora a 66% pese a que el dólar oficial subió 36,8% interanual (de $ 4,94 a $ 6,76); o sea, por encima de la inflación.
En este marco, la estrategia oficial de apurar las minidevaluaciones diarias (a un ritmo anualizado de 70% en el último mes), se asemeja a la de un auto de carrera que debe recuperar una vuelta perdida mientras el puntero no baja la velocidad. Con la agravante de que esos miniajustes inducen a los exportadores a demorar liquidaciones a la espera de obtener un dólar más alto y a los importadores o deudores a apurar pagos externos para evitarlo.
Como contrapartida, el ingreso de dólares financieros depende de que el Gobierno ofrezca incentivos especiales (como el virtual seguro de cambio para las cerealeras o el anticipo de inversiones de Chevron en Vaca Muerta). Pocos se atreven a ingresar dólares para invertirlos a más largo plazo a una cotización oficial de $ 6,76. La mayor prueba de desconfianza en la política cambiaria oficial es el rotundo fracaso del blanqueo (prorrogado incomprensiblemente hasta el 31 de marzo). Y el mayor riesgo, que quienes tienen pesos se desprendan más aceleradamente de ellos para transformarlos en billetes verdes.