El consumidor ya se dio cuenta que los controles de precios no solucionan su problema y ha asumido que lo único que sirve es la actitud que toma cada uno al no comprar, comprar menor cantidad u otro producto que lo reemplace, porque es la única reacción posible para que los precios se equilibren entre la oferta y la demanda hasta que aumente la producción. Esto coyunturalmente se observa en la gente que pudo salir a veranear con una actitud muy gasolera para tomar un descanso fuera de su casa.
El gobierno con esta medida antiinflacionaria es como pretender tapar el sol con las manos, mientras frena la capacidad de producción del sector agropecuario, que tiene la mejor solución para abastecer el consumo en tiempo y forma. Los mejores ejemplos es lo ocurrió con las políticas de carnes y trigo de este gobierno y que según por las últimas declaraciones de los funcionarios parece que están dispuestos a repetir en el 2014. La culpa siempre la tiene otro. Esto tampoco cambio con los nuevos funcionarios del gobierno.
Los consumidores han dejado de creer en los precios máximos ante el rotundo
fracaso de los mismos: porque los productos con precios acordados se acaban en
los primeros días; porque pagan el mismo precio por menos cantidad de productos
o por un producto de inferior calidad; porque al final terminan consumiendo
productos más caros ante la escasez general provocada por la misma política. A
una semana del acuerdo ya está ocurriendo. Es la consecuencia lógica a este tipo
de medida por mantener estas políticas que ya fracasaron cuando un país pretende
vivir sólo con lo nuestro como lo hace este gobierno y los empresarios amigos,
castigando al sector agropecuario con el argumento falso de defensa de mesas de
los argentinos.
Ocultar la inflación y deformar la realidad ya está demostrado que ya no
convence a nadie. Los trabajadores y dirigentes hoy discuten salarios para una
inflación del 28,38 % según INDEC Congreso en 2013 y que proyectado el 3,38 de
diciembre seria de más del 40% en el 2014. Quieren discutir paritarias por
tiempo más cortos, algo de olfatos tiene estos los viejos dirigentes sindicales.
El gobierno quiere un tope de salarios del 20% y este nuevo control de precios
es un argumento para que todas las entidades sindicales acepten como tope en las
paritarias en los próximos 60 días. “Hay que pasar el verano”. A esta altura del
relato y la realidad, ningún dirigente come vidrio, ni los mismos oficialistas.
La actual inflación crónica y muy alta, no se corrige con medias aisladas, con un cambio de moneda o con alguna otra falacia económica. Se necesita blanquear el Indec, reconocer la inflación y poner en marcha un plan económico integral ejecutado por un equipo profesional nuevo creíble para poder salir de la actual crisis, lo cual es muy factible si hay capacidad de rectificar el rumbo y cambiar, ante el actual escenario internacional para el país. Tienen que asumir nuestros políticos que no existe actividad privada en el mundo que pueda soportar la actual carga fiscal para mantener un estado que representa el 50% del PBI y generar al mismo tiempo los bienes que necesita el país para salir de la crisis económica y social. Muchos menos si además tiene que pagar servicios que son patrimonio indelegable del Estado como seguridad, educación y seguridad social.
Mientras esto sucede el gobierno con sus políticas de emisión de moneda sin respaldo, sigue promoviendo una mayor demanda como estrategia electoralista y postergando ajuste de la economía para cubrir el déficit fiscal que ascendió al culminar 2013 al 5% del PBI, siendo financiando básicamente por vía de emisión monetaria, cuya masa se expandió durante 2013 a un ritmo del 40% anual , que incentiva un mayor aumento de los precios, porque la producción de bienes no crece para atender esa mayor demanda generada, con mayor producción al no haber previsibilidad para las inversiones y el aumento de las producciones.
Pero lo más grave con la implementación de esta política es que termina subsidiando a los ricos mientras hay 10 millones de habitantes que no tienen cubiertas las condiciones mínimas de alimentación (muchos de los cuales son niños, quienes se les hipoteca su futuro porque se limita su capacidad de educarse). De este 25% de nuestra población, muchos no comen carne y otros alimentos básicos, razón por la cual no les interesa el debate por la inflación. Le interesa si pueden comprar los alimentos indispensables para su familia. Para ellos la única verdad es la realidad de lo que ocurre diariamente en los supermercados.
Los pobres viven diariamente angustiados por la suba de los precios por culpa de la inflación. Cuando trabajan y cobran un sueldo - como la mayoría de los jubilados - más del 90% del mismo es para comprar alimento. Están acostumbrados a remplazar los alimentos en forma diaria cuando suben los precios ya que no le alcanzan sus ingresos para especular. Todas las políticas y actitudes de la dirigencia están pensadas y diseñadas para atender la clase media-baja hacia arriba que tienen un voto racional y se olvida de lo que realmente necesitan el apoyo del estado.
Ante esta situación incontrastable de la realidad el país no puede desaprovechar esta situación inédita que nos presenta el mundo. Ello debería ser motivo suficiente para destrabar toda la capacidad de innovación y producción de alimentos de todos los empresarios emprendedores del complejo agroindustrial, para que puedan exportar al mundo la mayor cantidad y calidad de alimento a todos los mercados, sin ninguna ideología: se trata de la única y más efectiva receta que tienen los países en el siglo XXI para poder abastecer el mercado interno en forma permanente y sin grandes picos de precios.
Simultáneamente a una apertura del mercado para poder exportar, es fundamental -para atender las necesidades de los pobres que necesitan el apoyo del Estado- crear un Padrón Nacional de necesitados e indigentes para implementar un sistema de ayuda por el cual cada uno recibe el subsidio en forma directa, por medio de una tarjeta electrónica.
Es lamentable que en ninguna propuesta de la oposición se escuche una idea concreta -como la que estoy proponiendo- para solucionar esta dicotomía que sufre el país hace tantos años. Me lleva a pensar que el 95% de la dirigencia ha asumido que los precios internacionales no pueden ser lo internos y, por este motivo, terminan justificando las políticas actuales de sustitución de importaciones motivos por el cual no tienen propuesta alternativa a la del oficialismo.
Yo estoy convencido de que hay otro camino a recorrer para terminar con la inflación que es con una mayor producción y transformación de la materia prima, con más razón, en el actual contexto internacional de demanda de alimentos, en el cual la Argentina debería tener con urgencia un proyecto de producción, transformación y exportación de alimentos estratégico para el desarrollo país a largo plazo, basado en el complejo agroindustrial y los otros sectores de la economía en igualdad de condiciones, que le permita achicar la brecha entre pobres y ricos produciendo alimentos en calidad y cantidad para todos a valores internacionales.