Primero buscará terminar enero con un dólar a 7, y después seguirá con las minidevaluaciones para que en los primeros días de marzo cueste $ 7,50. Así, dispondrá una nueva devaluación del 17% en el primer bimestre del año próximo.
La medida implicará un deterioro en el salario real y un aumento inflacionario en los costos.
La decisión se la comunicó Juan Carlos Fábrega a un conjunto de banqueros, durante reuniones privadas en las cuales manifestó un anhelo: que la brecha se reduzca a fines del verano a sólo un 20% con el dólar blue. En otras palabras: sueña con frenar el paralelo en torno a $ 9.
Para esto, Axel Kicillof decidió dejar sus creencias en la puerta del Palacio de Hacienda y comenzó a darle ganancias extraordinarias a las “multis” que ingresen dólares al Banco Central.
Avaló el escandaloso bono para las cerealeras, firmas extranjeras que tendrán seguro de cambio y una rentabilidad inusual del 36%. También usará a YPF –como lo hizo José Alfredo Martínez de Hoz– para endeudarse y acumular reservas ficticias en el BCRA.
Habrá otras colocaciones externas y Miguel Galuccio pagará tasas a la banca internacional que duplican las que abona Bolivia.
Entre ambas transacciones esperan conseguir unos 3.000 millones de dólares y otros 2.000 con un fuerte freno a las importaciones.
Ese monto sólo servirá para pasar el verano.
Clarín confirmó que la imprudente confidencia la realizó el titular del Banco Central en encuentros privados con banqueros de la importancia de Enrique Cristofani, Jorge Brito, Ricardo Moreno y Eduardo Escasany. Así fue su argumento: “ Buscamos un dólar competitivo para cuando se liquide la cosecha.
” Kicillof también lo trasmitió en reuniones con jefes de las multis: “Vamos a recuperar el atraso cambiario, que es del orden del 15%”.
Pero el plan entraña riesgos: la exuberante emisión monetaria que propicia Kicillof va a recalentar el mercado paralelo a partir de mediados de enero.
El dólar blue se puede volver a escapar y así esfumar la utopía de los 9 pesos.
Ayer Kicillof obligó a Fábrega a trasferir 12.000 millones de pesos por adelantos y 3.000 por utilidades. La inusual expansión monetaria que alienta el Palacio de Hacienda generó fuertes cruces entre Fábrega y Kicillof.
El Presidente del BCRA no ahorra críticas contra la imprudencia del ministro de Economía, a quien en privado tilda de “improvisado” y acusa de no haber cumplido con su compromiso de bajar los subsidios.
La cuestión se trató en una acalorada reunión de la Unión Industrial Argentina. Wado de Pedro y Débora Giorgi operaron sobre Héctor Méndez para que la UIA adhiera a un documento en apoyo a Cristina. El texto hablaba de paz social y de repudio a los saqueos, pero terminaba ponderando la gestión de Cristina Kirchner y sus políticas. La Casa Rosada quiere que el paper lo firmen las entidades empresarias que concurrieron al diálogo y la CGT oficial. Pero la ofensiva chocó en la UIA con un paredón político. Méndez tuvo que explicarle a sus interlocutores oficiales que la central fabril sacaría su propio documento, en el cual se evitó cualquier referencia a la Presidenta.
El clima fabril está caldeado, porque unas horas antes Augusto Costa comunicó una medida extrema. En un encuentro con empresarios, dijo: “Vamos a disponer una reducción del 20% de las importaciones de insumos.
” Y, peor aún, el joven secretario de Comercio les anunció una demora adicional en el ingreso de productos importados. Dijo: “Hay borrón y cuenta nueva. Todos los trámites de importación se anulan y deberán reiniciarlos.” José Ignacio de Mendiguren bramó: “Esto es más Moreno.” Daniel Funes de Rioja alertó que ya la COPAL tiene paradas centenares de importaciones imprescindibles. Cristiano Rattazzi admitió que ADEFA negocia una salida especial con el jefe de Gabinete, pero se lo notó muy contrariado.
En ese encuentro, la UIA concluyó que el Gobierno ahora implementa un ajuste por tres medios directos: –La devaluación del peso.
–La caída del salario, por inflación.
–Y un nuevo freno a las importaciones, que trabará la actividad.
Pero Méndez dijo que el problema económico pasa por la desorientación que tienen las autoridades: “En este marco de incertidumbre nadie va a poner un sope para invertir ”.
Los cortes de electricidad reflejan la matriz del modelo cristinista: la desinversión pública es el denominador común de la ultima década. El kirchnerismo desperdició las condiciones internacionales favorables y dilapidó los excedentes económicos que tuvo Argentina. El problema energético se debe a una sola cuestión: no se invirtió y por eso el servicio está en crisis. Cammesa tuvo que tomar una medida excepcional: vende a la mitad del costo la electricidad a Edenor y Edesur, para que las empresas no quiebren.
Pero el eje del problema eléctrico se repite en todos los servicios. La “ matriz de desinversión ” cristinista hizo colapsar a los ferrocarriles y generó la tragedia de Once.
Ese modelo causó la pérdida del autoabastecimiento petrolero y se manifiesta en la frustrante gestión de Galuccio en YPF. Este año vuelve a caer la producción total de crudo. La ausencia de inversión sostenida se verifica en Aerolíneas Argentinas, las carreteras y los puertos.
La “matriz de desinversión” condicionará la economía futura. Pero deja una cuestión en claro: no puede ser una década ganada la que termina con inflación, transporte público deteriorado y sin luz suficiente en las casas.