La brecha entre lo que dice y hace un gobierno acostumbrado a mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio quedó en las últimas horas de manifiesto con el episodio protagonizado por el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, en Río de Janeiro, y con el tan prolongado como llamativo silencio de la Presidenta, que ni siquiera fue interrumpido para solidarizarse con las miles de familias que pasaron las Fiestas sin luz y, en algunos casos, también sin agua.
Las inconsistencias del relato oficial se renovaron hace pocos días, cuando distintos voceros del kirchnerismo descalificaron al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, por haber estado en Villa La Angostura durante parte de las Fiestas, mientras Cristina Kirchner permanece desde el 20 de diciembre en El Calafate, desde donde retornaría sólo la semana próxima.
La nota la dio Echegaray, al alojarse en un lujoso hotel de Río de Janeiro, adonde llegó en un vuelo de Emirates, en primera clase, y compartió su estadía con un empresario vinculado al comercio exterior. Como cualquier argentino con suficiente capacidad adquisitiva, Echegaray tiene derecho a veranear donde quiera, pero su ostentoso viaje de placer sonó como una provocación en momentos en que la inmensa mayoría de los argentinos está impedida por el organismo que él dirige de hacerse de una mínima cantidad de moneda extranjera para salir del país. También representa una contradicción con su recomendación a los argentinos para que veranearan dentro de su país. Un auténtico papelón, al que se suma la agresión de personas que lo acompañaban contra periodistas y camarógrafos de TN que buscaron entrevistarlo anteayer, en el aeropuerto de Río de Janeiro.
Las contradicciones del relato han sido recurrentes a lo largo de los recientes años. Pero la novedad de las últimas semanas es la virtual desaparición de la Presidenta de la escena pública, luego del fin de su licencia médica y su reasunción.
La falta de un mínimo saludo de fin de año por parte de la primera mandataria mereció no pocas críticas, aun cuando esto no haya sido algo corriente en los Kirchner, a diferencia de la mayoría de los jefes de Estado que los precedieron. Sólo a fines de diciembre de 2010, Cristina Kirchner grabó un mensaje de fin de año, en el que pidió a los argentinos que pensaran mucho en su país "y en algún momento en Él", en referencia a su esposo, que había fallecido dos meses atrás.
Al margen de que la falta de mensajes presidenciales ante un nuevo año ha sido lo usual en la era kirchnerista, no deja de llamar la atención que, en la cuenta que Cristina Kirchner posee en Twitter, y que ya acumula 5145 tuits, su último mensaje corresponda al 13 de diciembre, cuando se refirió a los conflictos policiales. Desde entonces, la Presidenta sólo formuló una declaración pública, a través de la agencia oficial Télam, para desmentir la posibilidad de una candidatura suya en 2015, que había sido insinuada por el diputado Carlos Kunkel.
Pueden tejerse diversas hipótesis para explicar el silencio de Cristina Kirchner, convertido en una suerte de política de Estado. Una de ellas pasa por la pronunciada caída que experimentó su imagen positiva en las encuestas entre el mes de noviembre, en el cual estuvo con licencia médica, y el de diciembre, después de los saqueos. En ese período, su valoración positiva en la opinión pública sufrió una disminución de más de diez puntos. Según analistas de encuestas, la tendencia podría haberse agravado más recientemente, con los apagones, para acercar a la Presidenta hacia su registro histórico más bajo, producido hacia fines de 2009 y principios de 2010, del orden del 20 por ciento.
Los datos de los dos últimos meses dan cuenta de que Cristina mejora su imagen cuando está recluida y callada, y empeora cuando se expone públicamente. Pero nadie puede pensar sensatamente que su silencio sea la solución.
Es como si en más de dos semanas no hubiera ocurrido para ella nada importante en el país. Como si la inflación galopante, las gravísimas consecuencias de la crisis energética ante la ola de calor y las patéticas revelaciones periodísticas sobre los negocios entre la familia presidencial y el empresario Lázaro Báez en el rubro hotelero no merecieran ninguna consideración presidencial.
Lo que está faltando, lo que muchos argentinos esperan, tal vez no sea un saludo presidencial o una palabra de consuelo para los que estuvieron o están todavía sin luz. Quizá lo que todos estén esperando sea una simple señal frente al desaguisado que vive el país.